Capitulo 14

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Todo sucedió tan rápido.

Las tinieblas humanoides se lanzaron hacia mí en un claro y potente ataque. Fue tan repentino, mi corazón dio un brinco al ver a Gil interponerse y golpearlo con una llama negra; oscura y tenebrosa, que sólo hizo desvanecerse en una nube para después reaparecer unos pasos más detrás.

-Tu asqueroso poder es igual al de ellos, no servirá de nada. -Leo gruñó de manera despectiva hacia el íncubo. Sus hermosos ojos azules se tiñeron de rojo mientras una aura lóbrega lo cernía. En un abrir y cerrar de ojos, un viento proveniente de Leo golpeó a las extrañas criaturas; estas gritaron con agonía, haciendo retumbar las paredes.

Tapé mis oídos al mismo tiempo que Gil me cubría del viento de Leo con su cuerpo. Sentir sus brazos rodeándome me hicieron salir del estupor. Me aferré a la chamarra de cuero que Gil se había puesto, él me estrujó con determinación, transmitiéndome seguridad.

Miré sobre su hombro como mi tutor peleaba con bastante fervor, pero para él era muy difícil acertar en un golpe; aquellas criaturas se desmaterizaban en el viento como si fueran parte de la materia.

Una de ellas desapareció justo cuando Leo lo golpeó. Y reapareció detrás de Gil.

Un segundo, un jodido segundo le tomó a aquella sombra acercarse a nosotros. Con un estruendoso alarido se preparó para golpear a Gil tras su espalda. Me miró por un instante, sus ojos carmín me acecharon; yo era su presa, y claramente Gil era un óbice.

Sin dudar, se lanzó sobre nosotros, mi pulso se aceleró al ver como se aproximaba a Gil.

No...

No... No... ¡Lo iba a matar!

Lo sabía. Tenía que hacer algo, él estaba en peligro para protegerme. Por inercia hice lo mismo que él conmigo, lo rodeé con mi cuerpo, quedando de una bolita humana. Mis latidos golpeaban mi pecho con violencia, tanta que mi vista comenzaba a nublarse. Con mis manos temblorosas me aferré a Gil.

-¡Renata!-gritó Leo al darse cuenta de la situación.

Si, parecía que todo había sucedido lentamente, pero no, todo ocurrió en segundos. Ninguno de los tres tuvo tiempo suficiente para reaccionar. Cerré los ojos cuando la sombra atacó, esperé pacientemente el golpe. Mentiría si decía que no tenía miedo, pero también sabía que debía proteger sobre todo a los míos.

Debía protegerlo. Quería que estuviera a salvo.

Gil se removió inquieto cuando sintió la presencia cerca, estaba desesperado por zafarse de mí. Pero no dio tiempo.

El golpe nunca llegó, no sentí nada. Sentí una fría brisa golpear mi piel, así que me separé lentamente de Gil

Observé al derredor con sorpresa, estábamos a las afueras de la ciudad; en la cima de la cumbre. ¿Cómo es que habíamos llegado aquí?

-¡Renata! ¡¿Estás bien?! -Gil me examinó con su oscura mirada mientras me sujetaba por los hombros. -¿Por qué hiciste eso? Pudiste haber salido herida. -gruñó.

Fruncí el ceño ante su regaño. Me... ¿Estaba regañando por protegerlo?

-Pero no lo estoy. -mascullé con el mismo tono, levantándome del suelo, mis piernas aun temblaban. Habíamos terminado en la misma posición que en la casa. -¿Cómo llegamos aquí?

Gil se levantó y gruñó de nuevo. Estaba pensando que hacerlo era su exclamación favorita. Me abracé mirando la ciudad a oscuras, siendo iluminadas por las casas. Siempre había pensado que desde las alturas la civilización se veía como un cielo estrellado y demasiado revuelto para nuestro buen.

Sueños HúmedosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora