capítulo XXX (30)

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A punto de cumplir dos meses en Londres cambié de apartamento y me fui más al sur, a Elephant and Castle, aunque seguía en el mismo distrito allí había encontrado una habitación mucho más económica. El apartamento no era gran cosa y había tres habitaciones, una cocina, una pequeña salita y un baño diminuto, dos de las habitaciones ya estaban ocupadas por un par de chicas, también me había apuntado a clases de inglés gratis. Si quería ahorrar un poco tenía que mudarme a un lugar más barato porque el dinero que ganaba apenas me llegaba. A mis padres les hablé de las clases de inglés y de lo interesantes que eran pero no les conté nada del nuevo apartamento, no quería preocuparles más. La gran mayoría de las casas de esa zona tenían ventanas con rejas pero el lugar estaba bien comunicado y gran parte de la gente hablaban español, aunque ese no era el mayor problema. Mis compañeras de apartamento era Janice, una chica inglesa rubia de pelo corto y ojos azules, era delgada, un poco más baja que yo y tenía dos años más, trabajaba en el Picadilly del sur de Londres, en los grandes almacenes que allí había, su novio desde hace seis meses era un artista que pintaba cuadros aunque por el momento solo había vendido uno. Por lo que supe por Janice, la otra chica que solo la había visto una sola vez desde que me había instalado ya hacía un par de semanas y de la que solo pude distinguir unos ojos oscuros, porque me miró un instante antes de salir por la puerta sin poder siquiera saludarla se llamaba Valentina, aunque mi compañera le decía Tina, llevaba casi cuatro meses viviendo con ella pero en Londres ya lleva más de un año, antes vivía al oeste pero por motivos que ella desconoce se mudó aquí. Estudiaba aunque no sabía lo que porque apenas hablaban ya que casi no se veían, todos sus gastos se lo pagaban sus padres que eran argentinos. El piso no era muy grande, tres habitaciones con muebles baratos, paredes con agujeros y sin rastro de pintura en algunos lugares. El salón era minúsculo, la moqueta vieja y estaba sucia, la cocina pequeña estaba llena de trastos viejos y el baño tampoco era gran cosa, una ducha, un váter redondo con una cadena que funciona por veces y un lavabo con grifos separados el agua fría de la caliente. No teníamos televisor porque había que pagar una tasa anual. Los días pasaban y yo cada vez me sentía más a gusto, el apartamento ya no parecía una pocilga, lo había limpiado un poco y ordenado lo mejor que pude, seguía siendo cutre pero por lo menos estaba limpio. Janice a veces se pasaba días sin venir porque se quedaba en casa de su novio y Tina pasaba de nosotras, no sé si estudiaba o que hacía pero había días que se levantaba muy tarde ya que muchas veces cuando yo llegaba ella seguía en su habitación y luego se marchaba hasta altas horas de la madrugada. Casi siempre venia colocada, dando tumbos, no entendía como en ese estado podía llegar a casa aunque seguramente alguien la acompañaría. A mí me preocupaba que en ese estado dejase la puerta de entrada abierta o que trajese algún amigo poco recomendable aunque eso estaba prohibido, era una de las reglas para vivir aquí, nada de invitar a amigos o novios al apartamento, este lugar sería solo para nosotras. Pero aun así yo colocaba la cómoda contra la puerta de mi habitación para que nadie pudiese entrar mientras estuviese dormida ya que no había cerrojo. Una madrugada cuando salía de mi habitación para ir al baño me la encontré dormida en el suelo del salón, intenté ayudarla a llegar a su cama y se puso echa una fiera, desde entonces cada una iba a lo suyo. Una tarde después de hablar con mi familia y en la que me sentía sola y vulnerable decidí salir, el camino a lo largo de la ribera en Southbank estaba animado, corredores, familias paseando, niños jugando... me encantaba ver las paredes llenas de arte urbano, todos esos graffiteres dejando allí su firma, el pasaje subterráneo estaba animado por chicos en bicicletas y tablas de skate haciendo sus peripecias, algunos acababan en el suelo pero se levantaban como si no hubiese pasado nada.
También en el lugar se podía ver una gran variedad de restaurantes, bares y cafés, decidí gastar un poco de mis pocos ahorros y me fui a ver una película al BFI y al salir me fui a uno de los cafés que quedaban abiertos, a pesar de llevar unos meses en esta ciudad seguía sin gustarme el té. La niebla empezaba a adueñarse de todo el curso del rio hacía el Oeste cubriéndolo con un manto gris, yo paseaba por la otra orilla cerca de los jardines Victoria y me dirigí de nuevo hacía Southbank pero con la niebla apenas podía ver el otro lado del rio. Me dirigía a la estación de Waterloo cuando escuché un ruido, parecía que estaba en una película de terror, una espesa niebla, apenas viandantes, dos hombres de oscuro, altos y a unos pocos metros de mí que parecía que me seguían. Apresuré el paso, pero al momento me los encontré frente a mí, ¿cómo había ocurrido si hacía unos segundos venían detrás de mí? Solo necesitaba unos cuantos metros para llegar a una calle céntrica donde con total seguridad habría gente en ella pero me bloqueaban el paso, retrocedí un par de metros, aquellos hombres me hacían recordar el pasado. Vestían de oscuro y uno de ellos llevaba el pelo largo atado en una coleta, su ropa parecía de excelente calidad y me recordaban a Diego. Estaban tranquilos, uno de ellos llevaba las manos metidas en los bolsillos del pantalón el otro avanzaba despacio, cada vez que ellos se movían yo retrocedía de nuevo unos pasos y cuando quise darme cuenta ya era tarde, me habían conducido hacia un callejón sin salida. Me di cuenta de que algo malo iba a sucederme y en un último intento de salvar mi vida me lancé hacia ellos intentando escabullirme por algún rincón, tal vez mis nuevos poderes que empezaba a poseer, aunque sabía que no era para tanto lograsen salvar mi vida. Pero uno de ellos me cogió en brazos y me lanzó hacía la pared de ladrillos que había detrás, escuché como crujían mis huesos y casi quedo sin respiración.

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