-¿Conserje? Definitivamente no, me terminarían corriendo el primer día por falta de higiene. ¿Servidora social, cajera, entrevistadora? ¡¿Por qué en todos los trabajos tengo que lidiar con la gente.
Termino de tachar todos los trabajos disponibles en el periódico. Gil me mira de soslayo desde el sillón de frente. Sus ojos brillan burlonamente, gozando de mis fracasos por conseguir empleo.
-Entonces vuélvete astronauta y ve a lidiar con los marcianitos. A lo mejor hasta te adoptan. - mofa, comiéndose una uva, una deliciosa fruta que su cuerpo no necesita. Me estiro y le quito el trasto de uvas.
-Vete al carajo, Gil. Esto es serio. -subí mi playera y le enseñé mi estómago, lo sumí exageradamente para se me marcaran las costillas, pero mis lonjitas me delataban. Me faltaba hacer más ejercicio. -La comida del refri se acaba y tengo hambre.
Me miro dubitativamente.
-En efecto, me pareces demasiado delgada.
-Buena técnica para hacer que una chica se sienta bien, amigo. Siempre he sido delgada. Pero estos días he estado comiendo como un cerdo. Maldición. -gruñí. - He comido mucho cerdo estos días. - mis tripas sonaron cuando lo pensé. -Pero no importa, parece que no estoy ganando peso en absoluto.
Me dirigió una sonrisa de preocupación, tensa y dura en las comisuras.
-Es el peligro de ser mía. -dijo abruptamente. -En tu naturaleza esta dar hasta que no quede nada. -me miro con fijeza, sin parpadear, con un toque dorado en los bordes. Sentí que mis mejillas ardían, peor no aparte la mirada, hundiéndome en la profundidad de su mirada.
-¿Me ayudas a buscar trabajo? Voy a arriba por mi laptop para ver si podemos encontrar algo por internet. -me fui por la puerta trasera, rozándolo al salir, sin esperar una respuesta.
Bajé al poco rato y puse el aparato encendido en la mesa de centro de la sala. Él se sentó. Fui a la cocina por algo para beber, afortunadamente me encontré el último paquete de cerveza.
-Entonces, ¿quieres un trabajo donde no tengas que lidiar con la gente?
-Si. ¿Quieres beber? - le mostré el sixpack. Se froto la cara con las manos fingiendo decepción. Encogí mis hombros, la cerveza nunca podría faltar en mi casa. Tomé una lata para él, la abrí y la puse sobre la mesa.
-Esto tomara unos minutos. -le dije mientras abría Google para buscar trabajos bien pagados. - Mira, aquí hay uno: geisha urbana, gana más de cuarenta cinco mil pesos al mes haciendo compañía a hombres...
-Vaya, ahora así se les dice a las prostituidas. -Gil me interrumpió mientras leía en voz alta. -Ni se te ocurra mandar solicitud para ese empleo. - advirtió dando un gran sorbo a su bebida. Gruñí.
-Una vez me dijiste qué harías lo posible por sobrevivir, ni más ni menos y que no tratara de cambiar lo que eres. Ahora te digo lo mismo.
Dejo rudamente el envase vacío sobre la mesa y me miro, sus ojos destellaron con peligro, pero no retrocedí. Solo me mantuve quieta en mi lugar esperando su ataque.
-Pero tú no eres una mujerzuela, Renata. ¿Qué eres tú?
Sus palabras rozaron mis oídos como una obviedad. Aprete mis puños odiando que tuviera razón. Odiando que supiera como ganarme.
-Soy una dama... excepto cuando me encabrono, porque entonces me convierte en una bruja del demonio, salida de las entrañas del infierno, que te hará desear no haber nacido... y cuando estoy feliz horneo pastelitos y todo eso. -tome despreocupadamente de mi cerveza, con la batalla perdida. Él sonrió sabiéndose victorioso y se recargo en el respaldo del sillón.
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Sueños Húmedos
RomanceRenata es una chica que busca refugio en lo menos imaginable: la masturbación. Al estar siempre sola su vida fue monótona y lineal, hasta que un tipo sexy al que llamo orgasmo andante aparece para atraerla a las sombras, a las penumbras de la fantas...