V E I N T I C U A T R O

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Nada en el mundo podría despertarme de mejor humor, que esa sensación producida por el ambiente navideño. Y cuando digo ambiente navideño, me refiero a despertar a la hora que quiera, sintiendo el aroma delicioso de los desayunos especiales que mamá preparaba, tan solo cuando tenía el tiempo para hacerlo.

En esas épocas, era prácticamente a diario y en esa ocasión, mis sentidos despertaron de su sueño para olfatear el dulce aroma de los panqueques con fresas, chocolate y miel, que podría pasar el día entero comiendo. Eso, acompañado del clima invernal que se infiltraba a la habitación, a través de las paredes y las ventanas, y sin la fastidiosa aparición del sol y sus rayos inoportunos.
Odiaba el sol, debido quizá a que en otra vida fui un vampiro.

Me estiré plácidamente, golpeando con torpeza el cuerpo inmóvil que se encontraba a mi lado.
Parecía que a él, aún no le había despertado el dulce olor del desayuno y yo demoré en recordar de quién rayos se trataba, hasta que un suave golpeteo en la puerta nos hizo saltar a los dos.

-Lexi, cariño, despierta- la voz de mamá al otro lado de la puerta se escuchaba como un fastidioso timbre agudo- ya son las once de la mañana, en un par de horas llegarán tus primos- me recordó y hasta entonces caía en la cuenta de que tan solo faltaban tres días para Navidad, así que la familia de mi padre llegaba desde San Diego, como cada año, para visitarnos.

-Si, si- parlotee desorientada, volviendo la vista al chico a mi lado, de los ojos adormilados y el cabello enmarañado. Nos sonreímos y volvimos caer contra el colchón, suspirando al unísono, mientras nos acurrucábamos más cerca que antes.

Me quede ahí, muy quita, muy tranquila, sintiendo el latido suave de su corazón contra mi mejilla, sus manos apoyadas en mi espalda y nuestras piernas entrelazadas entre sí y enredadas con las sabanas.

-Huele rico- murmuró con un ápice grave y ronco indiscutiblemente atractivo.

-Es el desayuno- susurré, plenamente satisfecha del calor que me transmitía con su abrazo acogedor.

-No- volvió a hablar con su tono enloquecedor- creo que eres tú- me dijo y una risita seguida de un suspiro salieron de los más profundo de mi al sentirle olfatear mi cuello y besar mi piel muy suavemente.

No hice ni un solo movimiento. Sabía que debía apresurarme si quería que no me descubrieran en esa fechoría. Debía asegurarme de estar lista para recibir a mis primos y encargarme de Jungkook después. Pensaba en la forma de permitirle quedarse sin que mis padres supieran que había pasado ahí la noche, pero me costaba concentrarme mientras él continuaba besando mi cuello con tanto esmero.
Miré la hora en la mesita de noche y sonreí, meditando en el tiempo que teníamos.
Rodeé su cuello con mis brazos y reí quedito cuando me sostuvo por los muslos y me jaló suavemente para acomodarme e invitarme a afianzar las piernas en su cintura.

-¿Dormiste bien?- me preguntó con un susurro y yo asentí sonriente, mirando con detenimiento sus grandes ojos marrones cuando apoyo las manos a cada lado de mi cuerpo y tomó ligera distancia, mirándome desde arriba mientras yo jugaba con la cadena de plata con un dije de un avion de una J que colgaba de su cuello.

-¿Te gusta?- preguntó con un murmullo, al tiempo en que sus manos se deslizaban cuesta arriba por debajo de mi blusa, subiendo por mi cintura, hasta mi pecho.

-¿El collar o que me toques?- pregunté con picardía y el chico rió en voz baja, dejando un beso en mis labios antes de volver a tomar distancia para mirarme. Aquella forma en que me miraba, me hacía sentir tan plena, porque me parecía que era una mirada dulce y sincera.

-El collar- susurró.

-Me gusta mucho.

-Pues tómalo.

PredestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora