capítulo III (3)

34 6 0
                                    

-Beca, ayúdame.

¡Dios!, otro brinco, casi se me sale el corazón del pecho, hablé alto para que donde fuese que estuviesen los chicos me pudiesen escuchar.

-Escuchad, esto ya no tiene gracia, ya os he pillado, me habéis abierto la entrada a vuestro escondite ¿porque no lo dejáis ya?

Nada, de nuevo silencio, solamente roto por el ruido quizás de alguna rata, volví a bajar de nuevo el móvil hacia el suelo poniendo especial cuidado de no pisar alguna, estaba tan distraída que no me di cuenta de que había llegado a una habitación que parecía bastante grande aunque no se podía percibir con claridad ya que la única y pequeña ventana de barrotes que había apenas dejaba entrar unos cuantos rayos de sol, no iluminaba la mayor parte de la estancia pero sí dejaba ver al chico que se encontraba frente a mí. Estaba encadenado a la pared de piedra que había detrás de él , tenía grilletes en las manos y las cadenas eran demasiado gruesas, el pelo largo y negro le llegaba hasta casi la cintura, vestía un pantalón oscuro y el torso lo llevaba al descubierto, levantó la cabeza hacía mí, el pelo se le pegaba al rostro y apenas podía verle los ojos ya que tenía una abundante barba. Aunque no lo distinguía mucho desde donde me encontraba estaba segura de que era joven.

- Esto es una broma, me estáis gastando una broma ,¿ verdad?, aunque ésta no tiene demasiado gracia, ¡vamos, dejarlo ya!

-¡Beca, ayúdame!


Miré hacía aquel chico y mis ojos se abrieron en su totalidad mientras me llevaba una mano a mi boca, ¡era él, la voz que había escuchado todo el tiempo había sido la de él!

- Beca, ayúdame.

Empezó a mover las cadenas como si quisiese desprenderse de ellas, sentí como algo se me resbalaba de las manos antes de dar media vuelta y correr hacía la salida, no veía nada ya que lo que se me había caído era mi móvil, sabía que en cualquier momento me daría de bruces con algo y acabaría en el suelo pero en mi cabeza solo había un pensamiento, un deseo, salir de allí cuánto antes. Cuando vi a través de la abertura de aquella pared la luz del sol escuché de nuevo su voz.

-No hables con nadie, no puedes decírselo a nadie.

A medida que iba alejándome del pazo el ritmo de mi corazón recuperaba su estado normal, como broma no había sido mala pero se habían pasado. Mi madre estaba en la huerta y Marcos en casa de un amigo, tal vez riéndose de mí pero no me importaba, pensaba contárselo a mis padres, aunque luego en el último momento me detuve porque al hablar con mi hermano se comportaba como si no supiese nada de ninguna broma, no le di detalles y por un instante la duda me asaltó, ¿y si no había sido una broma?, ¿de verdad había un chico en aquel lugar encadenado a unos grilletes y con gruesas cadenas? Me costaba creerlo pero mi cuerpo se estremeció, si aquel tío de verdad estaba encadenado a la pared tenía que decírselo a alguien, a mis padres, a la policía..., no tenía ni idea de cuánto tiempo llevaba así, aquello era inhumano pero por otro lado tenía mis dudas, ¿y si había una razón para hacerlo?, tal vez fuese peligroso, ¿pero si fuese así porqué no quería que se lo contase a nadie?, ¿acaso no quería que lo liberasen de esas cadenas?, estaba hecha un lío.
Durante la siguiente semana no dejé de pensar en aquel chico, además el cardenal de mi mano no dejaba de recordármelo ¿y si lo habían secuestrado para luego encadenarlo en esa habitación casi oscura, fría y lúgubre?, tal vez aquello no era una broma, ¿y si se moría por mi culpa? pero él me había dicho que no hablase con nadie, ni siquiera podía contárselo a mis padres, si supiesen que andaba husmeando en casas ajenas me metería en un buen problema, aún así no dejaba de pensar en que nada de aquello tenía sentido. Necesitaba recuperar mi móvil, ya que era mi único contacto con mis amigas desde que internet dejara de funcionar hacía ya unos días, esperaba que lo solucionasen cuanto antes, además tenía que saber porque estaba allí, si estaba en peligro tenía que hacer algo.
Una tarde en la que mi madre se fue de compras con mi hermano para la llegada del próximo curso yo decidí volver al pazo, me temblaban las piernas pero tenía que hacerlo, tal vez esta sería unas de mis pocas oportunidades para recuperar el teléfono además él no podía hacerme nada, estaba encadenado. Mi madre había insistido mucho para que fuese con ellos pero tener de nuevo contacto con mis amigas y hablar con ellas era mi prioridad ya que aún seguía fallando internet y me estaba volviendo loca haciéndome tantas preguntas. Cuando llegué a la capilla miré al fondo, la pared estaba intacta no parecía una entrada secreta, creí que en mi huida había dejado abierta la fisura pero ahora no estaba segura, ¿cómo se había cerrado? Ignoraba si lo había hecho yo cuando me había precipitado hacía la salida o si había alguien más, de nuevo acerqué mi mano a la piedra que sobresalía de la pila y tiré hacia dentro, esperé y nada ocurrió, volví a hacerlo y tampoco, no había sido un sueño aun me quedaba una pequeña mancha amarillenta en la mano para saber que todo aquello había sido real. Pensé en cómo había abierto aquella pared, la moví a la izquierda, luego a la derecha, nada seguía sin moverse, cuando casi iba a darme por vencida escuché una vez más aquella penetrante voz.

Qué eres tú?  Completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora