V E I N T I C I N C O

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El peso de nuestros pasos torpes, crujían sobre el suelo de madera de las escaleras cuando intentabamos llegar al recibidor sin que nadie nos viera. El corazón me latía a mil por hora, nunca antes cometí imprudencia igual.

Empujé a Jungkook al llegar a la puerta y cerré cuidadosamente para que nadie escuchara.
Una vez que hube terminado, suspiré profundamente y sonreí, iniciando una ruta de saltitos hasta la cocina donde la voz de mis padres me reciba.

-Ahí estás, finalmente... ven ayúdame con la manzana- dijo papá, quien como siempre quería deshacerse de sus responsabilidades y entregármelas a mí.

Me dio las manzanas y me pidió cortarlas en pequeños pedazos para colocarlas en el interior de la tarta que pronto calentaríamos en el horno.
Obedecí sin refunfuñar, estaba demasiado enamorada como para dejar que papá arruinara mi ánimo. El hombre se alejó para pretender que hacia algo en esa cocina y mamá terminaba de preparar el ponche.

En un rato llegarían mis primos para pasar con nosotros las vísperas navideñas, pero por ahora al escuchar el sonido del timbre, supe bien que no se trataba de ninguno de ellos.

-Yo, yo iré- dejé las manzanas a un lado y corrí hacia la puerta sabiendo perfectamente que me encontraría con el chico que me había robado el corazón por completo. ¿Enamorada tan pronto? ¡Oh sí! Yo era una persona fácil de complacer y vaya que Jungkook lo había logrado.

Al abrir la puerta y encontrarme con esos enormes ojos de un marrones intenso, creí que caería al suelo, pero en lugar de eso caí entre sus brazos.
Eso fue todo lo que necesitamos. Todo ese numerito fue part de nuestro plan para pretender ante mis padres, que Jungkook apenas llegaba, como una visita espontánea y así olvidar por completo el hecho de que había dormido en mi cama y habíamos tenido sexo en la ducha.

-Jungkook- susurré encantada.
Rodee su cuello con mis brazos y el rodeo mi cintura con los suyos, permitiéndome fundirme en el momento y en sus labios rosas tan suaves que me volvían loca.

Ese quizá no era el momento adecuado para besos apasionados, pero no pudimos evitarlo, nos dejamos llevar y por algunos minutos no dijimos ni una sola palabra, tan solo continuamos besándonos.
La forma deliciosa en que lo hacía me recordaba a la manera en que lo hizo en la ducha y automáticamente las mariposas volaban desesperadamente en mi estómago y enviaban corrientes eléctricas a un mismo lugar entre mis piernas. Ronroneé, sosteniendo su rostro entre mis manos y mordí sus labios al sentirle sonreír tan atractivamente.

-Eres la más traviesa- me dijo con un susurro y sentí curiosidad por saber a que se refería con eso.
¿La más traviesa? ¿En base a qué estadísticas? ¿La más traviesa entre las chicas que había besado? ¿La más traviesa entre las chicas que había conocido?
Necesitaba saber, pero no pude preguntarle, porque me empujaba suavemente para invitarme a entrar a la casa con él.

-Aleja tus labios de mí, tus padres no pueden vernos así- me recordó a susurros y yo reí quedito, tomando su mano y dejando un último besito en esos labios deliciosos antes de llevarlo prácticamente a rastras.

-Mamá, papá, Jungkook está aquí- lo presenté como si alguno de ellos lo hubiera estado esperando, aunque no era así. Sin embargo, ambos saludaron propiamente y le invitaron a sentarse.

Mamá solía mencionar de manera frecuente que deseaba conocerlo mejor, así que ahora Jungkook sería sometido a un incómodo interrogatorio, aunque a él no parecía interesarle en absoluto. Me aventuraba, incluso, a pensar que estaba acostumbrado a ponerse esa mascara de chico bueno.

Lo miré con curiosidad al hablar de su madre, la escuela y las cosas que solía hacer cuando tenía tiempo libre, como el deporte y los comics. Cualquiera pensaría que se trataba de un chico promedio, aunque yo sabía que no era así.
Sabía que Jungkook mentía al decirle a mi madre que había comenzado a hablar conmigo una tarde en el colegio, mientras le ayudaba a solucionar una duda con su tarea de algebra.

Yo era pésima en algebra, no entendía como mi madre pudo haber creído tal cosa. Aunque yo sabía que no era posible decirle que comenzamos a hablar la noche en que allanamos propiedad privada, en una mansión embrujada, la misma noche en que Ruth Martin fue secuestrada. Definitivamente la historia de la tarea de algebra en la biblioteca era mucho mejor e incluso podría ser más romántica.
Jungkook aparentemente tenía ese don. El de transformarse en cualquier cosa que quisiera. Podía ser una persona totalmente distinta, con una facilidad asombrosa.

Por un momento, me pregunté si también era capaz de actuar cuando estaba conmigo, para presentarme tan solo la parte linda de sí mismo y hacer a un lado todo lo malo que quizá yo no debía saber nunca.
«Deja de pensar en tonterías» Me dije a mi misma y deseché por completo las ideas negativas. Sabía que conocía lo suficiente a Jungkook. Conocía ambos lados de la moneda, él no era un ángel aunque tampoco era el infeliz soberbio que creí alguna vez.

Para cuando mamá termino con su repertorio de preguntas, parecía conforme, le dedicó a Jungkook un par sonrisas y le invitó a beber algo.
Luego me tomé la libertad de acercarme lo suficiente para sentir ese perfume delicioso que desprendía de su ropa.

Jungkook continuó dando una buena impresión y ayudó a colocar los platos en la mesa del comedor.
De vez en cuando me dedicaba una mirada encantadora y me hacía sentir que mis pies abandonaban el suelo. Estaba perdida en las nubes, en algún lugar muy alto en el que nunca antes estuve.

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