V E I N T I N U E V E

303 39 2
                                    

Aquella noche Jungkook se convirtió en algo aún más íntimo para mí.
Me encantaba sentir que esa pequeña relación se fortalecía poco a poco y sus detalles me llenaban de gozo.

Esa noche me prestó su chaqueta, para que no me congelará viva en las calles, mientras nos divertíamos con la pirotecnia.
Y era encantador escuchar sus aullidos y risas que repicaban como un fuerte eco en las calles.
Lucia encantador, adorable como un niño que jugaba con una gran sonrisa y las mejillas ruborizadas.

Después me besó y antes de marcharse dijo:

-Quédate con la chaqueta. Quiero que huela a ti cuando me la devuelvas- eso fue lo más romántico y tras subir a su vehículo, me miró atraves de la ventanilla abierta y sonrío- Me divertí mucho, cielo. Descansa- dijo y luego se marchó.

El resto de la madrugada sentía que flotaba y al ir a la cama, me puse la pijama y luego me abrigue con la chaqueta de Jungkook. No quería desprenderme de ella nunca. Era lo más delicioso del mundo, sentir su perfume e imaginar que dormía a su lado.

Podía imaginarme así cada noche del resto de mi vida y tal vez eso era arriesgado. Sin dudas sabía que estaba demasiado enamorada de ese chico, demasiado encadenada y ciega para pensar con coherencia. Lo único que deseaba era pasar con él cada momento. Especialmente en esas vísperas navideñas y también en año nuevo.

Le propuse al chico visitarnos de nuevo y él aceptó. Así que pasamos la tarde del treinta y uno comprando ropa para la celebración.
En esta ocasión, le permití a Jungkook elegir el vestido que compraría. Su elección fue un vestido dorado de mangas largas pero ajustado en el pecho y la cintura, así que no perdía para nada el atrevimiento.

Podía acostumbrarme a eso. Podía acostumbrarme a su constante compañía y a su mano cálida en contacto con la mía.
Era divertido y era atractivo, disfrutar de su cariño.

La separación me parecía eterna cuando él se iba a casa para alistarse, dejándome a mí en mi hogar, con mi familia, que ya comenzaba a preparar todo para la cena.

Tomé una larga ducha y me preparé con meticulosa calma.
Pensaba en cada detalle que pudiera cautivar a Jungkook y el tiempo pasaba volando tan rápidamente cuando hacía todo por lucir como una reina.

-Lexi, los invitados ya están llegando, ven ya- escuché la voz de papá al otro lado de la puerta de mi habitación mientras me retocaba el maquillaje por tercera vez e intentaba decidir el peinado ideal.

-Aún no estoy lista- gruñí a regañadientes. Empezaba a exasperarme porque sentía que nada sería suficiente. Necesitaba lucir perfecta pero ya sabía que yo estaba muy lejos de la perfección.

-Ahora Lexi- exigió el hombre y solté una blasfemia, resignándome a salir de ahí, tal como estaba.
Mi peinado finalmente, fue una trenza con mechones ondulados que sobresalían de un lado y de otro, dándole un toque causal aunque sin perder lo elegante.

Llevaba un par de zapatos de mi madre. Los suyos eran una talla más pequeña, pero como la hermanastra de cenicienta, encogí los dedos para que me entrasen ya que eran preciosos y hacían un jugo perfecto con mi vestido dorado.

Una vez más, las amistades de mi madre me recibieron con elogios y payasadas, pero agradecí, con la sonrisa más cínica que hubo en mi.
Luego di vueltas por la sala. Mis primos veían un especial navideño de películas románticas de la época y yo no podía quedarme quita.

-¿Vendrá Jungkook?- preguntó Martin, cuando faltaban quince minutos para la media noche y mis padres ya nos llamaban para la cena.
En sólo quince minutos nos desearíamos un feliz año nuevo, pero Jungkook no estaba ahí aún y me rehusaba a pasarla bien.

PredestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora