S I E T E

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Durante el siguiente par de días intente continuar con mi vida normal, aún cuando el tema de Ruth Martin seguía dando de qué hablar en los corredores del colegio.
Al menos agradecía que nadie ahí estuviera juzgándome como la responsable de lo ocurrido, aunque apostaba a que hablaban de mí. De alguna forma u otra, los ojos curiosos me observaban al pasar de cerca y todo lo que quería era hacerles pensar que no me afectaba, aunque no fuera así.

Algunas personas me preguntaban acerca de esa noche, parecían intrigados por conocer mi versión de los hechos, excepto Dakota.
Esa chica me miraba con tanto rencor como yo la miraba a ella.
Habíamos dejado de hablar después del incidente y en un principio pensé en ignorarla, pero eso era complicado cuando ella continuaba murmurando falacias a mis espaldas.
Aún no estaba segura de que era lo que mascullaba cuando me veía, pero prefería no saberlo porque seguramente terminaríamos agrediéndonos de nuevo.

Al entrar a la clase de literatura la vi muy divertida, o al menos pretendía que se divertía en grande, hasta que sus ojos se encontraron conmigo y me dedico una mirada severa.
Yo hice como si me importara una mierda su existencia y camine con mi dignidad intacta hasta una mesa desocupada cerca del ventanal.


Anteriormente, en esa clase siempre nos sentábamos juntas en la misma mesa, porque al profesor Gordon le gustaban los debates literarios durante su clase, sin embargo, ahora que suponía que ya no éramos amigas, comencé a preguntarme quién podría ser mi pareja.
Dakota había conseguido un lugar con Stacy Brooks, una chica del equipo de baloncesto femenil, que era bastante inteligente, así que podía decirse que Dakota había elegido bien.
Yo por mi parte, apenas miraba en el rededor del aula, preguntándome a mí misma si sería capaz de tolerar como pareja a Charlie Dawson. Un chico menudo de piel tan pálida como un enfermo. Tenía frenillos y un cabello rubio abundante.
Había hablado un par de veces con él y no era una mala persona, pero tendía a escupir al hablar y era algo tímido y torpe con las chicas. Sin embargo, era el único que por el momento se encontraba solo en una mesa.
Hice una mueca de resignación y pensé en levantarme de mi mesa para preguntarle si podía sentarme en la suya. Pero antes de que pudiera hacer eso, una figura alta y sombría atravesó la puerta.


Jeon Jungkook entro al lugar cargando en su espalda una mochila liviana, donde apostaba que no llevaba nada.
Arqueé una ceja. Estaba contrariada por verle ahí después de recordar que menciono haber sido suspendido por el profesor en esa clase.
Pese a mi sorpresa, desvíe la vista cuando pasó cerca de mi mesa.
La bulla del salón no me dejó escuchar con claridad sus pasos pesados pero pensé que se había ido a su lugar cotidiano al fondo del salón, donde compartía una mesa con algún retrasado como él. Me equivoqué.

Jeon Jungkook miró sobre el hombro al sobrepasarme por unos metros y después de pensarlo por tan solo un instante, giró ágilmente en sus talones y se acercó antes de que yo me levantara de la mesa para probar suerte con Charlie Dawson.

Lo miré sobresaltada cuando jaló ruidosamente el asiento a mi lado y se desplomó ahí como lo haría un ebrio inestable.
Dejó a un lado su mochila, suspiro, se estiró con pereza, apoyó los brazos sobre la mesa y sin mirarme aún, hizo explotar una burbuja con la goma de mascar con la que intentaba mitigar el aroma a cigarrillo que emanaba de todo su ser.
Lo observé y negué con reproche cuando volvió finalmente sus ojos marrones a mí y sonrió a medias.


-¿Puedo sentarme?- preguntó.


-Ya lo hiciste- repliqué y él amplió la sonrisa, enseñándome parte de su blanca dentadura.


-Bien- musitó, anolando su goma de mascar como una yegua y fruncí ligeramente el ceño. Analizando con visión panorámica la reacción inmediata de Dakota al otro lado del aula.
Parecía tan sorprendida como yo, pero eso me hizo sentir ventaja por un momento, suponiendo que podría fastidiarle el día de esa forma.


