En cuclillas vi a Gil encadenado a una grisácea y húmeda pared de cemento.
Su rostro estaba cubierto de cardenales y sangre seca, su ropa lucía desgastada. El pelo oscuro y largo caía como cascada sobre sus ojos que habitualmente lucían profundos, pero que ahora estaban cansados y arrepentidos.
Gateé hacia él, tomando su rostro en mis manos. Acaricié sus mejillas y suspiré. Aliviada recargue mi frente en la suya y cerré los ojos, sintiendo su tibio calor colarse en mi piel.
-Perdón... - murmuró, mis párpados se separaron topandome con unos ojos decaídos.
-¿Por qué? - pregunté con un nudo en la garganta. Está situación me ponía en un dejá vú bastante desagradable.
El miedo me inundó. ¿Me va a abandonar otra vez? ¿Ya no le soy útil? Después de tanto por fin encontró a su hermano quien había sido el motivo por el cual nos juntamos. Ya no me necesitaba...
-No pude, Renata, no puedo ni podré. Es mi hermano y en el fondo tiene razón.
Me congelé. Deje de respirar. Una parte de mi no quería continuar oyendolo, pero la otra parte sabía que tenía que hacerlo para poder avanzar.
Este tipo de situaciones donde era saber para vivir o vivir sin saber, ambas eran caminos engañosos que llevaban a la muerte tarde o temprano.
-No entiendo, no sé a qué te refieres, pero tenemos que encontrar una manera de romper las cadenas e irnos.
Nerviosa comencé a tirar de las cadenas. Por más fuerza que aplicaba, los gruesos enlaces de metal no flaqueaban.
-Hmpp... - los labios de Gil se curvaron con sorna, instantes después una neblina negra lo envolvió y las cadenas se deshicieron y él cayó de rodillas. El ruido seco me hizo saltar -Ellos murieron por una buena causa y nadie hizo nada. Nadie los recuerda, todo sigue su rumbo normal para todos, pero para nosotros no. La venganza no nos los devolverá, pero mandara con ellos a sus verdugos. Ellos merecen pagar, van a sufrir. Ya nada más falta el príncipe Lysander para terminar con la maldita raza y todas aquellas que se opongan al nuevo mandato serán asesinadas. No debe haber traidores, no deben de existir soñadoras... No sé que debo hacer, ¿Si te entrego dejaras de sufrir?
Me sujetó por los hombros, su tono de voz tenía un grado de consternación angustiante.
-¿O los entregó a ellos y te hago mía para toda la eternidad? ¿Me aceptarás?
-¿Qué mierda...? ¿Entregar a quién, Gil?
-Los traidores... Los débiles; Leo, Van, Lysander, ellos tres abandonaron a mis padres cuando más los necesitaron, ellos deben morir con ellos.
-¡Puterias! - grité y tomé sus mejillas entre mis manos con fuerza y lo obligue a mirarme - Te amo... Pero estoy cansada.
Silencio. Mis labios temblaron, mi cuerpo estaba desbordando emociones contenidas durante demasiado tiempo. Dudé sin saber que decir, pero extrañamente comencé a hablar como si dentro de mí ya supiera lo que tenía que hacer pero aún no podía aceptar.
-Estoy cansada de estar con alguien quien no sabe lo que quiere.
-¿Y tú si sabes? - me interrumpió con brusquedad -. Una chica solitaria, abandonada y con problemas de existencia. Te encontré tan desorientada y vagabunda... Te hice mía y solo debes saber eso.
-¿Tan fácil te parezco? - me comencé a reír con exageración, pero lo suficientemente bajito para no ser escuchada por nadie más. Mi reacción solo funcionaba para ocultar las lágrimas que se estaban fugando de mis lagrimales.
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Sueños Húmedos
RomanceRenata es una chica que busca refugio en lo menos imaginable: la masturbación. Al estar siempre sola su vida fue monótona y lineal, hasta que un tipo sexy al que llamo orgasmo andante aparece para atraerla a las sombras, a las penumbras de la fantas...