La primera vez que sentí el rechazo de mi padre fue cuando cumplí los cinco años. No me festejaron, supongo que ni lo recordó. Ese día por la mañana me llevaron a la escuela, me fueron a recoger y me encerraron en mi habitación porque papá tenía una reunión importante con unos amigos. No comí nada hasta el siguiente día y mi vida siguió.
Pensé que fue un olvido menor. No le tomé importancia. Pero después todos mis días fueron iguales.
Sola. Sola. Sola. Como un alma en pena.
Salí de mis pensamientos al sentir mi celular vibrando en el bolsillo de mi chamarra. Miré de reojo el contacto. Leo...
"Si necesitas un hombro sobre el cual llorar aquí estaré. Sé que no te gusta pedir ayuda, pero yo no te ayudare, solo te acompañare cuando tus piernas flaqueen. Me tienes a mí". recordé lo que Leo murmuro la primera noche que mi padre me había pegado.
Si tan solo tomaba su mano esta vez...
Mi orgullo titubeo por un instante, mi coraza pendió de un hilo hasta que vi a Gil saliendo del vestidor y entregarle la ropa a Julia para que se la empaquetara. Al verle sonreírle coquetamente sentí mi estómago retorcerse. Ese era uno de los motivos por los que no quería confiar en nadie, yo sola tenía que sobrevivir porque no siempre estarán a mi lado.
Volví a guardar el teléfono. Papá ya había desaparecido de mi vista y Gil acercado a mí.
-Gracias por la ropa. - mostró la bolsa de plástico con una sonrisa galante.
Suspiré y comencé a caminar rápidamente entre la gente. No quería estar un segundo más ahí mirando a las familias sonreír, los niños jugando... ¡Que mierda! Mire a las parejas que iban tomados de la mano. Sonreían y parecían felices. Sin temores ni inseguridades. ¿Cómo le hacían para confiar tan ciegamente en alguien que no conocían de verdad? ¿Cómo sabían que no los iban a dejar solos?
No entiendo. No entiendo...
-Renata... ¡Renata! -Gil detuvo mi andar violento y me encerró entre él y la pared de la tienda. Sus ojos azules brillaron con ¿preocupación? ¡Ja, que no me haga reír! No sé en qué momento acepte echarme encima a este orgasmo andante. -¿Estas bien?
No, no estoy para nada bien. Tengo miedo. Estoy asustada de lo que siento, de la maldad que siempre me ha rodeado y de todo lo que no puedo controlar. Y Gil se había vuelto parte de mis problemas. ¿Cómo es que había confiado ciegamente en él? Ni siquiera sabía con exactitud como llego a mí, mucho menos si tenía un pasado o planes en el futuro. Parecía que solo me utilizaba por ser mentalmente violable como acababa de ocurrir en la universidad, y la actitud que tuve durante nuestro encuentro no lo esperaba, odiaba que sacara lo más pervertida de mí.
-¡A ti qué más da si estoy bien o mal! ¿Sabes? normalmente yo no le doy explicaciones a alguien que solo se pasea en mi cama metafísica cada vez que quiere. -exclamé.
Contuve la respiración sin saber de dónde había provenido ese pensamiento. La gente a nuestro alrededor seguía su rumbo sin inmutarse ante la riña que había empezado. Pensé que se iba a enojar conmigo, pero al contrario de eso vi un destello rojizo surcar sus ojos. Sostuve el aliento en espera de que su juego mental volviera a empezar. Cuando vi que no, me relajé. Toco mi mejilla con ternura, casi con comprensión a mis miedos. ¿Acaso él tampoco podía confiar en nadie? Su piel era cálida al tacto, pero no desagradable, incluso con el calor del día.
-No entiendo tu repentina paranoia. No tienes que decirme nada, mucho menos confiar en mí, pero por ahora tienes que pensar con calma. ¿No te doy confianza? Bien. Pondremos las cartas sobre la mesa en privado, ahora no es el momento
-¿Por qué? -gimotee. No debería ser amable conmigo. ¡Nunca había oído hablar de un demonio amable! Joder, él era el vivo pecado de la lujuria, pero en este momento parecía ser un puto mandamiento.
Inhale y exhale logrando calmarme a los pocos minutos. No me contestó, hizo un sonido entre un suspiró y un gruñido, siguiéndome el paso mientras me dirigía a casa.
