capítulo XL (40)

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Supe por mi antigua compañera de piso que el padre de Tina se había casado dos años después de morir su madre y como la relación de Tina con la nueva esposa y la hija de ésta no era muy buena decidió venirse a estudiar a Londres. A su padre le pareció una buena idea y ellos le mandaban dinero a cambio de buenas notas y llamadas cada dos días para mantenerse en contacto y saber cómo le iba. Cuando su padre y madrastra llegaron aquí les sorprendió mucho descubrir que hacía más de un mes que no iba a clases y que sus notas habían sido falsificadas, cuando vieron donde vivía no se lo podían creer, Tina siempre se quejaba de que el alquiler era muy caro porque vivía en una buena zona y en un buen apartamento y que entre el alquiler, la comida y todo lo que tenía que comprar para sus clases no le quedaba apenas dinero para ella. No sabían en que se había podido gastar todo el dinero que le habían mandado, hubo meses que le ingresaban más de tres mil libras. Janice les había dicho que salía todas las noches y regresaba muy tarde borracha e incluso drogada, así que ahora tenían una ligera idea de donde había ido a parar su dinero, de todas formas la policía seguía investigando aunque nunca sabrían realmente lo que le había pasado y yo no podía contárselo, ni siquiera me creerían. A mi mente regresó la imagen de Diego, hacía días que no pensaba en él pero de nuevo me sumergí en sus recuerdos. Una vez que me despedí de Janice regresé a casa de Luca cansada y deprimida y lo que menos me apetecía era ponerme a trabajar, por primera vez deseaba olvidarme de todo, que Luca entrase en mi mente y borrase parte de ella, hoy no quería saber nada de vampiros, de Tina, de su familia, ni siquiera de Diego... Me fui al gimnasio que el hermano de Maya tenía en el sótano, me saqué el cabestrillo que aún llevaba puesto para que Luca no sospechase nada y luego me subí a una de las bicicletas elípticas que allí había, pedaleé sin descanso, sentía como el sudor resbalaba por mi rostro y la ropa se me pegaba al cuerpo, no estaba cansada pero decidí parar por si Luca aparecía. Cogí el cabestrillo y caminé hacía la salida para darme una ducha, me paré de golpe cuando vi que Luca estaba allí ocupando gran parte de la salida y mirándome con cara de asombro.

_ ¿Desde cuándo no lo utilizas?

_ Yo...

_ La verdad, ya estoy harto de mentiras.

_ Hace unos días.

Se acercó a mí y me sacó la camiseta, quise protestar o por lo menos impedírselo pero su mirada amenazante me acobardó, me quedé en sujetador mientras él agarraba mi brazo y me miraba, no había cardenales, ni hinchazón ni nada que hiciese pensar que hacía unos días tenía el brazo dislocado.

_ ¿Cómo es que te has curado tan rápido?

_ ¿Me puedo poner mi camiseta?

Me la dio de nuevo, Luca seguía sin apartar la vista de mi rostro, quería respuestas y las quería ya y yo me di cuenta de que había sido una mala idea haber aceptado aquel trabajo, nunca escaparía de mi pasado y de lo que era.

_ ¿Puedo darme una ducha antes?

_ No.

Intentaba contener mis lágrimas pero no era fácil.

_ No sé cómo me he curado tan rápido, tal vez ha sido por las medicinas que tú me has dado.

_ No te he dado nada fuera de lo común, vuestro cuerpo no soportaría otra cosa, ¿o tal vez tú sí?, ¿por qué no puedes confiar en mí Beca?

_ Yo no te conozco lo suficiente, además tú, tú eres... ya sabes, yo no puedo.

Sonó su móvil pero no lo cogió, durante unos segundos nuestras miradas se enfrentaron.

_ ¿No piensas contestar?

_ Tengo otras prioridades, estoy esperando a que me digas el resultado de tu asombrosa curación.

Qué eres tú?  Completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora