Volumen Ocho: Luna de Sangre - Segunda Parte

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—¿Crees que soy estúpido? —le preguntó Reno a Garren, antes de terminar de golpe su jarra a medias para ir por la que acababa de llegar.

—No tanto como Percy —respondió entre carcajadas el otro mercenario.

—... No te romperé la nariz de nuevo porque pagaste las cervezas esta vez —dijo el aludido.

—Antes de que se maten —intervino Lisa—, ¿realmente vienen de las Cordilleras de la Luna?

—Sí, es la verdad —respondió enseguida Percy—, encontramos el rastro del ejército del Sol. ¿Sabían que Callan Hallselt deja cenizas a su paso? Lo seguimos hasta la Luna Oculta, ese castillo biblioteca del Reino de la Lechuza, y en pocas horas comenzó la batalla.

—¿Batalla? —preguntó entusiasmada la mujer, sonriendo mientras alcanzaba su jarra llena.

—¿A caso el sacerdote ese atacó a las hechiceras? —preguntó Reno, concentrado.

—Para nada —retomó Percy la historia—, lo vimos entrando al castillo, y notamos que se sentía igual que nosotros. Ahí había más personas de las que te imaginas, incluso algunos muertos.

Los que ya conocíamos eran Callan Hallselt y Érika Erbey, guiados por Myria Ellyllon, a la que se unió Nadia Fantine, esa hechicera y diplomática famosa desde que abofeteó a Aubin Bergeron... pero luego se toparon con Sigrir Steinn, la hechicera salvaje del Lobo Blanco, y Einarr Finn, que según parece servía como su guardaespaldas. Después, con Nini Gwyllion, además de Merlo y Fay Bendith, la escudera y el par de hermanos hechiceros eclipse, aparentemente comandando a los pocos escuadrones de hechiceras de la Luna y al gran contingente de escuderos.

La parte increíble de esto fue cuando el par de Soles alcanzaron las caballerizas del castillo. Ahí estaban, sentados y afilando sus armas con toda calma, Hakon y Vidgis Finn, el titán perseguido por los Leones y su prima que murió en los Bosques del Este.

Y también estaba Jean Benoit, caminando por los muros de la fortaleza junto a Edriell, otro reconocido por morir en esa misma expedición junto a una de las más famosas hechiceras, y tal vez la más rodeada de secretos.

Solamente faltaban los dos Leones, Hanjo Kelm y Adler Baldwin, pero no estaban ahí. Ni un solo León se presentó. Eso nos decía que la reunión no fue un logro diplomático. La llegada tan reciente del Sol, de hecho, nos decía que todo había sido improvisado... además de que Garren admitiera que fue él el que encontró a Jean y Vidgis y los llevó hasta las Lechuzas.

—¿Qué puedo decir? —intervino el otro mercenario—. Por algo me llaman el Escurridizo.

—Lo sabemos —le dijeron sus tres acompañantes.

—Apenas podíamos escuchar qué le decía Nadia a Érika —retomó Percy—, mientras Callan gruñía, Hakon y Vidgis murmuraban con gritos, los soldados del Sol caminaban de un lado a otro con el estruendo de sus armaduras, las Lechuzas ordenaban a sus escuderos... pero luego todo se silenció.

La luna roja se había tornado negra, desapareciendo en el cielo. Ni siquiera las estrellas se veían. La oscuridad envolvió el castillo por un segundo, hasta que Callan al fin estalló en su famosa forma de fuego... y ahí estaban.

Las sombras se habían convertido en guerreros de rostros blancos, armados con hoces, guadañas, azadones, horquillas y esas cosas. La batalla comenzó enseguida.

Las baldosas y rocas del castillo se mancharon de sangre. Los gritos inundaron el lugar entero.

Con tantos guerreros ahí, tardaron poco en limpiar el interior del castillo... pero afuera las sombras estaban cubriendo las montañas, marchando hacia ellos.

El Último RelatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora