Predestinados

T R E C E

Era el fin de semana de Halloween y mientras los más chicos salían a las calles a pedir dulces yo estaba en casa, rompiéndome la cabeza con mis planes estipulados de la noche.

«Todos sabrán acerca de esto y los chismes corren rápido» Me dije a mi misma mientras me miraba al espejo y sabía que el vestido que utilizaba era demasiado revelador para tratarse de una cita con Jeon Jungkook.
¿Era eso una cita? ¿Debía considerarlo algo serio?
Estaba demasiado preocupada por cuales serían los pensamientos que cruzarían su mente en el momento en que me viera.

Recurrí entonces a un abrigo, no quería que pensara que mi intención era atraer sus ojos a mi cuerpo y de cualquier forma, sabía que estaba helando afuera.
Mi corazón latió fuerte desde que me perfumé por segunda ocasión y fui del todo consciente de la ansiedad que me causaba la situación. Sufría una extraña mezcla de sentimientos. Por una parte deseaba abandonarlo todo. En un principio, al pensarlo, me arrepentí de haber aceptado pero después de prepararme y vestirme, la antipatía se convertía en una inquietud peligrosa por probar lo desconocido.

Tan solo una ocasión me cite con Jungkook y el desenlace no fue nada placentero. Pensar que estuve cerca de morir esa tarde, me regresaba a la primera idea, la cual me invitaba a acobardarme. ¡No podía hacerlo! Estaba segura de que Jungkook no me permitiría dejarlo plantado esa noche, especialmente cuando él llegara a la puerta de mi casa.
Suspiré y me resigne.

-Tranquila. Será una fiesta repleta de gente, al menos no estaremos solos- hablé sola mientras bajaba las escaleras, ajustando mi abrigo color olivo para esconder mi vestido blanco con estampado de cerezas.

Me senté en la sala, aguardando el porvenir y mi mente no podía evitar dar demasiadas vueltas en el asunto. Me preguntaba si Jungkook intentaría besarme esa noche.

¿Qué haría si él lo intentaba? ¿Cómo lo detendría?

-Lo lamento, Jungkook... Dakota me mataría- esa era una excusa adecuada.
No quería darle una mala justificación de las razones por las que no podía besarlo. Necesitaba que él comprendiera, porque a pesar de todo lo extraño que eso era, no estaba entre mis intenciones hacerle daño o ser cruel.

Volví la vista atrás cuando un par de luces brillaron a través del ventanal de la sala y sentí mi estómago contraerse dolorosamente.
-Mamá, ya me voy- grité con un timbre agudo y tembloroso. Me puse en pie y tropecé con la alfombra al cruzar la estancia.
Mis manos se estrellaron duramente contra la puerta y bufé.
-Divierte nena- dijeron mis padres desde la cocina y no respondí porque ahora toda mi concentración estaba en salir de la casa con estilo. No como lo había hecho hasta entonces con la alfombra.

Un viento helado golpeó contra mis mejillas y me consideré afortunada porque al menos no tendría que quitarme el abrigo durante la velada.
Sonreí tímidamente al ver al castaño que salía del automóvil que sus padres le habían confiado.
Era irónico pensar en eso, pues tan solo unas semanas antes, se accidentó con la motocicleta y cualquier padre desconfiaría de su hijo el resto de la vida. Al menos, mis padres eran de esa clase de personas que no creían en las segundas oportunidades.

-Hola, hola- saludó alegremente y sin preguntar, dejó un primer beso en mi mejilla.
En ese momento, lo detesté y me detesté a mí misma también, porque no pude evitar incomodarme a causa del toque húmedo de sus labios robustos y el aroma delicioso de su perfume. Parecía que Jungkook, al igual que yo, se había perfumado el doble de lo acostumbrado para nuestra cita.

-Hola- respondí con un ápice suave que reflejaba mi timidez y desconfianza cuando el chico abrió la puerta del copiloto y me invitó a abordar.
Entré al lugar en silencio y me regocije por el calor mientras Jungkook daba la vuelta para tomar el volante. Lo miré atentamente hasta que abordó. Debía aceptar que lucía bien esa noche. Vestido con unos jeans obscuros y una camisa negra arremangada a los codos.