Volumen Dieciséis: Serenidad - Primera Parte

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Tercer día del año 294 Después de la Intervención Divina, tercer día de la Nueva Paz de Creación

—Las cosas serán muy diferentes... —le decía Charlotte Bergeron a su prima Estelle, mientras ambas miraban el amanecer por la ventana de una alta habitación, en uno de los castillos principales del Reino del Ciervo.

—Creo que ya lo son.

—Sí, tienes razón.

—Me parece que son mejores —sonrió la menor de las dos.

La hija de Antoine Bergeron, heredera al trono del Ciervo, comenzó a esbozar una sonrisa honesta, como muy pocas veces en su vida. Una sonrisa para su inexperta prima en vez de una para la corte.

Gritos afuera de la habitación las interrumpieron.

—... Vienen de abajo —dijo Charlotte, poniéndose delante de Estelle.

—Alguien debe haber entrado al castillo...

Poniendo atención, escucharon pasos corriendo entre los gritos, y que algunos se dirigían a donde estaban ellas.

—¡Cubran las puertas! ¡Protéjanlas a toda costa! ¡Este monstruo no puede alcanzar a los nobles! —era la voz de Clermont Renard, experimentado general de los Arcos Plateados.

—... ¿Monstruo? —se preguntó la menor de las primas.

—Ten paciencia, Estelle —le pidió Charlotte—, todo saldrá bien. Hay grandes defensores del reino en este castillo. ¿Recuerdas los planes del señor Didier? Por algo fue nombrado como el Gran Maestro de la Paz después de Dimitri. Sabe que, con la mitad de los ejércitos del Ciervo atacando los Bosques del Este, era más fácil reunir a todos los habitantes del reino en la menor cantidad de fortalezas, protegidas por todos los soldados que siguen aquí. Todo saldrá bien.

—¡Uno ha muerto! —un eufórico grito de Remy Dupont, anciano hechicero y comandante de los Arcos Azules, las interrumpió—. ¡Falta el otro! ¡Concéntrense en ese!

—¡¿Cuál murió?! —preguntó la enfurecida voz de Didiane Benoit, una maestra arquera y segunda al mando de Johann el Preciso.

—¡El de la guadaña! —respondió Remy—. ¡Busquen al que parece mujer!

—¡¿Dónde está?! —las voces de más arqueros preguntaron lo mismo una y otra vez. La diplomática con entrenamiento militar Daphne Renard, la bailarina que ascendió como hechicera Beatrix Dupont, los hermanos Claudine, famosa por su rescate de Casper en el Reino del Sol, y Armand Benoit, pendenciero reconocido por su éxito en las peleas de frontera, y Albert Dupont, sobrino de Remy además de su compañero entre los líderes de los Arcos Azules.

—¡Exijo ver a mi hija ahora! —era la voz de Antoine Bergeron, abriéndose paso entre los guerreros y hechiceros—. ¡¿Está con mi sobrina?!

—¡Señor, por favor vuelva a su habitación ahora! —le imploró desesperado Clermont, y las dos nobles supieron que estaba justo afuera de su puerta.

—¡Déjame pasar ahora, soldado! ¡Soy el heredero al trono del Ciervo! —de golpe, como si hubiera empujado al espadachín, Antoine entró—. Charlotte, mi hija, y Estelle, qué alivio saber que están...

—... El susurro llega con el viento... —habló con efímera voz una mujer, como si se hubiera materializado del aire, mientras la larga y delgada espina de acero negro que llevaba surgía desde el pecho del noble hombre.

—¡No! —Estelle rompió en llanto, cayendo a sus rodillas, mientras Charlotte se paraba firme entre ella y la devota.

—Debió ser más cuidadoso —su máscara blanca estaba prístina, reflejando la luz del amanecer y resplandeciendo con ornamentos plateados.

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