Avanzamos en silencio por varias cuadras, mis pies conocían a la perfección el camino de regreso. Después de las tiendas de ropa, estaba el café americano, la tienda de zapatos y la tienda de juguetes sexuales cerca de casa ¿será culpa de esa tienda mis manías? Nah. Era tarde y la mayoría de las tiendas ya estaban cerrando. Ojalá todos los corazones tuviéramos hora de abrir y cerrar los sentimientos.
Nos movíamos entre la poca gente sin rumbo, y la vibración de los motores de los carros hacia ecos inquietantes entre los edificios.-No estoy loca, ¿sabes? Puedes dejar de mirarme como si en cualquier momento fuera a aventarme a la carretera. - dije finalmente, incapaz de permanecer callada.
-No lo harás, sé que ese culo debe ser mío fuera de tus sueños. Ya después podrás aventarte de un puente si quieres. -gruñó cuando dimos vuelta en la esquina, e ignoró mi risa amortiguada y mi indignación burlona. -Siendo serios, la expresión de tu cara... -hizo una pausa, estudiándome bajo la sombra de sus pestañas. -Parecías... triste.
Mis hombros se estremecieron ante su escrutinio.
-Sí, me imagino que estaba triste. - llegamos a la entrada de mi casa. -Casi pierdo el control en medio de la calle, ¿no? Pero supongo que eso fue lo de menos, parecías muy contento con Julia y sus bonitas piernas.
-Estás cambiando el tema. -se metió las manos en los bolsillos y se alejó de mí. Exhalo agudamente y después suspiró. Se recargó en el cristal de la ventana de la fachada de mi casa, como esperando que le abriera para entrar.
-Sí, ¿qué los íncubos no tienen una casa? -pregunté un poco hostigada por su compañía.
-No, nosotros los íncubos no tenemos nada parecido a una "casa" o a un "hogar". -dejó caer la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Un ojo se volvió a abrir para volver a mirarme y un débil brilló dorado bajo su párpado. -¿Tú normalmente bailas mientras preparas el desayuno?
-¿Ahora quién está cambiando de tema? -crucé los brazos con el gesto universal de Estoy escandalizada, por favor, vete a la mierda. -Y no creo que contornear mi cadera mientras me preparo un huevo cuente como espectáculo. -sentí la cara abrasándome en la oscuridad.
-Lo es si la que está bailando no sabe hacerlo. -rió con perplejidad. - ¿Por qué estabas triste?
Parpadeé. Acaba de volver a cambiar el tema.
-¿Tanto te interesa?
-¿Estaría preguntado algo que no quisiera saber? -sus ojos brillaron divertidos y a mí se me erizo la piel.
-Porque vi a mi padre quien me considera muerta, porque recordé a mi madre que me abandonó de pequeña y porque todas las personas que me rodean terminan odiándome dejándome sola... -dije en voz baja.
-Lo siento, no quería ser entrometido. -su voz se hizo más amable. Por un momento lo odié por ello. Odié la manera en la que el doloroso sentimiento de culpa se arremolinó en mi frente, odié la forma de como retumbaron las palabras comunes de lástima.
-No necesito tu lástima, Gil. Ni tu ayuda. -me alejé de él y los ojos comenzaron a arderme. Pestañeé rápidamente para contener las lágrimas amenazantes. -No quiero absolutamente nada de ti. Ni tus excelentes orgasmos metafóricos.
Abrió la boca para decir algo, pero yo me precipité hacía la puerta con la llave lista, sin mirarlo otra vez crucé el umbral paralizándome a medio camino. Las llaves resbalaron de mi mano cayendo al suelo con un estruendoso sonido metálico.
-¿Sucede algo? -Gil se acercó tras mi espalda y lo sentí tensarse tras de mi al también ver a Leo esperándome dentro de casa.
-Buenas noches, Renata. -se acercó a mí con una carta, me la iba a entregar cuando sus ojos se encontraron con los de Gil. El tenso ambiente hizo que mis vellos se erizaran. Nada bueno parecía salir de este encuentro.
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Sueños Húmedos
RomanceRenata es una chica que busca refugio en lo menos imaginable: la masturbación. Al estar siempre sola su vida fue monótona y lineal, hasta que un tipo sexy al que llamo orgasmo andante aparece para atraerla a las sombras, a las penumbras de la fantas...