C I N C U E N T A Y C U A T R O

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-NARRA JUNGKOOK-

Durante varias semanas, transcurrió un proceso largo de recuperación en el que apenas podía ponerme en pie y era extraño comenzar desde cero.
Parte de mi vida se había esfumado pero no estaba listo para decirle adiós a todo lo que sobrevenía.
Poco supe de mi mejor amigo, Dave Ford, hasta el día en que entró por las puertas del hospital y me pareció una sorpresa que nuestro primer tema de conversación no fuera Lexi.
Sabía que de alguna forma estropee lo que hubo entre ellos, sin embargo no había resentimiento alguno en él.

-Digamos que estamos a mano ahora‒ me dijo cuando yo tomé el valor de abordar el tema.
Aquella batalla entre Dave y yo casi desmorona una gran amistad ¿Y todo por una chica? Lexi lo valía, aunque me alegraba que todo eso hubiera terminado.

-En realidad estoy saliendo con una chica ahora‒ explicó‒ la conocí en la universidad.
"La universidad". Eso era lo más extraño de todo. El tiempo me había dejado atrás y ahora la mayor parte de mis amigos vivía a un par de horas de distancia, en la gran ciudad de Nueva York, donde las universidades eran mejores que en nuestra pequeña provincia.

Definitivamente ese sería un año extraviado. Aún debía presentar algunos exámenes de la preparatoria antes de aplicar para una universidad decente y pensaba seriamente en hacerlo todo por pertenecer a Columbia, pues estaba al tanto de que Lexi estudiaba ahí, y vivía en unos condominios a unas calles de distancia.

Pero nada de eso fue sencillo. Mantener la cabeza en profundamente en el colegio pese a mis problemas físicos y también mi acostumbrada pereza, hacía de ello un trabajo doble.

En efecto, nunca creí ser capaz de todo ello.
Por suerte para mí, en la preparatoria, los profesores no fueron exigentes con las pruebas, sabiendo bien mis circunstancias y de esta forma tuve más tiempo para sentarme al frente de una hoja de papel y escribir decenas de borradores sin pies ni cabeza en un esfuerzo por obtener de todo eso, el ensayo perfecto para ser aceptado en la universidad de Columbia.

Sin embargo, todo de lo que mi cabeza salía eran absurdos retazos de un romance.
En todo lo que podía pensar era en mi amor y en cuanto deseaba pertenecer a ese colegio, tan solo para seguir los pasos de la chica de quien me había enamorado.

Asi que sin pensaro, y permitiéndome un momento de tonterías y habladurías redacte un ensayo de diez hojas, explicando las vueltas de la vida, la incertidumbre del hombre en la faz de la tierra y el único sendero que nos guía a través de la maleza; el amor.

Me describi como un sujeto testarudo pero decidido, que pese a los golpes de mi pasado, gozaba del renacimiento de mi alma a causa del amor y daba como justificación de todas mi victorias, mis anhelos y mis metas mi nuevo ser tan motivado.
"¿Y qué es más envidiable que la motivación?" escribí "¿Qué mejor motor para la vida y el camino a un nuevo triunfo que la motivación. Y sin duda alguna el amor, sea donde sea que se encuentre dentro de mi ser, ha encontrado la raíz de mis motivaciones."

Parecía absurdo, me escuchaba como un idiota Romeo, pero hasta entonces no creí que aquel ensayo sería el definitivo.
Teminé mis escritos con una pequeña cita, de un poeta cuyo poema memoricé sin comprender un año atrás, durante las clases aburridas de literatura, pero ahora aquel párrafo cobraba sentido para mí.
"En definitiva, esto estaba predestinado
por un dedo invisible que mis ojos abrió
dando vacaciones al ciego abandonado
residente de mi vida que por ti murió."

Al terminar con el ensayo me sentí satisfecho, era casi media noche y al día siguiente me darían de alta en el hospital, así que finalmente podría salir de esa prisión y lanzarme a la vida de nuevo.
Dormí profundamente y al despertar estaba tan emocionado que no noté que mi madre hurgaba entre mis cosas mientras empacaba mis pocas pertenecías para irnos.

-Es algo hermoso, mi cielo‒ me dijo y yo demoré en volver la vista para encontrarla ahí de pie, con la evidencia de mis absurdos sentimientos transparentes plasmados en diez hojas de papel.

-No leas eso, mamá‒ me quejé‒ es privado.
Le arrebaté las hojas pero ella sonrió aún más que antes. Como si le causara gracia ese bochornoso calor que subía a mi rostro.

-Es un muy buen ensayo Jungkook, creo que es perfecto para cualquier universidad que quieras aplicar‒ me aseguró y yo no me consideraba un chico que siguiera los consejos de su madre. De hecho nunca hacia algo semejante, pero para variar un poco, decidí confiarlo tras leer de nuevo lo que había escrito y tan solo agregué al final una clemencia: "Pocas cosas en mi vida me hacen merecedor de una universidad prestigiada, excepto estas diez hojas y quizá él estar predestinado".

Como poeta seguramente moriría de hambre. Llegué a pensar que la dirección estudiantil se reuniría a carcajearse de mi ensayo en cuanto lo recibiera. Pero no podía decir que me había arrepentido.

PredestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora