capítulo XXVII (27)

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_ Y pasará te lo prometo pero debes seguir con tu vida, debes olvidarlo.

Akos me llevó a casa, mi madre al verme en aquel estado no me echó la bronca pero preguntó que me había pasado, los dejé hablando mientras yo me dirigía a mi habitación, de nuevo volví a llorar y a dormirme, me dejaron sola, no me preguntaron, ni me molestaron. Supongo que Akos se había encargado de decirles que Diego ya no estaba en mi vida. A la una de la madrugada desperté, tenía en la mesilla una caja granate pequeña de terciopelo y un sobre debajo de ella. Abrí la caja y dentro había un anillo totalmente negro con la forma de una rosa del mismo color, en los pétalos del centro brillaban unas gotas rojas, el anillo era precioso y era de mi talla, luego abrí el sobre supe enseguida de quien era por su letra inconfundible.

"Ante todo te deseo un feliz cumpleaños, desearía estar a tu lado en este día tan especial pero no quiero hacerte más daño, tal vez no podamos estar juntos pero yo quería que tuvieses algo de mí. Ese anillo lo compré unos días antes de irnos a aquel viaje, iba a dártelo la noche en que apareció Andrea, te quiero y siempre te querré aunque ya no esté a tu lado, nunca dejaré de amarte, perdona por todo el daño que te he causado pero no cambiaría nada de lo vivido contigo, cuídate por favor porque tú eres lo único por lo que merece la pena estar en este mundo. Tuyo siempre Diego."

Supongo que Diego la había dejado en algún momento de la noche y no me había enterado, miré el anillo de nuevo, en su interior había unas letras " Tuyo para siempre", lo metí de nuevo en la caja y la cerré, después lloré y lloré hasta el agotamiento, cuando desperté la caja seguía en mi mano, me levanté y lo guardé en un cofre de madera oscura, en la tapa tenía unas flores talladas a mano pintadas en dorado y con mi nombre escrito en el medio en letras también doradas , metí dentro el anillo y lo guardé en el armario. Por la mañana no me levanté para ir al instituto y mi madre tampoco insistió, me trajo el desayuno que tampoco tomé y me dijo que podía hablar con ella cuando lo necesitase y de lo que quisiese, Roberto me llamó después de clase pero no cogí el teléfono, Thelma me trajo los deberes que yo nunca hice. Dos días después regresé al instituto porque mis padres me obligaron y Akos me dijo que cuanto antes volviese a mi vida antes se terminaría el dolor. Pero no fue así, casi no comía, casi no dormía y hablaba muy poco con mis amigos, lo único que quería era encerrarme en mi habitación y dejar de pensar y soñar y que todo el dolor y el vacío que sentía desapareciese. Iba casi a diario a ver a Akos pero al final me lo prohibió porque eso no hacía más que empeorar la situación, todo en el Pazo me recordaba a Diego. Mis amigos querían hacerme una fiesta de cumpleaños para animarme pero yo se lo prohibí, además dejé de salir con ellos. Una tarde apareció Akos en mi casa, venía a despedirse, se iba, era mejor para mí.

_ ¿Por qué me dejas tú también, que tengo yo de malo?

_ Beca, necesitas volver a vivir y olvidar y conmigo aquí no podrás hacerlo, siempre te recordaré a él.

_ ¡Tú me dijiste que nunca me abandonarías!

_ Y no lo haré, solo me iré lejos una temporada, mis amigos y Esteban te ayudarán, contacta con ellos cuando lo necesites.

Akos se había marchado, ya no tenía a nadie, mi otra familia como yo los solía llamar se había ido, me habían abandonado y no podía hablarles a nadie de ello. Tuve que esforzarme para aprobar los exámenes, ya no tenía ayuda de Akos y no quería que me ayudase Roberto, mi amiga Marta me había llamado porque había notado a su novio un poco raro. No sabía lo que pasaba, ni le había preguntado pero de ser cierto lo que me había dicho Diego, tenía que alejarme de él, si mi amiga y Roberto rompían yo no quería ser la causa. No conseguí la beca por la que tanto había luchado meses atrás pero como no pensaba irme a ningún sitio ya que mi universidad estaba en esta ciudad no me importó demasiado. Iba al psicólogo una vez por semana pero como yo no quería hablar y ella no me podía obligar nuestras conversaciones eran bastante banales, sabía que mi estado mental era por un chico pero nada más, ¿qué le iba a decir, que un vampiro y un licántropo me habían abandonado?, seguramente pasaría unas largas vacaciones en un centro psiquiátrico, por no mencionar que les había prometido no delatarlos .La psicóloga les había dicho a mis padres que lo mejor era irme unos meses lejos, apartarme de todo lo que me recordase a él. Querían enviarme una temporada con mis tíos, allí podía seguir estudiando pero eso no podría evitar que olvidase a Diego y Akos, tuve algunas broncas con ellos porque yo no quería alejarme de este lugar, ¿y si regresaban? Una tarde en la que una vez más tuve la misma bronca con mi madre por no querer irme a estudiar lejos cogí mi chaqueta y me fui al Pazo, ahora no era tan fácil entrar pero yo conservaba aun una llave. Me fui a la que había sido nuestra habitación secreta, todo seguía intacto aunque con una fina capa de polvo, los recuerdos volvieron a surgir, ¡hubiese sido tan fácil vivir una vida juntos!, sobre todo porque yo ya había aceptado ser una de ellos. Tenía miedo, miedo de olvidarme de su rostro, de su sonrisa, de sus besos y caricias... quería llorar pero había llorado tanto estas últimas semanas atrás que de mis ojos ya no salía ninguna lágrima más. Había cumplido los dieciocho y mi vida era un completo desastre, ahora yo era una chica patética, amargada y malhumorada, que Andrea acabase con mi vida hubiese sido mejor que vivir así. Encima de la mesa redonda se encontraba el abrecartas, aquel con el que me había hecho una herida para que Diego tomase de mi sangre, lo cogí, no estaba pensando en nada, solo quería dejar de sentir este dolor, dejar de sufrir y olvidar.  Me hice un corte en la muñeca pero el dolor era mucho más soportable que el que tenía en mi interior, la sangre empezó a salir, luego me lo hice en la otra y el abrecartas cayó al suelo manchado de sangre, miré como la alfombra empezaba a cubrirse de rojo, mis últimas palabras fueron "lo siento papá, mamá, cuídate mucho Marcos" y "te quiero Diego, perdóname Akos" luego me desmayé. No sé cuánto tiempo estuve tumbada en la alfombra pero cuando desperté mis manos, ropa y parte del pelo se habían manchado de sangre al igual que la alfombra. Me quedé quieta si poder reaccionar, se suponía que debía estar muerta pero no era así, , miré de nuevo mis manos, estaban manchadas de sangre seca. Estaba débil pero aun así corrí al interior del Pazo, abrí el grifo del fregadero de la cocina y las lavé, la herida se había cerrado dejando una cicatriz. Me asusté, esto no podía estar pasando, entonces recordé las palabras del amigo doctor de Akos, "No creo que tu cuerpo vaya a cambiar nunca", ¿y si estaba equivocado? Akos me dijo que contactara con ellos si lo necesitaba pero ahora no estaba segura ¿y si yo no era uno de ellos, y si me convirtiese en su enemigo?, podía transformarme en cualquiera de los dos y tenía mucho miedo porque ya no estaban a mi lado. No podía regresar a casa con la ropa manchada de sangre, busqué algo en la habitación de Diego pero no había nada, encontré una camisa en el armario de Akos, me quedaba larga, pero con mi cinto parecía un vestido, eso era mejor que regresar con mi ropa. Cuando mi madre me vio estaba histérica, me había llamado al móvil pero no se lo cogí, había llamado a Thelma y a mis otros amigos y estaba por llamar a la policía. Me preguntó que hacía con aquella pinta, tuve que decirle que mi ropa se rompió cuando intentaba entrar en el Pazo siguió echándome la bronca y luego me prohibió volver a él. Me fui a la habitación, me miré al espejo, mi aspecto no había cambiado nada, seguía siendo la misma de siempre. Pasaron los días y las cicatrices seguían ahí, así que a pesar de ser verano tuve que ponerme una camiseta de manga larga para ocultarlas, si estaba cambiando no podía quedarme al lado de mis padres y mi hermano ¿y si les hacía daño? Cuando mi padre regresó del trabajo los oí hablar en el piso inferior, no sabía lo que decían pero la conversación fue larga, dos días después nos dijeron a Marcos y a mí que habían tomado una decisión, regresábamos de nuevo a casa, buscarían un trabajo los dos y nos iríamos de aquí. Mi hermano protestó, no quería volver, se había adaptado perfectamente a este sitio, tenía muchos amigos, le gustaba el colegio, el lugar y era un buen futbolista. Mis padres harían lo que hiciese falta para apartarme del Pazo y de todo lo que me recordase a él y yo no iba a dejar que cometiesen ese sacrificio sobre todo porque si yo en verdad estaba cambiando no viviría mucho tiempo con ellos, tendría que irme lejos. Les dije que no hacía falta que nos fuésemos todos, yo ya había tomado la decisión de irme con mis tíos, en parte era porque allí no estaría tan controlada y en cuanto notase los cambios me alejaría de todos. Ahora solo me quedaba que me aceptasen en alguna de las universidades de por allí, aunque no sabría si iría a alguna, eso dependería de mi estado.
Hablé con Thelma dos días después, no se habían producido más cambios y las cicatrices seguían ahí, recordándome lo que había hecho, no desaparecieron como lo hubiese hecho si fuese un vampiro, tal vez fuese lo segundo. Mi amiga se iba a Londres, sus padres le habían regalado ese viaje por sacar unas notas muy buenas y ella quería que le acompañase, cambiaría el billete por uno de segunda clase y cambiaría el hotel por uno de una estrella. No quería que hiciese eso por mí pero ella insistió, no le apetecía ir sola sobre todo después de romper con su novio, quería que lo considerase como un regalo de despedida, después ella se marcharía a estudiar a Barcelona y no nos veríamos en mucho tiempo. Mi madre aceptó, solo que no tuvo que cambiar ni el billete ni el hotel mis padres cubrirían mis gastos, ¡harían lo que fuese por alejarme un tiempo de este lugar!
Llegamos a Londres a las tres de la tarde y nos dirigimos al hotel, deshicimos el equipaje y le propuse a Thelma dar una vuelta pero ella se encontraba algo cansada, así que nos quedamos en la habitación y empezamos a preparar las rutas para los próximos días. Visitaríamos varios museos, el palacio de Buckinghan, Kesington y Westminster, la torre de Londres, el Hyde Park y el Regents' Park y por supuesto el London Eye, aunque yo estaba segura de que no me subiría a él. Esperaba que esos días en Londres me hiciesen olvidar mi dolor y mis preocupaciones, no había notado ningún cambio más en mí pero las cicatrices seguían ahí, aunque yo intentaba siempre ocultarlas. La habitación tenía dos camas individuales, la ropa de la cama era blanca y tenía una franja azul oscuro en el medio, las ventanas eran bastantes grandes y daba a una calle donde había una zona de carga y descarga, las paredes no tenían ninguna decoración a excepción de una pequeña televisión y un espejo al pie de la cama. Allí también se encontraba una mesa escritorio y una silla, todo de colores claros al igual que los dos cabeceros, los muebles eran bastantes sencillos y escasos, encima de la mesa teníamos una bandeja con unos vasos de plástico y unos sobres de café, té y azúcar, además de una jarra eléctrica y dos botellas de agua, la luz también era insuficiente en la habitación y algo estrecha. El baño tenía azulejos blancos y el mueble donde iba incrustado el lavabo era totalmente negro e iba de una pared a otra, encima teníamos unas toallas dobladas blancas con el logotipo del hotel y una bandeja con muestras de jabón y gel, la ducha y el resto de accesorios eran también blancos, todo era sencillo pero estaba limpio.


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