C U A R E N T A Y C I N C O

231 26 2
                                    


Al llegar a casa un viernes por la tarde, no tuve ánimo de pensar en la tarea. Estaba agotada tras una larga semana de clase y consideraba una ingenuidad pensar en fastidiosos trabajos los viernes. Para eso contaba con el domingo por la noche. Así que tomé una ducha y luego pasé un largo rato arreglando mis uñas.

Las barnizaba de diferentes colores pero no sabía por cual decidirme y mientras tanto, miraba con pocas expectativas el video que se reproducía en el televisor.

Aquel video, era el que Dave había conseguido de las cámaras de seguridad de la ferretería de su tío. Las últimas semanas revisamos cada una de esas cintas, con la pequeña esperanza de encontrar al culpable de la muerte de Ruth Martin y así mismo de todas las desapariciones que habían ocurrido en la ciudad.

Me recosté y aguardé a que mi esmalte se secara. En realidad, estaba relajada. Quizá demasiado relajada, para tratarse de alguien que esta en busca de un peligroso asesino. Pero como dije antes, no tenia altas expectativas de lo que iria encontrar esa tarde, así que resultó una sorpresa alarmante cuando mis ojos se enfocaron en la figura erguida de un joven bien vestido, cuyo abrigo me pareció singularmente familiar.

Mis uñas aun estaban bajo un proceso de belleza pero olvidé todo eso por completo y me levanté con un brindo de la cama para mirar más cerca la imagen de esa persona en el televisor. Apenas tenia el tamaño de un dedo, pero no olvidaría ese estilo nunca.

Era un estilo que no solía verse todos los días en ciudades pequeñas como esas. La mayor parte de las veces, ese tipo de hombres que utilizaban chalecos y gabardinas tan elegantes, eran pertenecientes a los puestos de trabajo más altos oficinas de Nueva York. Nada parecido a lo que se veía en esa provincia de clase social media.

Observé su forma de caminar. Llevaba un cigarrillo entre los dedos de una mano y con la otra, peinaba su cabello atizado hacia atrás.

Una toma desde un ángulo diferente, heló mis huesos y solo entonces pude verle con más claridad el rostro, cuando aquel hombre se encontraba de frente a la caja registradora y podía incluso ver los utensilios que había comprado esa tarde.
Un martillo, bolsas de plástico, una pala, sogas y algo que parecía ser cinta aislante.
Tenía un semblante relajado y cuando pausé el video, pude sentir la sangre corriendo por mis brazos y las manos se me adormecían.

El sudor corría por mi frente y apenas era capaz de sentir el corazón palpitar en mi pecho. Era él. Aquel hombre era el mismo que vi la noche fatal y al ver el marcador a un extremo inferior de la pantalla, noté algo curioso: Viernes 10 de Octubre de 1986.
Esa fecha era inolvidable, porque era la misma fecha en que había estado en la mansión Watson y la misma fecha en que Ruth Martin desapareció, siendo encontrada sin vida unos días después a las afueras de la ciudad.

El recuerdo me hizo estremecer y al pausar el video requerí de unos segundos para procesar la información en mi cabeza.

Por primera vez en casi un año, tenía ese rostro de nuevo ante mí. Era justamente como lo recordaba, no podría haberlo olvidado jamás, sin embargo no estaba segura de que debía proceder.
¿Debía entregar ese video a las autoridades?
La última vez que intenté hablar con la policía ninguno de ellos me escuchó y sabía que si entregaba ese video a cualquiera de ellos, no volvería a verlo y probablemente no le darían la importancia necesaria.

Comencé a preguntarme si sería capaz de sobrellevar ese caso yo misma y no pude evitar fantasear por un momento.
Me imaginé con una sonrisa en la primera página del periódico y en las noticias de todo el país. "Una chica común y corriente resolvió uno de los misterios más intrigantes de la última década en los estados unidos".

¡Sería famosa! Sin mencionar que eso me ayudaría a limpiarme de culpas emocionales con respecto a la muerte de Ruth Martin.
Sabía que muchos meses atrás fui cobarde y no pude impedir que su asesinato se llevara a cabo, pero quizá podría ser la pieza esencial para atrapar al culpable.

¿Pero cómo?

Necesitaba un plan. Algo que diera resultado. Debía pensar con calma y ser inteligente, de lo contrario podría meterme en un lio del que no saldría con vida.

Ese no era un juego. Estaba lidiando con un caso de numerosos asesinatos y desapariciones.
Se trataba de un asesino peligroso en serie y yo era una adolescente torpe, así que no podía arriesgarme a titubear ni a errar. Mi vida dependía de ello.
Tomé el teléfono en la mesita de noche y marqué un número ya conocido. Al otro lado de la línea respondió una voz suave.

-Hola‒ atendió.

-¿Dave? ¡Soy Lexi! ¡Lo encontré!‒ casi grité y el chico aguardó por un momento, mientras al fondo se escuchaban otras voces que me indicaban que se encontraba en compañía de sus amigos.

-¿De qué hablas?‒ preguntó y al fondo las voces se convirtieron en gritos y vitoreos.

-¿Qué haces?‒ pregunté al escucharlo gritar también.

-Estoy con unos amigos viendo un partido, amor ¿Y tú?‒ trató de entablar una conversación pero fui al grano de nuevo.

-Acabo de ver una de las cintas que me diste y creo que encontré al asesino de Ruth Martin‒ expliqué, aguardando por escuchar su sorpresa, pero en lugar de eso volvió a gritar:

-¡Defensa! ¡Defensa! ¡Hijo de puta! ¿Qué haces?‒ su voz retumbó contra mi oído y fue necesario que apartara el teléfono para no quedarme sorda.

-¡Dave!‒ me quejé.

-Lo lamento, perdón ¿Qué dijiste?‒ volvió a preguntar y rodé los ojos.

-Vi una de las malditas cintas de seguridad y encontré al asesino que buscaba‒ levanté la voz para que esta vez me escuchara bien y su silencio se reanudo.

Las voces de sus amigos seguían igual que antes, pero ahora Dave respondía a mis noticias.

-¿Qué? ¿Estás segura?‒ pregunto.

-Jamás estuve tan segura de algo, es él... lo estoy viendo, estoy muy segura‒ repetí sin quitarle los ojos de la pantalla congelada donde se encontraba el rostro del hombre en cuestión.

-¡Cielos! Debes decirle a la policía entonces‒ me dijo pero yo negué obstinada.

-Ni loca, una vez intenté hablar con ellos y no me escucharon. Haré esto sola‒ sentencié y Dave al otro lado se exaltó.

-¿Qué harás sola? ¿Estás loca? Tú no puedes hacer nada Lexi‒ me reclamó.

-Iré a tu casa, espérame ahí, llevaré la cinta‒ finalicé los rodeos y no esperé su respuesta, tan solo corté la llamada y salí de casa con prisa.

PredestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora