Silencio. Oscuridad.
La lobreguez del lugar asedio en ojos. Mi visión ondulo cuando me fui acostumbrando a la tonalidad del lugar. A mi alrededor algo revoloteo, los lamentos entrando por el averno. Las pesadillas se aporrearon en la entrada del mundo de los demonios con sus voraces fauces. El azufre estaba impregnado como miasma.
Devolví mi mirada a mi brazo, donde un poco de sangre resbalaba desde mi hombro, manchando también el piso, debí de haberme lastimado cuando me empujaron...
Las gotas tambalearon contra mi piel; estaba temblando.
Las imágenes del recién ataque golpearon mi mente como látigos de pánico. Tina... esos desgraciados estaban atacando a mi mejor amiga.
El pavor me invadió. Si algo malo le sucedía a ella, yo no me lo perdonaría.
—Tengo que volver... —me levante con dificultad. Gil me ayudo a sostenerme. En el momento no me imagine que salí mal parada, pero ahora me duele todo y la sangre que escurría de mi cabeza me hacía visualizar las cosas con dificultad.
—¿Estás loca? Ellos siguen allí —me envolvió contra su pecho, él también estaba herido, pero hacia un sobreesfuerzo por sostenerme. —Venga, curemos tus heridas.
Me empujo unos cuantos pasos. Luego me detuve, cayendo por primera vez en el verdadero peso de la realidad.
—¿Renata?
Trato de obligarme a retomar el paso, más yo me zafe y trastabille al caminar hacia delante, cayendo de rodillas al suelo.
Esas cosas habían ido a buscarme a mí. Tina termino herida por mi culpa, por culpa de esas malditas hadas y su monomanía absurda. Si ellas querían eliminarme que lo hagan, pero que no se metan con las pocas personas que quería en este mundo.
—Da igual. Si lo que quieren es eliminarme, que lo hagan. No es como si hubiera mucho que perder. —traté de levantarme.
Lo escuché gruñir. Era un sonido tan característico en él, por lo que no le tome importancia. Sin embargo, me sorprendió cuando me levantó del suelo para confrontarme. Sus dedos se cernieron alrededor de mis hombros, lastimando más el que se encontraba herido. Retuve un grito de dolor en mi garganta al ver su rostro furioso. Me helé. Era la primera vez que lo veía tan enojado, y conmigo.
—Eres tan egoísta... —habló entre dientes. —¿De verdad dejaras que se salgan con la suya? ¿Eres tan patética? La Renata que conozco se levantaría dispuesta a hacerles pagar cada minuto de dolor que tu amiga mortal sintió. A hacerles desear no haberse metido contigo.
Mientras hablaba su ira aminoro. Su agarre se volvió más suave y su mirada era tersa. Él confiaba en mí. Él egocéntrico orgasmo andante confiaba en una mortal. Que sorpresa.
Que estupideces. Un rayo de orgullo me hizo recobrar mi voluntad... yo no iba a dejarles las cosas tan fáciles. Gil tenía razón. Esas putas campanitas creían que las cosas iban a ir a su manera, pero se metieron con la loca equivocada.
Tambaleándome, me incorpore. Estaba hecha polvo, pero no derrotada.
—Aun así, tengo que volver. Tina está en peligro.
Negó con calma.
—No tienes que preocuparte por eso. Esta acompañada de un íncubo y un licántropo. La protegerán bien.
Levanté una ceja insegura. El pareció captar mi inseguridad.
—Si, fuimos derrotados con bastante facilidad, eso fue casi estúpido. Pero fue porque estábamos conteniéndonos. —hizo una mueca de disgusto. Era obvio que era alguien a quien no le gustaba perder.
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Sueños Húmedos
RomanceRenata es una chica que busca refugio en lo menos imaginable: la masturbación. Al estar siempre sola su vida fue monótona y lineal, hasta que un tipo sexy al que llamo orgasmo andante aparece para atraerla a las sombras, a las penumbras de la fantas...