Capitulo 11

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—Si Tina, cerraré las ventanas y la puerta con seguro. Si, ya estoy por llegar. ¿Estás segura de que Neytan te llevará a casa? Puedo regresar por ti.

El sonido de mis tacones tintineaba en el silencio de la noche. A mi paso algunos grillos se callaban queriendo ocultar su presencia mientras los pocos carros que andaban por la carretera iluminaban el solitario camino.

—Si, él me llevará. —la voz animada de Tina surgió tras la línea. La música aún sonaba de fondo y casi pude escuchar a varias personas gritando "¡Fondo, fondo, fondo!" y algunos gemidos, lo que hizo pensar a mi mente que no era precisamente la bebida lo que querían hasta el fondo. Debería ir a confesarme para purificar mi mente. —¿Tú estás con Gil, tu compañero de piso?

Su pregunta me tomó por sorpresa. Vi de reojo al íncubo caminando con cierto aire de misterio. Sus ojos eran bañados por la luz de la luna como un feroz lobo en medio de una noche de caza, y Dios sabe cuánto anhelo ser su presa.

—Si, vamos juntos a casa. Ten cuidado con Neytan. A veces los venenos más peligrosos vienen en bonitos frascos.

—Eso, ¿lo dices por Neytan o por Gil?—dijo antes de dar una risita lejana. —Que te diviertas esta noche. —me mandó un beso y colgó.

La ironía y verdad de sus palabras me golpearon como si fuera un saco de boxeo. Realmente yo estaba jugando con fuego, pero en esta vida todo es veneno, la diferencia entre ellos es la dosis. Y yo quiero beber un poco.

Que esta vez sea yo la que decida que veneno va a matarme.

Llegamos a la puerta de mi casa. Nos detuvimos uno al lado del otro sin saber que paso sería el siguiente a dar. Al menos yo no lo sabía.

—¿Conseguiste donde quedarte? —apreté su abrigo contra mi pecho. Vamos, Renata no es el momento de ponerte nerviosa, no ante un maldito que conoce hasta tus terminaciones nerviosas.

—No realmente. No cobre por el show de esta noche.

Me froté el cuello ante sus palabras y sentí mi pulso golpeándome en la yema de los dedos.

—¿Qué dirías de pasar la noche aquí? —me estremecí por mi propia audacia. Sea como sea, ya había invadido mi espacio personal más de una vez, así que no importaba.

Mis palabras encontraron camino en la cabeza del íncubo que me miró con sagacidad.

—¿Me dejaras? Puedo darte buena compañía esta noche. Unos dulces sueños... —me acarició la mejilla con los dedos. Su voz de deslizó por mi cuerpo causándome escalofríos.

—Por dormir bien una noche, haría cualquier cosa. —y no bromeaba. Desde que el íncubo apareció en mi vida el "señor nepe" había salido de mis rutinas para dormir. Me avergoncé de la dolorosa desesperación de mi voz. —Pero nada rarito, ¿eh? Sólo... Cualquier cosa que puedas para ayudar estará bien.

Sonrió de manera incrédula. Eso contestaba a mi petición. Él definitivamente no iba a respetar mi condición y haría de su presencia una extraña maraña de fetiches extraños.

Negué sin creérmelo. Abrí la puerta y entramos a casa, él entró tras de mi asegurándose de cerrar con seguro tal y como dijo Tina.

—Iré a tomar un baño de agua fría. Necesito bajarme la cruda antes de que empeore.

Alzó una ceja sin entender mis palabras.

—Soy de efecto retardado con el alcohol. Bebí mucho esta noche, puede verme normal por ahora, pero deja que mi sangre asimile el dulce alcohol y no serás capaz de controlarme.

Sueños HúmedosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora