V E I N T I T R E S

423 48 0
                                    


Los sueños que me atormentaban cada noche, cobraban más y más sentido al pasar el tiempo. De pronto tenía sueños estructurados y claros que parecían ser el recuerdo de algo que mi mente había borrado.

En esos sueños, el lugar era obscuro y yo estaba sentada en el asiento posterior del automóvil lujoso cuyo motor apenas era audible. Por encima de ello, era más sencillo escuchar la música de la radio. Una canción de Stone Roses que reconocí fácilmente.

Tenía las manos posadas en mi regazo, frotando la tela de mi pantalón nerviosamente mientras miraba por la ventana. El camino que seguíamos no era alentador en absoluto. Unos minutos atrás pasamos la última gasolinera y el sujeto que conducía no se detuvo.

Mencionó una fiesta pero no me sentía en el papel de la ingenua. Sabía que no habría fiesta alguna, sino un desenlace fatal. En aquel momento pensaba en la forma de advertirle a Ruth acerca del peligro, pero no quería que el potencial asesino supiera acerca de mis teorías. Mire de un lado a otro y ahora nos encontrábamos en medio de una autopista donde el alumbrado se había quedado muy por detrás de nosotros.

Ruth Martin se observaba vanidosa a través del espejo desplegable en el techo y yo por mi parte, trataba de encontrar una manera de dar una señal al mundo. Sabía que la probabilidad de perder la vida era alta así que necesitaba algo que pudiera llevar conmigo hasta la tumba y cuando mi cuerpo fuera hallado en una zanja, podría brindar pistas de lo sucedido, pese a estar muerta. Observé meticulosamente el alrededor. A mi lado había una caja de cartón con una etiqueta adherida a la tapa.
En esa etiqueta se apreciaba un sello en tinta negra con la frase: "Ferreterías Graham".

Esa cosa no era algo de suma importancia, pero de igual forma lo tomé y lo guardé en el bolsillo trasero de mi pantalón. Luego suspiré y trague pesadamente cuando el auto se detuvo.

-¿Qué lugar es este?- preguntó Ruth Martin al percatarse de que estábamos en medio de la nada y ahí no había ninguna fiesta.

-Corre Ruth- grité al tiempo en que me abalanzaba contra el sujeto misterioso, quien sacaba del bolsillo una navaja.

No tenía idea de donde había surgido ese lado tan valiente de mí misma pero no medite mucho en ello.
Di un par de fuertes golpes contra el rostro del asesino y sentí el filo de su navaja cortar superficialmente mi palma. Su tosco grito me advirtió que estaba furioso, así que salí del auto disparada segundos después de que Ruth Martin lo hiciera. Las dos corrimos camino abajo por la autopista y el motor del vehículo rojo nos advertía lo cerca que estaba al seguirnos a toda velocidad.

-¡Lexi!- el agudo grito de Ruth me hizo volver la vista cuando el automóvil que nos seguía se detuvo y el hombre salió como una bala para tomar a la chica más joven.

-¡Suéltala!- grité, corriendo hasta él para golpearlo pero la que recibió el primer golpe fui yo.
Un puñetazo que me hizo perder la conciencia por un tiempo y cuando abrí los ojos, estaba recostada en el jardín de mi casa. Estaba abrumada, confundida, no comprendía nada y mientras los gritos de Ruth se desvanecían en mi cabeza hasta desaparecer, yo entraba a mi casa, olvidando todo lo sucedido, al menos hasta esa noche, en que los recuerdos volvían a mí tomando la forma de una aterradora pesadilla.

Un alarido salió de mi boca cuando desperté en mi cama. Esa fue la primera vez que experimente un sueño con semejantes detalles. La manera en que las escenas se reprodujeron en mi inconsciente me hicieron creer que quizá no se trataba de un sueño, sino un recuerdo de algo que había olvidado la noche en que Ruth Martin fue secuestrada. Hasta ahora había creído que no estuve presente en el crimen. Recordaba haber abandonado el automóvil del sospechoso desde el primer momento, pero constantemente volvía a soñar con los eventos consiguientes en los que presenciaba el ataque a Ruth.

PredestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora