Mis sentimientos eran claros. No tenía duda. Yo me sentía atraída por mi profesor. Sin embargo, a pesar de que él me daba señales tan confusas como en este momento, yo no creía en él.
Durante mucho tiempo he vivido rodeada por una pared de desconfianza y todas las dudas que podrían embargad a alguien de mi edad se multiplicaban. ¿El profesor tomaría de manera seria una relación con su alumna o solo buscaba un revolcón con una joven? Él seguramente solo estaba jugando conmigo.
Mi corazón dolió al pensarlo. Tengo miedo de que estos sentimientos me lastimen, de que él me haga daño y termine abandonándome como lo hizo mamá, papá, como todos.
-Estoy bien. Muchas gracias por su preocupación. Lo veo al inicio del próximo semestre - me levanto de la silla alejándome de él. Con trabajos el profesor me sonríe. No, no hagas que me sienta mal porque voy a querer arrepentirme, pero al final mis miedos van a ganar.
-Si, espero que la próxima vez puedas llamarte de tú y por mi nombre. Tu padre me preguntó por ti. -alce la mano para que parará. Eso es algo que odiaba de él, el que fuera amigo de mi padre. Que me haya cuidado durante todo este tiempo por petición de mi padre, el que haya ayudado no quiere decir que mi progenitor me quiera ni que el fuera mejor persona. Así que su amistad aumentaba mi desconfianza.
-Eso es una falta de respeto...
-Eso es lo que quiero - volvió a acercarse a mí, acorralándome contra la puerta, nuestras distancias se mantenían dentro el límite del decoro. Pero extrañamente mi vientre se comprimió envuelto en una sensación de placer, igual a la que me provoca Gil... ¡Diablos, dejé a un sexi íncubo esperándome en el pasillo! De inmediato el lívido se esfumó.
-Está bien. - su boca se curvo con felicidad -.Hasta luego, Leo.
Al salir Gil se encontraba con la cara apoyada en sus piernas. A simple vista parecía alguien dormido en el pasillo por el cansancio, pero tenía la leve duda de que no era así.
-Regresaste... - murmuró levantando la mirada. Sus ojos me barrieron bañados en deseo. Tenía hambre.
Se levantó recargándose en la pared contorneando su cuerpo en un suave serpenteo, dejándome ver sus caderas y lo ajustado que quedaba ese pantalón de su entrepierna.
Tomándome desprevenida mirando su "paquete" tiró de mí y me acorralo contra la pared. Recargó su cuerpo contra el mío como una clara insinuación. Su cabeza quedó recargada en mi cuello. Su agitada respiración me ponía los pelos de la nuca de punta.
-¿Quieres hacerlo aquí? - gruñó esas palabras, en su voz se distinguía el cálido deseo que se agitaba detrás de sus brillantes ojos.
-Estamos en la universidad...
-¿No quieres? ¿No sueñas con hacerlo aquí en el pasillo? ¿No deseas que te folle sobre las bancas del salón? Quieres romper las reglas y lo sabes. Me deseas... - besó el lóbulo de mi oreja y yo respondí restregando perversamente mi cadera contra su bulto. En la parte de atrás de mi mente, una vocecita golpeaba mi audacia, pero la mandé al diablo. Hasta donde sabía, el íncubo había sido un calientacoños desde que nos conocimos, y yo ya estaba harta.
Dejó escapar un gruñido denso mientras que con la otra mano se estiraba para agarrarme el trasero.
¿Qué tan mal estaba hacerlo? Finalmente, solo iba a ocurrir en mi mente.
-¿No te vas a arrepentir? - me dijo conteniendo el aliento. ¿Ahora él se iba a acobardar? Colocó su pulgar en lo barbilla, su cara vago hasta que sus labios rozaron los míos. Me estremecía ante la intrusión.
-Probablemente - suspiré. Por fortuna mi mente estaba más concentrada en la forma en la que mordisqueaba mis labios -. Normalmente me arrepiento de muchas cosas - el íncubo se detuvo y me miró fijamente, una emoción sin nombre cruzo su rostro, después sus labios se posaron sobre los míos fieros y posesivos.
Me devoró completamente. Sólo existían la dulzura de su lengua introduciendo calor y humedad en mi boca. Me barría superficialmente, deteniéndose en el sabor de los bordes y luego se deslizó más profundo. Mi pulso y mi ritmo cardíaco se coordinaron con el latido de mi corazón. Me agité para enterrar mis dedos en sus cabellos oscuros, mi aliento, entrecortado dejo escapar un gemido de anhelo.
Sin embargo, me separé. Tomé su mano y lo llevé en dirección al último salón del pasillo. Me aseguré que estuviéramos solos y cerré por dentro.
Su única reacción fue una ligera risa y se acercó seductoramente hacía mí. Resbaló su mano por mí trasero. Rodeé mis piernas en sus caderas y gemí cuando me empujó sobre una banca. Me alzó rozando su erección contra mi ingle, provocándome con todas sus promesas.
-Gil... - pronuncie su nombre que desapareció en el aire mientras sus labios resbalaban por mí cuello y sus dedos subían por mi blusa para apretar mis pezones endurecidos.
Instintivamente, arqueé la espalda. A pesar de su actitud, el íncubo sabía lo que hacía. Y el calor que quemaba mi interior lo deseaba. Mucho. Y, sin embargo, esta vez no estaba dispuesta a estar bajó su control.
Cogí su mano y lo llevé hacia el escritorio. Una vez ahí, lo empuje hasta recostarlo sobre él.
-¿Qué estás haciendo? - gruñó.
Yo sonreí quitándome la ropa lentamente frente a él. Me desabroché la blusa y la dejé caer al suelo.
-¿Qué te parece que estoy haciendo?
Gil contiene la respiración. Su entrepierna se puso dura y sobresale como queriendo romper el pantalón.
-Oh... Eres una chica mala - jugueteó.
-Si, ahora voy a demostrarte que tan mala puedo ser.
Gil rio. Me quite el sujetador para que pudiera ver mis pechos. Solo en sueños, con él, puedo sentirme sensual con mi cuerpo. Gil intento tocarlos, pero le di un golpe en la mano.
-No, todavía no te lo permito - comencé a acariciarme suavemente y masajearme frente a él. Gil parece hipnotizado. Ya lo tengo bajo mi control.
Me quité la falda y luego las bragas.
Una vez más, Gil estiró su mano para tocarme, pero yo di un paso atrás y su mano solo tocó el aire.-Eres demasiado impaciente.
-Te deseo - bramó y miró su entrepierna -¿Ves cómo estoy?
Sonreí.
-Si, me gusta eso. Quiero que me desees tanto que no puedas controlarte.
Ante su intensa mirada llevé una de mis manos a mi intimidad mientras que con la otra continuaba tocándome los pechos. Me acerqué sensualmente a él, pero le tomé las manos antes de que pudiera tocarme. Me senté sobre sus rodillas y puse mis pechos en su rostro y Gil comenzó a besarlos y succionar de ellos.
Podía sentir el bulto entre sus piernas debajo de mí y comencé a moverme de frente hacia atrás.
-Quiero tocarte... - casi suplico. Yo se lo negué. Y traviesamente desabroché sus pantalones tomando su "anaconda" entre sus manos y masajeé mi entrada con su glande por un tiempo, luego lo dejé entrar de golpe.
Oh... Que bien se siente esto. Moví mis caderas de arriba abajo y en círculos, acariciando todo mi interior.
Al final, Gil desesperó y me tomó revertiendo los lugares, recostándome sobre el escritorio. De pronto parecía estar lleno de energía. Era salvaje y me encantaba.
-¡Joder, que bien se siente! ¡No pares!
El deseo me consumía y me quemaban por dentro. Mi visita comenzó a nublarse y por fin Gil obtuvo su alimento.
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Sueños Húmedos
RomanceRenata es una chica que busca refugio en lo menos imaginable: la masturbación. Al estar siempre sola su vida fue monótona y lineal, hasta que un tipo sexy al que llamo orgasmo andante aparece para atraerla a las sombras, a las penumbras de la fantas...