Capítulo 40

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Con la respiración agitada, me recosté en su brazo, dándole la espalda.

Increíble.

Existían millones de palabras que podrían tratar de describir este momento, pero ninguna sería suficiente.

Le dí la espalda, mirando la pared oscura de la sala de invitados, él me abrazó la cintura y suspiró en mi cuello.

- Me sorprende que aún no haya muerto - murmuré. Gil asintió.

- Es porque estás llena de vida, Renata. - besó mi cuello - llena de deliciosos sueños.

No dije nada. Mi mente recordó las palabras de Cass, de Leo, de Lyss; si no fuera porque era una soñadora, estar de este modo con el íncubo sería imposible. Y dado que los sueños de terminan tarde o temprano, ¿Mi relación con él también lo haría? Me mordí los labios.
Rayos, tener sexo fuerte más de una vez me ponía sentimental. Pero por ahora, no había tiempo para eso.

- Debo volver, la fiesta aún no acaba. Y estamos en una situación difícil como para arriesgarnos.

Oh, si, nene, la cordura volvió a mí.

- ¿En serio planeas quedarte aquí?

Volteé a mirarlo y asentí. Seguido de esto me levanté de la cama en busca de mi vestido, cuando lo encontré, el hermoso vestida de novia que valía Miles de veces mi vida, se encontraba irreconocible y con todos los diamantes brillando en la alfombra como estrellas en la noche.

- Mierda, ¿Y ahora como saldré?

Comencé a dar vueltas de desesperación con la mirada de Gil posada sobre mí. Supongo que no podría creer lo que estaba dispuesta a hacer. Luego, al cabo de unos minutos, suspiró y se sentó en la orilla de la cama.

- En el sofá de allá, traje ropa. - señaló con desgana el sofá dónde una maleta negra de viaje se encontraba.

Corrí y busque. En efecto; había un vestido sencillo negro y unas botas a juego, con una chamarra de mezclilla.

Mientras me lo ponía, continúe hablando con Gil;

- ¿Por qué traías esto contigo?

- Porque no pensaba dejarte conservar ese puto vestido, y obviamente, no iba a escapar contigo desnuda. - su voz reflejaba fastidio, enojo, aún no estaba de acuerdo conmigo.

- Estaré bien, no te preocupes por mi.

Negó, se levantó y comenzó a cambiarse él también. Se hizo un silencio incómodo, que él rompió.

- Estoy asustado, mujer estúpida - gruñó.

- ¿Qué?

Iba a reclamar, pero me interrumpió.

- Rebeca, tu madre, planeó lo mismo que tú y nada resultó bien.

Me detuve mientras abrochaba el último botón de la chamarra.

Me paralice, con el temor de que si me movía, él iba a esfumarse. Lo ví pasar sus dedos entre su cabello, apretando, jalando y soltando como siempre hacia cada vez que algo lo sobrepasaba.

Frunció los labios, concentrando su mirada en la mía.

- Te diré todo lo que sé sobre tu madre, es hora de que te enteres de la verdad - mencionó tangentemente. Mi cuerpo comenzó a temblar ante ello.
Toda una vida esperando la verdad, pero ¿realmente estaba lista para ella?

- S.sabes, yo... Es mejor que me vaya ya...

Busque una escusa para escapar. Tenía miedo, qué todo lo que fuera a contarme podría cambiar mi vida, mi manera de ver las cosas.

Sueños HúmedosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora