Capítulo 23

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NO.

Me sentía como una niña a la que le habían negado un juguete, y no cualquiera, a mí, Gil me había negado el juguete grande que tanto había deseado.

—¡Auch!

Me queje en cuanto el alcohol tocó mi herida. Mierda, esto dolía más que su rechazo.

Por mi mente cruzaron las palabras con las que me rechazó; "No quiero que hagas algo de lo que te puedas arrepentir después" Y ¡Zas!, él logró hacer que mi calentamiento global se convirtiera en la era de hielo.

Sus palabras repetitivas me estaban cansando, es como si todo lo que dice, lo hiciera tratando de convencerse a sí mismo de sus palabras. Y al mismo tiempo sus acciones le traicionaban.

— Renata...

— No me hables, Gil.

Mascullé entre dientes, avergonzada de mí misma, de lo vulnerable que soy ante sus feéricos encantos.

—No tienes por qué enfadarte, me detuve por tu bien. —me dijo con rudeza. Entonces, incapaz de comprenderlo, me levanté de la cama como un hipopótamo furioso. Para mi sorpresa el retrocedió al verme de frente. Oh, si, ahora le doy miedo.

—¿Por mi bien? ¿Qué daño me puede hacer tu pene, Gil?

Arqueó una ceja y sus labios se fruncieron en una sonrisa burlona. Me ruborice al saber que, en sí, él podría hacerme mucho daño, pero estoy segura que él no se refería a ese tipo de dolor colateral.

—Me refiero a tu mente, Renata. No puedes ir haciéndolo con un demonio como si eso no tuviera sus consecuencias, aún hay cosas que desconoces de mí y quiero esperar hasta que las sepas. Si aun sabiendo todos mis secretos quieres estar conmigo, me harás el imbécil más feliz del mundo.

Se acercó a mí en un intento de besarme, por supuesto, yo ladee la cabeza obstruyendo su objetivo.

—Como sea, no es como si fueras el único demonio aquí.

Lo escuché exclamar asombrado y me tomó del brazo para captar mi atención total.

—No estarás hablando en serio, Renata. No te atreverías.

—Pruébame. —me zafé de su agarré. Entonces, él sonrió tétricamente y se sentó en la cama. Su mirada m escaneo, centímetro por centímetro haciéndome temblar. Mierda, algo estaba planeando.

—Bien, hazlo, tampoco es como si fueras la única aquí, hay ciertos querubines a las que desatendí un tiempo y estarán felices de verme.

Touché. Había dado justo en el clavo, por fin dio el golpe final y me dio a saber que estaba frita. Si él podía sentir celos por mí, yo era capaz de hacerlo el doble, y no es que sea una competencia, realmente de eso no se trata, pero no era algo que se pudiera evitar.

Lo provoqué porque lo sentí asegurado. Por un tiempo ha sido mío y de nadie más, nos apoyábamos mutuamente que se me olvido que ambos éramos entes completamente diferentes. Pero... aun así, si es que es posible, yo quiero monopolizarlo y que él lo haga conmigo.

Hasta este nivel mi locura ha incrementado.

—No quiero que hagas eso. —gruñí mientras me acercaba a él, posé mis manos en su pecho y lo recosté en la cama ante su estupefacción, y me senté sobre su cadera. —Diablos, Gil, no quiero ni siquiera que salgas de esta habitación, y así poder follarte todo el puto día.

Genial, mi lado toxico salió a luz, pero ya no puedo detenerme. Por fin me siento liberada.

—¿Qué tengo que hacer para poder tenerte?

Sueños HúmedosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora