capítulo XLVII (47)

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Esa tarde fui a por comida para meter en una nevera vacía, la suerte parecía que se ponía por fin de mi parte, porque encontré un apartamento que alquilaban sin moverme del barrio, no tenía nada que ver con la casa en la que estaba viviendo pero para mí era suficiente... Al día siguiente le escribí una carta a los dueños de la casa dándole las gracias por todo y diciéndoles que me mudaba, se la dejé en la agencia junto con las llaves, a pesar de que había pagado por adelantado dos meses decidí mudarme esa misma mañana ya que tenía el día libre. Como no tenía muchas cosas acabé pronto de hacer la mudanza, luego hice caso a Adam y me tomé una ensalada. Esa noche volví a tener pesadillas, mis inquilinas se habían vuelto a despertar ofreciéndome unas imágenes aterradoras, yo estaba en el suelo desangrándome mientras unos licántropos intentaban devorarme, no sabía cuál de las dos era más fuerte, porque la noche anterior eran unos vampiros los que ponían sus colmillos en todo mi cuerpo mientras me arrugaba hasta convertirme en una bola de carne y huesos, luego con un encendedor me quemaban mientras yo chillaba con todas mis fuerzas, quería volver a ser la chica de antes, aquella que creía que licántropos, vampiros, ángeles o cualquier criatura mitológica solo existían en los libros o en nuestras mentes pero me estaba costando. El apartamento era sencillo aunque allí me sentía bien, por supuesto que no tenía nada que ver con la casa que me había encontrado Luca, era pequeño, con dos habitaciones, un diminuto baño al igual que la cocina y un pequeño salón, los muebles eran sencillos pero aun así acogedor, además estaba en Fulham y lo mejor era el precio, porque con mi sueldo podía pagarlo, tal vez más adelante podía alquilar la otra habitación.
Llevaba una semana en el apartamento y me sentía muy bien en él, me gustaba mi trabajo y las pesadillas aunque seguían no eran tan continuas, a veces se apiadaban de mí y me dejaban descansar. Seguía pensando en Diego y eso hacía que el dolor volviera aparecer pero ahora intentaba controlarlo, echaba muchísimo de menos las largas conversaciones con Akos y mis lágrimas aparecían cada vez que recordaba cómo nos habíamos despedido, también me preocupaba que a Luca no le saliesen bien las cosas y estuviesen los dos en peligro.
Una tarde mientras conducía a un grupo de alumnos a la salida vi a Luca, estaba apoyado contra una columna y no dejaba de mirarme, si no fuese porque se había movido parecería una pieza más del museo. Era tremendamente guapo y las chicas que aún quedaban no dejaban de observarlo, por unos instantes me sentí nerviosa.

_ ¿Qué estás haciendo aquí?, has vuelto.

_ Quería verte.

_ Pero yo no salgo hasta las seis.

_ Puedo esperar.

Se fue, no lo vi durante la hora que me faltaba para salir, pensé que estaría con Adam o dando una vuelta por el museo pero no fue así, cuando salía por la puerta allí estaba al pie de las escaleras y con las manos en los bolsillos esperándome.

_ Pensé que te habías ido.

_ He prometido esperarte ¿no?, venga sube.

_ ¿A dónde vamos?

_ Te llevo a tu casa, ¿o prefieres ir a otro lado?

_ No, eh, esto...yo ya no vivo en aquella casa en la que tú me dejaste.

_ Lo sé, ¿ qué pasa, no te gustaba?, ¿ porque no me lo has dicho?, te hubiese buscado otra cosa.

_ Ese es el problema, no necesito que me busques nada, yo puedo sola.

_ ¿Qué ocurre Beca, estás enfadada conmigo?

_ No, déjalo, ¿qué tal ha ido todo, y Maya, como está ella?

_ Maya está bien, aunque por ahora no puede verte, no es seguro, las cosas no fueron tan bien como esperaba.

_ ¿Qué ha pasado?

Qué eres tú?  Completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora