Volumen Doce: Alianzas - Primera Parte

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Último mes del año 293 Después de la Intervención Divina, cinco años después del estallido de la Guerra por el Imperio

—¿Estás segura de esta alianza con el Sol? —le preguntó Seelie Gwyllion a Myria Ellyllon.

—Más que segura —respondió la joven héroe—, lo único que necesito es que nadie más lo sepa.

—¿Y realmente confías en que el Reino del Sol actuará igual que nosotras? —habló Peri Bendith, una de las, si es que no la más respetada maestra del arte místico de la Luna.

—Confío plenamente en la persona con que debo hablar.

—Tienes el apoyo de la sangre reinante, Myria —le dijo Edriell la Mística, afamada héroe del reino, hija de la familia Fata y heredera del trono de la Lechuza.

—Y la promesa de todas las líderes familiares de que el secreto no se expandirá —añadió Maryn Fantine.

—Sólo hace falta que tú cumplas tu parte —le dijo Nayla Ellyllon, poniendo una de sus manos en el hombro de la joven y la otra en su mejilla—. Que la Dama Luna te guíe, mi hija.

El viaje fue rápido. La luz anaranjada de la hechicería del Sol brilló en los ojos de Myria y los de su caballo, mientras vientos morados de la Luna avanzaban por delante de ellos, despejando el camino.

Bajó de las montañas, pasó por arboledas, cruzó ríos, y alcanzó el lugar. "Ya son tres años desde la última vez que estuve aquí, con...".

—Lynda —llamó apenas vio a la sacerdote, entrando en la posada—, viniste.

—Recibí tu mensaje, no iba a dejarlo sin respuesta. Debe haber sido difícil infiltrar a esa lechuza evanescente hasta el castillo de mi familia.

—Debo admitir que el color dorado le quedaba bien... Entremos.

La misma mesa donde se habían reunido la vez anterior estaba libre, con sus sillas sin guardar, como si las esperara.

—Ya te habrás enterado de las noticias...

—¿Sobre mi hermano y el general León? Por supuesto. Ya te habrás enterado que algunos sacerdotes, encabezados por Adrianna Hallselt, quieren movilizar a la Legión Eterna nuevamente, después de que regresaron del maldito viaje. Ni siquiera le importa recuperar el cuerpo de Callan y darle un entierro en el cementerio de nuestra familia, sólo quiere vengarse, y vengarse de Érika Erbey también, por dar la orden de abandonar a mi hermano.

—Había escuchado todo eso, pero no quería creer que Érika...

—Créelo, fue lo mejor.

—¿Qué?

—Peleaste junto a mi hermano en la Luna Oculta, ella también estaba ahí. Deben haber visto cómo era. No dudo que los familiares de Daryl Barend se sienten igual que yo ahora mismo.

—... ¿No te importa?

—Me importa mucho, más de lo que te imaginas, murió un familiar... mataron a mi hermano. Pero debemos velar por el bien de Creación, no puedo defender la brutalidad ni la ceguera de Callan. Érika ya me dijo cuáles fueron sus últimas palabras... y vi la verdad en sus ojos. Ya no estaba el insoportable acto de una niña noble, hija de uno de los paladines más fuertes, entrenada para la diplomacia. Lo único que queda en ella es el deseo de paz, el horror de la guerra, y un cansancio impropio de su edad. A mi hermano ya no le interesaba volver a casa, sólo le importaba quemar a los Leones... ya no le importaba verme, tal como cuando prefería entrenar con sus hechizos cuando éramos niños. Ni siquiera recuerdo su cara, Myria, sólo recuerdo esa cosa ensombrecida, cubierta por humo y fuego —hablando, sin darse cuenta, tomó y apretó las manos de la hechicera—. Érika fue a hablar con su propio hermano, Burke. Garnet el Justo, el líder de la Legión de Hierro, fue apresado en el imperio... pero sus tropas no han levantado el asedio todavía, y Burke es un paladín, está ahí. En cualquier momento podría haber una nueva revuelta, una más grande... Érika me dijo que haría lo posible por evitar más muertes sin sentido.

—Ya no se puede confiar en el imperio, espero que todo salga bien para esos hermanos, por la misma razón por la que he venido, por el bien de Creación. Por gracia de la Dama Luna, mi reino se ha mantenido fuera de los conflictos con los demás, y el tuyo, si bien no pudo escapar de lo que pasó con el León, pudo mantenerse tranquilo cuando pasó ese altercado con el Ciervo. Aún queda algo de paz que proteger... y para eso estamos nosotras.

—No es tan normal como me gustaría, amigos de diferentes reinos —entonces Lynda se rio débilmente, soltando las manos de Myria y poniéndose de pie con lentitud—. Ahora puedo decir que una Lechuza se ha equivocado.

—¿Qué? —la hechicera se paró de golpe, sorprendida, mientras la sacerdote caminaba hacia ella.

—Nos volvimos a ver, y no fue como enemigas —le dijo, justo antes de abrazarla—. Te extrañé.

—... Yo también, Lynda, yo también.

Fin de la primera parte del volumen doce

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