Capitulo 10

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Los faroles de la calle parpadeaban con una luz opaca, la neblina de comienzos de invierno dejaba una confortable sombra. Volvía la calle oscura, íntima y solitaria, lo que me parecía perfecto. Había saciado mi dosis de cuerpos sudorosos y alientos alcohólicos de la noche. También había tenido mi dosis de drama.

Me recargue en una pared solitaria solo para disfrutar el silencio misterioso de la noche. Una ligera brisa esparció el aroma a café recién hecho de una cafetería de 24 horas. Yo sentí alivio ante la tranquilidad.

La presencia de Gil surgió de la oscuridad y se detuvo junto a mí. No nos tocamos. Me daba una extraña alegría compartir con él el hermoso paisaje de las luces adornando la medianoche.

Después de un rato rompió el silencio.

-¿En qué piensas?

Fijé mi vista en las lejanas luces que estaban al otro lado de la carretera y me encogí de hombros.

-Con que eres cantante, ¿eh?

Hizo un ruido de perplejidad.

-No realmente. -admitió. -Hago lo que puedo por sobrevivir. Normalmente me quedó con mis clientas, pero como una chica bipolar me corrió de su casa tengo que obtener dinero para rentar un lugar donde quedarme. -su voz sonó con cierto reclamo. Se dio la vuelta para recargarse en el borde de la piedra mientras que con las botas raspaba el suelo y su abrigo aleteaba en el viento. Observé de soslayo el resplandor de su perfil bajo la luz pálida. Era tan hermoso que el pecho me dolía al verlo.

-Nada es como me imagino. -una sonrisa amarga asomó en mis labios. -¿Quieres hablar de la otra noche?

El íncubo hizo una pausa y yo supe inmediatamente que había dicho lo peor que no debía. Su cara se volvió sombría, y sus peligrosos ojos planos y cautelosos.

-No.

-¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de aceptar que te sientes atraído por mí? -no sé ni de donde saque esa idea, pero no quería mantenerme en silencio.

-Simplemente son negocios. -dijó secamente.

-Ah... Oye, qué bien trabajo estás haciendo. -respondí. -Mis sueños no habían estado tan rebosantes de carne y placer desde que era adolescente. -tamborileé con los dedos mi frente. -Parece un burdel aquí dentro... Pero sin las ganancias. ¿O de eso se trata? ¿Ponerme cachonda y luego irte? ¿Esperas que te ruegue por un orgasmo mágico a cambio de información?

Sus labios se contrajeron en una expresión desdeñosa, pero de todos modos alcancé a notar el relámpago de desilusión que cruzó su rostro. Me reí por lo bajo cuando él se puso tenso.

-No tienes que hacer eso, ¿sabes? -me froté los codos con las manos para sacarme el escalofrío que recorría mi piel. Por salir con prisa, había dejado el abrigo en casa.

-¿Hacer qué? ¿Pedirte ayuda? -gruñó, pero había un toque de desesperación en su tono. -Te estás riendo, ¿no? Apenas consigues ayudarte a ti misma, ¿cómo diablos esperas poder ayudarme a mí?

-Buen punto. Para ayudar a alguien esa persona tiene que querer ser ayudado, y eso es lo que me has estado suplicando desde que nos conocimos. No fingas. - me encogí para protegerme de la brisa. -Ni siquiera tienes que hacer el truco de ser un orgasmo andante. No tienes que impresionarme. Y, para ser honesta, se está volviendo molesto.

-No es truco. -se volteó por un instante y después se quitó el abrigo de repente. -Toma. -lo extendió hacia mí.

-¿Qué?

-Tienes frío. -dijo resoplando.

-Veo que eres buen observador.

-Solo-toma-la-maldita-cosa. -los ojos de Gil se posaron en mi con las pupilas destellando oro, hasta que me di por vencida. Me lo colgué sobre los hombros. Era pesado y cálido... Muy cálido, y olía a cuero.

Sueños HúmedosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora