Capítulo 58

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Me sumergí una vez más en el agua y salí un par de segundos después. Inhale aire hasta llenar mis pulmones mientras veía las gotas escurrir de mi cuerpo y volver a caer al agua cristalina, formando ondas.

El agua estaba tan fría y se sentía tan bien en mi cuerpo estresado. Suspiré y voltee la cabeza para ver detrás de mí.

Gil se encontraba más al fondo, colocándose un poco de ungüento sobre las heridas que ya comenzaban a sanar, de vez en cuando sus ojos oscuros se perdían en alguna herida, como si acabara de recordar cómo, o más bien, quién se la hizo.

Después de nuestra huida fortuita fui capaz de traernos inconscientemente a un lago en un lugar recóndito. La paz en este lugar era embriagadora, sólo nos encontrábamos él, la naturaleza y yo. Un deseo egoísta de querer conservar esta paz me embargó, pero toda posibilidad de hacerlo era demasiado egoísta para permitirmelo.

Ya había tomado este camino, no había forma de regresar ni siquiera a la mitad. Debo terminar lo que empecé.

—¡Mierda! — gruñó Gil. De vez en cuando blasfemaba cuando la herida ardía demasiado.

Sonreí al ver cómo sus labios hacían un puchero y su mirada se enfurecia. No sabía con exactitud qué ideas cruzaban por su mente, pero tenía una idea y nuestros pensamientos iban dirigidos al mismo punto y es que ¿cómo fue que terminamos en esta situación?

Buscábamos a una víctima y ahora resulta que es nuestro enemigo. Nada terminó siendo lo que parecía, ni siquiera mi lindo íncubo quien también se dirigía, cómo por inercia, hacia el camino incorrecto casi siempre y al que debo que traer de la oreja hacia el bien común. Aunque hacer eso con otro íncubo parece un verdadero reto y más si este íncubo era mi cuñado emo vengador versión barata.

Inhale profundo y volví a sumergirme en el agua, al salir sentí una respiración tibia chocar con mi rostro. Abrí los ojos espantada, dando de frente con Gil.

—¡Imbécil, me has espantado!

Sonrió y me abrazó. Ese gesto repentino y sincero de afecto me sorprendió. Gil era tierno pero brusco, siempre fuerte y amable, pero este abrazo era el más sincero que habíamos compartido hasta ahora.

—Gracias por todo, Renata, no me arrepiento de nada, así que de ahora en adelante solo confía en mí. Nada malo te pasará, no mientras mi pecho aún respira por ti y mi corazón aún lata cada vez que te vea. Te has ganado el corazón de un demonio, espero estés dispuesta a cuidarlo.

Mi corazón se agitó como loco. Sonreí.

—Gil, eres un idiota... — lo abracé y escondí mi rostro en su pecho.

Así que en esto ha estado pensando todo esté tiempo. Por fin ha tomado una resolución y decidió quedarse a mi lado.

—¿Eso significa que me perdonas y aceptas estar conmigo?

—No.

—Espera... ¿Qué? — me tomó de los hombros y me alejó de su pecho con suavidad. El desconcierto adornaba todas sus facciones.

—No te perdono, me va a llevar tiempo hacerlo en su totalidad — trague saliva y suspiré —, pero quiero estar a tu lado, simplemente no puedo alejarme de ti, no puedo. Te amo.

Su cuerpo se relajó cuando termine de hablar. Soltó una carcajada y alzandome sobre su hombro me dejó caer al agua.

Trague un poco del liquido transparente antes de recuperar el control bajo el agua, y fue allí que agarre una piedra del fondo y le pegue en su pie. El ruido del agua era más fuerte que nada, pero fui capaz de escuchar su gritó de dolor. Sonreí, eso le pasaba por abusivo. Entusiasmada, abrace su pierna y lo jale. Se hundió justo cuando el último oxígeno almacenado en mis pulmones se esfumaba, entonces desee ir hacia donde se encontraba mi papá.

Sueños HúmedosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora