CAP 10. TODAS LAS TORMENTAS TERMINAN EN LLUVIA

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POV NARRADOR

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POV NARRADOR

La tregua marco el inicio de un acelerado crecimiento para la isla dragón, haciendo a un lado los magníficos planos de los gemelos, quienes ya habían dispuesto de toda la isla en su beneficio, Hipo, el más habilitado en la planificación y el diseño, creo los planos de lo que sin darse cuenta, sería la fortaleza de la última resistencia en todo el archipiélago.

Con el pasar de los días, los chicos comenzaron a integrarse un poco más a una dinámica de equipo, incluyendo al chico que no podía confiar en casi nadie y a la chica en la que casi nadie quería confiar.

-¿Lista M'Lady?- le preguntó Hipo a la emocionada rubia mientras esta suspiraba y asentía –prométeme ir con calma-

-Hipo ya he volado antes- le reclamó con los ojos en blanco.

-Sí, pero has volado conmigo... solo no hagas ninguna locura ¿de acuerdo?- le dijo Hipo montando a Chimuelo, en los últimos días Hipo había enseñado a Astrid a volar con Tormenta, pero él siempre iba como copiloto en caso de que algo saliera mal, hoy justo al atardecer sería la primera vez que Astrid volara completamente sola sobre Tormenta

-De acuerdo- dijo emocionada palmeando a su dragona la cual salió volando rápidamente, Astrid levantaba los brazos emocionada causándole un paro cardíaco a Hipo al ver que no se sostenía de Tormenta, el chico no podía dejar de sonreír al verla, aun en tierra con Chimuelo, volar por los aires, divertida y arriesgada, hacia girar a Tormenta con maestría, se sintió libre, como nunca se había sentido y eso le encantaba a Hipo.

La chica bajó sin aterrizar hasta la mirada del atento chico y pícaramente lo invito a unirse a ella al aire, invitación que el chico enseguida acepto gustoso haciendo volar a Chimuelo.

Pasaron horas en que la chica retaba al maestro dragón en divertidas carreras, se deleitaba con todas las habilidades que la presumida dragona exponía, y sin aviso comenzó a subir sus rodillas sobre la montura de Tormenta mientras calculaba atentamente el túnel de piedra que tenía enfrente.

-Astrid no- le ordenó el castaño cuando se dio cuenta de lo que trataba de hacer, pero la ojiazul solo sonrió y sin más salto de su dragón el cual pasó por debajo del puente y ella corrió rápidamente para volver a caer sobre su dragón al final de camino y gritar victoriosa mientras Hipo soltaba todo el aire que había retenido

-¿Viste eso?- le preguntó emocionada con una sonrisa de oreja a oreja

-¿Cómo casi te matas?... si si lo vi- le dijo en un tono aun acelerado –sígueme- Astrid solo puso los ojos en blanco y palmeo a su dragona para que siguiera a Chimuelo.

Minutos después aterrizaron sobre una isla aledaña a esta, e Hipo sin decirle una palabra comenzó a adentrarse al bosque asegurándose que la rubia lo siguiera junto con los dragones, Astrid estiraba sus dedos mientras sentía al sol aferrarse a sus últimos momentos de vida antes de que la noche llegara dando a sus rayos un color anaranjado que se colaba por los espacios abiertos de las copas de los árboles, los dragones caminaban tranquilos, Chimuelo de vez en cuando trataba de agarrar a una traviesa libélula, los pies de Astrid seguían el verde sendero en donde curiosas flores rojas hacían contraste con el verdor del bosque, Hipo la veía por el rabillo del ojo, tan curiosa como desde el día que la conoció, con un aire tan infantil, era una niña descubriendo el mundo.

LA ESPADA Y EL HACHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora