Capítulo 54

3.1K 404 43
                                    

No sé de dónde obtuve la fuerza, pero a penas el susodicho termino de hablar, alcé el rostro a su dirección.

Él dejó caer la gorra, mostrando su perfecto cabello negro amarrado tras su nuca. Sus ojos dorados y su sonrisa maquiavélica eran perturbadoras. Todo era tan borroso. ¿Ese era Jon? ¿El famoso hermano perdido?

Me costó creerlo, hasta que la voz de Gil se quebrantó en un susurró, que pareció más un lamento.

—Jon...

Era él...

—Me da gusto verte Gil, aunque haya un pequeño inconveniente entre la reunión... — sus ojos brillaron en mi dirección.

Gil siguió su vista hasta mí. Retrocedió sin dejar de verlo, me levantó y me abrazo contra su pecho. Sus manos temblaban al sostenerme. Esto debe ser tan impactante para él como para mí.

—Entregamela.

Le ordenó. No había necesidad de decir que quería: yo era su presa.

—¿Qué significa todo esto Jon?

—Significa que el verdadero cambio está por suceder. Solo debes de darme a la chica y todo irá como siempre soñamos.

Cerré los ojos, incapaz de mantenerme consciente del todo. Las voces a mi alrededor eran difusas. La droga era cada vez más fuerte en mi sistema.

—Renata, Renata... — Gil me agito, abrí los ojos y vi su rostro alienado. Suspiré y logre hablarle.

—Estaré bien.

Él negó. Mi intento por tranquilizarlo falló.

—Dame el antídoto —bramó.

—No hay nada como un antídoto. Es una droga, no tiene curación. Solo hay que esperar que el efecto pase, pero... hay algo que puedo hacer, solo tiene que ir conmigo.

—No.

Gil me sentó contra la pared, me sujeté a su brazo, no quería alejarme de él. No tenía un buen presentimiento.

Jon tronó la boca, demostrando su disgusto ante la respuesta.

—Gil, Gil, el pobre Gil que cree que puede lograr lo que se propone de la buena manera, verte ahora me repugna. Yo era como tú. Esperaba un cambio sin querer ensuciarme las manos, pero sabes que las cosas no funcionan así.

—No me jodas. No entiendo ni una puta mierda de lo que dices. Solo sé que te busqué para no encontrarte. Te desconozco, Jon, no sé quién eres.

Jon se rió.

—Sí, tienes razón. No soy igual que antes, pero solo algo permanece igual; mi deseo de libertad.

—¿Libertad? —Gil lo encaró.

—Exacto. Siempre bajo las hadas, siempre haciendo el trabajo sucio, viendo como los de nuestra especie viven en la miseria acompañada de la esclavitud. Siempre quise destruirlos, sobre todo después de que la sangre de nuestros padres manchó sus manos. Las hadas sucumbirán y los demonios extienden sus brazos. Es nuestro momento de brillar, pero necesito a la chica.

—Juraste protegerla.

—Eso es pasado, Gil. Además, ella solo es otro producto defectuoso. A partir de ahora ninguna soñadora deberá de existir. Las hadas han sido demasiado blandas en ese aspecto.

—Ellas son simples humanas. No tienes que meterlas en este asunto.

—Humanas con poderes. Siendo sincero, mi querido hermano, planeaba dejarlas vivir, pero me dí cuenta que son realmente molestas. En especial esa chica, ha estado arruinando todo desde que metió sus narices. Son una amenaza que no se puede controlar, así que hay que erradicarlas de raíz.

Sueños HúmedosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora