Emma.
Recogí todas mis cosas de la biblioteca y salí aún con la incertidumbre en mi cuerpo. ¿Por qué Sophie y yo no teníamos la pensión correspondiente? Decidí dejar los quebraderos de cabeza para otro momento.
Esperé a Marco en la entrada de mi facultad y recé para que fuera todo lo silencioso posible, no quería que me asociaran con él en la universidad. No tenía nada en contra de Marco, pero no tenía ganas de que la gente me señalara por los pasillos.
Para mi sorpresa, Marco conducía demasiado bien, respetando la velocidad y siendo responsable, así que nada de acelerar rápida para llamar la atención ni nada por el estilo.
-Buenos días - dije nada más montarme en el coche. Le di dos besos y me puse el cinturón antes de que volviera a arrancar.
-Hola, ¿qué tal todo?
-Genial - le indiqué cómo salir de allí - ¿Estás seguro de que quieres pasar el último día de vacaciones conmigo? - pregunté divertida.
-No te puedes imaginar las ganas que tenía de esto - me miró un segundo y volvió la atención a la carretera.
Se me dibujó una sonrisa de oreja a oreja y dirigí mi mirada a la ventanilla. Los coches pasaban, unos más rápidos y otros más despacio, la mayoría respetando la señalización y frenando a tiempo. Me fijé en la velocidad que llevaba Marco e iba por debajo de la permitida, pero para mí era rápido.
Las manos comenzaron a sudarme y me puse nerviosa, no había vuelto a montar en un coche conducido por otra persona desde lo de mi madre. Solamente me montaba con Carla y porque sabía que era una persona muy prudente.
-¿Estás bien, Emma? - preguntó Marco mientras ponía una mano en mi pierna.
-¿Puedes... - tartamudeé - bajar la velocidad un poco?
Me miró extrañado pero lo hizo sin rechistar.
-Estoy acostumbrada a tener el control del coche y hacia demasiado tiempo que no me montaba de copiloto - intenté disimular lo mejor que pude.
-Tranquila que no suelo ser ningún kamikaze - reí ante la broma que acababa de hacer él. Había conseguido que me relajara un poco.
Llegamos al restaurante en a penas veinte minutos. En realidad era una pequeña cafetería perdida en un barrio de Madrid, nada de lujo ni de apariencias. Marco cada vez comenzaba a parecerse alguien humilde que intenta hacer una vida normal y corriente.
Abrió la puerta de la cafetería y me dejó pasar primero. Cuando entró él esperé a que la mujer que estaba detrás de la barra se sorprendiera de su presencia, pero al parecer eran conocidos.
-¡Marco! Hacía mucho tiempo que no te pasabas por aquí - salió de la barra y vino a saludarnos.
-He estado un poco liado estos días - me miró a mí sonriendo - Ella es Emma una amiga - la mujer me dio la mano y me saludó amablemente - Ella es Lola, la dueña del local.
Nos sentó en una mesa para dos al lado de la cristalera mientras veíamos a los transeúntes madrileños pasear por las calles.
-Si me lo permitís os traeré la especialidad de la casa ¿vale? - nos dijo la mujer mientras nos tomaba nota de la bebida. Yo asentí con la cabeza al igual que Marco que no paraba de mirarme sonriente.
-Me encanta venir a este lugar, lo descubrí en mis primeras semanas aquí - me confesó cuando Lola nos dejó a solas - Intento venir con regularidad a comer aquí porque me hace sentir un poco como en casa.
-La verdad que este lugar es muy acogedor - eché un rápido vistazo por todas las fotos de la pared y descubrí que eran todas de Mallorca.
-A parte de Carla y mi familia, nadie más ha estado aquí.
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Mentiras. // Marco Asensio //
FanfictionDos personas; Una misma amistad; Un mismo destino. ¿Hasta qué punto estás dispuesto a mentir para que te quieran? Emma lo tiene muy claro, ¿y tú?