¡Pi! ¡Pi! ¡Pi!
El sonido del despertador me despierta. Mierda, olvide apagar las alarmas. Lo peor para iniciar un sábado en la mañana es el puto sonido de la alarma.
Trato de estirar mi mano para alcanzar mi teléfono del suelo me siento tan cansada que mover mis brazos fue imposible.
¿Qué diablos me había pasado? Recostada boca abajo trato de recordar el motivo de mi agonía cuando de pronto en la entrada de mi habitación aparece el culpable completamente desnudo.
Los recuerdos del chico guapo que apareció en mi cuarto solo para aprovecharse suculentamente de mi invadieron mi mente.
—Veo que ya has despertado. ¿Puedes moverte? —preguntó acercándose a mí.
Abro la boca sorprendida al ver su gran pene suspenderse entre sus piernas.
—Tú eres el chico anaconda... —murmuró.
El ríe tenuemente y mueve sus caderas sacudiendo a su anaconda. Cierro los ojos avergonzada, ese tipo era un descarado, mira que mover su miembro de lado a lado, tan grande y suculento... ¡OK, Renata debes de controlarte!
Pero es que... Ese tipo no era humano. Entreabro los ojos solo para ver un poquito encontrándome con el "señor anaconda" frente a mí.
Gimoteo aún sin entender. No es que me desagrade ese gran trozo de carne, pero yo no había contratado a ningún gigolo.
—No, parece que me sobrepase. - suspiró. Se agacho a mi altura para vernos cara a cara. No parecía arrepentido, al contrario, su rostro mostraba absoluta satisfacción y, a diferencia mía, él parecía estar desbordando energía.
—¿A qué te refieres? No entiendo nada ¡¿Quién eres?! ¡¿Qué eres?!
Mis palabras volaron en el aire. Aún recostada boca abajo lo confronte. Él sonríe con sorna. Parece que lo que va a hacer o decir va a gustarle mucho.
—¿Crees en los seres mitológicos?
Su pregunta me desconcertó. Con seres mitológicos se refería a las sirenas hadas, duendes, brujas, y esas cosas ¿no? Siendo así era más que obvio que no podía creer en algo que no había conocido.
Mi incertidumbre se vio reflejada en mi rostro. Sabía que él no era alguien normal. No, su aura era peligrosamente atractiva al grado de hacer que mi cuerpo se estremezca con tan solo su presencia. Pero admitir que la "persona" con la que estuve no era humano me daba temor.
—No creo en lo que no puedo ver...
—Ja, ja, ja, esa es la misma respuesta de siempre, pero sabes no me importa. ¿Recuerdas lo que sucedió en la noche? Eso es lo único que nos debería de importar. —susurro contra mi espalda desnuda. Mi piel se eriza reaccionando a su toque.
Mi cuerpo aún lo recuerda y ha comenzado a anhelarlo. Quise contestarle, pero mi voz no sonó aún incluso cuando su lengua recorrió mi espina dorsal hasta llegar a mi espalda baja y acercarse peligrosamente a mi entrepierna.
Me aferro a las sábanas cuando su caliente lengua prueba mi intimidad. Lame y juega en círculos, luego se introduce totalmente en mi vagina y vuelve a comenzar.
—¿Qué eres? — jadeo, espero escuchar su respuesta, pero lo único que escuchó es el sonido de su boca devorándome y el de nuestras agitadas respiraciones.
Mis piernas tiemblan de placer. No puedo negarme ante él ya que al final sus deseos parecían ser los mismos que los míos.
Mi cuerpo se tensa cuando siento el clímax arremeter contra mí, pero él no me permite llegar. Se aleja de mí y se acomoda entre mis piernas.
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Sueños Húmedos
RomanceRenata es una chica que busca refugio en lo menos imaginable: la masturbación. Al estar siempre sola su vida fue monótona y lineal, hasta que un tipo sexy al que llamo orgasmo andante aparece para atraerla a las sombras, a las penumbras de la fantas...