capítulo 74

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Escuché el sonido de mi móvil, el taxi me esperaba en la calle, estaba lista, me marché de allí a toda prisa, entré en el taxi y le pedí que acelerase, cuando arrancó ni siquiera miré atrás por temor a encontrármelo. Durante toda la noche y al siguiente día iba de un tren a otro, las únicas pertenencias que poseía era mi bolso con mi pasaporte y algo de dinero y el anillo que me había regalado Diego cuando cumplí los dieciocho. Aquella noche mientras viajaba en un tren de larga distancia hacia un nuevo rumbo desconocido pensé en lo ocurrido y lloré, lloré durante todo el trayecto hasta que mis ojos se hincharon y el dolor empezó a ser insoportable. No dormí durante varios días por temor a ser descubierta y tampoco comí pero cuando mi mente y mi salud empezaron a flaquear me di cuenta que si no quería que me encontrasen debería mantenerme en forma, metal y físicamente. Durante un mes me moví de una ciudad a otra, temía quedarme en un lugar y que Luca o Diego me descubriesen, pronto se me acabó el dinero y al final decidí vender el anillo, me sorprendió que valiese tanto. No fue fácil venderlo pero conseguí por él una buena cantidad de dinero y durante meses viajé de un lugar a otro procurando no dejar rastro de mi paso por aquellas ciudades. Vivir de aquel modo no era fácil, procuraba no permanecer más de dos días en una misma ciudad y a veces dormía entre vagabundos o sola debajo de puentes o lugares a los que posiblemente nunca acudirían las personas de las que intentaba huir. Dormía, comía poco y viajaba mucho , ya quedaba poco o casi nada de la chica de antaño, ahora estaba bastante desaliñada, el pelo me había crecido bastante y se había aclarado ya que pasaba casi todo el tiempo al aire libre. Lo mismo pasaba con mi piel, ahora más oscura por el sol, había comprado algo de ropa un par de meses atrás pero en esos momentos lucía holgada ya que había perdido varios kilos, estaba hecha un desastre. Compré varios teléfonos para llamar a mi madre diciéndole que estaba bien y luego los tiraba por temor a que pudiesen localizarme. En la última llamada me preguntó dónde estaba y me exigió que regresase, por su tono de voz supe que no estaba sola y me estremecí, le dije que estaba bien y que durante un periodo de tiempo largo no la volvería a llamar pero que estaría bien y que no se preocupase, luego colgué antes de que ella me respondiese, de eso hacía ya hacía varios meses. Una noche mientras dormía cerca de unos cuántos vagabundos dos de ellos empezaron a manosearme y me robaron todo el dinero que tenía, luego me cogieron entre los dos y me llevaron a unos cuantos metros lejos de donde estaban los demás , le pedí que parasen pero ellos no hacían caso, pedí ayuda pero el resto de los que allí se encontraban miraron para otro lado y no movieron ni un solo dedo, sabía que si no hacía algo estaría perdida, mis inquilinos no servían para ahuyentar a los de mi raza, uno de ellos intentó desabrocharme el pantalón mientras el otro se colocaba encima de mí. Respiré fuertemente un par de veces y me levanté poniendo en ello todas mis fuerzas, el que estaba sobre mí acabó estrellándose  contra la enorme columna que sostenía el pequeño puente donde nos encontrábamos, el otro me miró unos instantes un poco sorprendido y luego sacó un cuchillo, me lo clavó en una pierna antes de que yo pudiese reaccionar y yo pequé un grito de dolor, le quité aquel cuchillo con una rapidez asombrosa  de su mano y se lo hundí en el estómago, se llevó la mano a la herida y vi como se manchaba de sangre, se arrodilló por el dolor y empezó a gritar e insultarme de todas las maneras posibles. Entonces el otro recuperó el conocimiento me miró y luego a su amigo antes de sacar una pistola, me marché de allí antes de que efectuara el primer disparo, no regresé ni siquiera para recuperar el dinero que me habían robado, miré mi pierna, ya no me dolía pero el pantalón tenía una buena mancha de sangre. Entonces mientras lloraba encima de un árbol en un bosque alejado de la ciudad comprendí que ya no podía seguir así, necesitaba ayuda.  Una semana más tarde cogí un avión que me llevaría de nuevo a Europa, después de caminar unas horas por los Alpes apareció la única persona que me podría ayudar, al verlo corrí hacía él y lo abracé mientras mis lágrimas se derramaban.

_ ¡Akos, estás aquí!, por un momento pensé que Esteban no había podido localizarte,  ¡te he echado tanto de menos!

_ ¿Dónde estabas nena, sabes lo preocupados que nos tenías a todos?, por cierto estás hecha un desastre, ¿qué ha pasado por tu cabeza para querer desaparecer durante tantos meses, acaso nos odias?, no sabes lo cabreadísimos que están tus dos chicos, no han dejado de buscarte desde el primer día en el que decidiste alejarte de todos.

_ Lo siento pero ya te dije que no debes decírselo, a ninguno de los dos, ¡prométemelo  Akos!

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