-Pensé que habías dicho que el señor Gordon te suspendió de su clase durante el resto de la semana- le recordé y el chico encogió los ojos como si le costara recordar sus propias palabras.


-¿Si? Oh bueno, era mentira, seguramente solo estaba buscando algo que decir- alardeó y resoplé sin gracia. Ese sujeto estaba loco. Minutos después entró el profesor Gordon, llevando en manos como siempre, su novela "La Iliada".

Para la clase de ese día, escribiríamos nuestra opinión acerca de la lucha entre Aquiles y Héctor.
Tomé mi anotador y mi lapicero. Tenía pensado hacer la tarea yo misma, suponiendo que la contribución de Jungkook sería nula, sin embargo me sorprendí al verle inclinarse tan cerca que pude sentir el aroma mentolado de su goma de mascar.


-Héctor fue un cobarde, por eso murió- dijo y yo reí por su pequeña aportación.
El chico me miró con curiosidad al verme reír. Aparentemente él hablaba muy enserio, así que me esforcé por volver a la seriedad.


-Bien, podemos escribir sobre eso- acepté- la cobardía de Héctor- anoté el título y escribí acerca de la batalla en la que Héctor se enfrenta a Aquiles al ser timado por Atenea, quien le asegura que será apoyado por Deífobo en la pelea. Pero eso resulta ser un engaño y Héctor muere sin refuerzos.


-Las mujeres son unas mentirosas- bromeó Jungkook después de unos minutos.


-Atenea no es mujer, es una diosa- corregí, anotando nuestra opinión acerca de la cobardía y la traición. Jungkook, con la mejilla apoyada en la palma de su mano se limitó a mirar y al final escribí su nombre junto al mío, para hacer saber al profesor que esa tarea nos pertenecía.


-Tienes linda letra- opinó con un murmullo que hizo un cosquilleo en la boca de mi estómago.


-Lo sé- me limité a responder sin modestia alguna. Me puse en pie y entregue la hoja al profesor, luego volví a mi lugar, mirando de reojo a Dakota, quien también me observaba fijamente y podía apostar que estaba detestándome por compartir la mesa con Jungkook. Sin embargo, eso no me importaba en lo más remoto.

Cuando la clase terminó, la chica se puso en pie violentamente y salió del aula a zancadas.
Sonreí orgullosa y tomé mis libros, mientras el castaño cargaba nuevamente con su mochila vacía.


Era la hora del almuerzo y yo necesitaba saciar mi ansiedad con comida.
Durante la infancia fui robusta a causa de una compulsión enfermiza por la comida y eso siempre fue algo con lo que debía lidiar. Al crecer, aún me resultaba complicado mantener una dieta balanceada, aunque me esforzaba ejercitándome para perder los kilos extras y mantenerme en un buen peso.


-Los chicos y yo detestamos la comida de la cafetería- comentó Jungkook al seguirme de cerca hasta el corredor- así que casi siempre caminamos un par de calles hasta McDonalds- señaló vagamente la dirección en que se encontraba ese establecimiento.
Sonreí como única respuesta a su historia, pero parecía que él esperaba algo más que eso- Si quieres puedes acompañarnos, yo invito- ofreció y mi sonrisa desapareció al mismo tiempo que mi estómago se endurecía como una roca pesada y punzante.
Lo miré alarmada sin dejar de caminar entre los alumnos que se movían de un lado a otro como un banco de peces.


-Emm- titubeé incomoda. ¡Cielos santo! Eso no era nada bueno. Ese sujeto estaba invitándome a comer con los suyos y por si eso no fuera suficiente, se ofreció además a costear mis gastos.
Definitivamente estaba demente si pensaba que aceptaría- Quizá en otra ocasión... Le prometí a unas amigas que comería con ellas en la cafetería- expliqué con timidez, pero como siempre, ese chico lidiaba bien con lo imprevisto y mantenía el mismo semblante relajado pese a mi rechazo.


-De acuerdo ¿Te parece mañana?- preguntó y sentía como si mis órganos vitales hubieran dejado de trabajar durante esos segundos de tensión.


-Claro- acepté sin saber que otra escusa darle.


-Bien- se despidió sonriente, dándome una palmadita en el hombro y se alejó triunfante mientras yo me quedaba quita como un zombie en ese corredor. ¡Maldita sea! ¿Cómo iba a salirme de ese embrollo?

PredestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora