Cada vez que el movía las caderas con candencia, las mujeres de más de treinta años gritaban chillonamente como gatas en celo. Me reí ante la cara de desespero de Gil cuando la festeja se le aventó al cuello intentando besarle. Las mujeres a su alrededor la alentaban y aprovechaban que Gil estaba atareado en quitarse a la fémina de encima para tocarle sus gloriosos músculos. El trato de desenredar de sus caderas las piernas morenas de ella sin mucho éxito. La cara de la festeja experimentaba una inusual mezcla de seducción, placer y estreñimiento.
Se me escapo, y luego otra, y luego en carcajadas de histeria mientras observaba todo desde detrás de la puerta de la cocina.
Me senté a medias en una silla alta y bajé sutilmente la música que habían preparado hasta culminar. Di un chiflido; esa era la señal de que el tiempo del espectáculo se había terminado.
Escuche a Gil exhalar con alivio, pero su agonía estaba para nada de finalizar; una de las invitadas se acercó a mí con un gran fajo de billetes en mano. No diré que mis ojos no brillaron con avaricia, esa mujer tenía en su mano el dinero suficiente para tentar mi oscura alma y prestarselos otra hora. Y con todo el dolor de mi corazón, acepte el dinero.
Le mande un mensaje a Gil. El de inmediato lo vio. Por un momento me arrepentí al ver su rostro consternado, pero sujeté firmemente los billetes en mi mano para no flaquear. Uno debía de terminar lo que empezaba.
Renata: Gil, acaban de pagas por una hora más. Ya escogí la música, tú no te preocupes.
Gil: ¡Estás loca! ¡Renata, diles a estas mujeres libidinosas que tocar está prohibido!
Renata: Lo siento, pero ellas me pagaron extra por tocar. Tu solo disfrútalo.
Gil: Jodete. No vuelvo a dejarme enredar por ti... yo estaba preocupado por lo que comerías sin dinero, pero tu... Sera mejor que para la otra si quieres traficar con un chico carismático como yo te busques a otro. Pero primero, ¡sácame de aquí! DIABLOS, ME ESTAN TOCANDO LAS NALGAS.
Observe tras la puerta a Gil parado en medio de las mujeres mientras escribía. Estuve a punto de salir por él y rescatarlo, él había dicho que lo estaba haciendo por mí, para mí.
Renata: No es tráfico de blancos, es solo puro e inocente entretenimiento. Un stripptis no mata a nadie.
Gil: Si vamos a jugar así... me las vas a pagar y muy caro. Vete preparando para no volver a caminar por una semana entera.
Se desconecto. Al leer su amenaza sentí un escalofrió recorrer mis nervios. Algo me decía que no estaba bromeando. Oh, por todos los santos de las mujeres solteronas, nada bueno me esperaba.
Me desperté exaltada. Mi pecho subía y bajaba al ritmo de mi agitada respiración. Agarre las sabanas sintiendo mis terminaciones nerviosas a punto de explotar. Mi entrepierna hormigueaba. Mis dedos temblaban. Era un manojo de éxtasis. A mi lado Gil me miraba con una vitalidad asombrosa y trate de odiarlo, pero mi mente aún se mantenía en aquel limbo de placer al que me trasportaba.
ESTÁS LEYENDO
Sueños Húmedos
RomanceRenata es una chica que busca refugio en lo menos imaginable: la masturbación. Al estar siempre sola su vida fue monótona y lineal, hasta que un tipo sexy al que llamo orgasmo andante aparece para atraerla a las sombras, a las penumbras de la fantas...