Emma.
Entré en casa y toda la energía que había renovado durmiendo con Marco se esfumó en apenas unos minutos. Sophie estaba sentada con sus preciosos morritos arrugados, síntoma de que se había enfadado, y mi padre de pie con los brazos cruzados.
-¿Qué ha pasado aquí? - dije nada más entrar en la cocina, y fue en ese momento cuando sentí que me había convertido más en madre que en hermana de Sophie.
-No quiere desayunar - contestó mi padre exasperado.
-Es que la leche está muy caliente - se quejó Sophie mientras se le aguaban los ojos. Me acerqué a la taza y efectivamente, estaba ardiendo y mi hermana odiaba la leche caliente.
-¿Has probado la leche? - le pregunté a mi padre. Él negó con la cabeza.
-La he calentado dos minutos, nada más.
-¡Mentira! - gritó Sophie - Has estado hablando por teléfono mucho rato y la leche seguía dando vueltas en el microondas.
Cogí la taza de Sophie y cambié la leche a otra para que se enfriara.
-Ya es mayorcita para que sople si está caliente - el comportamiento de mi padre no estaba ayudando en nada.
-Papá, por favor, compórtate ¿vale? - odiaba discutir con él delante de mi hermana pequeña, más que nada porque enseguida se ponía a llorar y no había nadie que pudiera calmarla después.
Mi padre salió de la cocina enfadado y yo me encargué de que la leche al menos se pudiera beber. Se la puse delante a Sophie y me miró mientras una lágrima caía por su mejilla.
-Tata - cuando me llamaba así era que realmente me había echado de menos - De verdad que yo no he hecho nada.
-Tranquila cariño - me agaché y le limpié sus preciosos ojos - Papá no está teniendo sus mejores días, tenemos que perdonarle.
Ella asintió con la cabeza y comenzó a tomarse su desayuno mientras yo salía de la cocina e iba a hablar con mi padre.
-Mira, papá, sé que lo estás pasando mal con eso de estar en el paro, pero no puedes pagarlo con nosotras y mucho menos con Sophie. - Me puse delante de él que estaba sentado en el sofá viendo la tele. - Papá, te estoy hablando - siguió sin mirarme.
Cogí el mando de la tele y la apagué.
-¿Y ahora has decidido comportarte como un adolescente, o qué? - dije cabreada.
-No necesito que mi hija me eche ningún sermón.
-Pues lo parece porque tu actitud no es la de un padre con dos hijas. Aquí sentado no vas a comerte el mundo. Sé que es difícil encontrar un trabajo ahora mismo, pero por lo menos podrías ejercer de padre con Sophie mientras yo intento mantener todo esto a flote.
Se levantó del sofá y se dirigió a la habitación. Le seguí porque no iba a permitir que me ignorara y pasara de todo como muchas veces hace. Abrió el armario, cogió una chaqueta, su cartera, su móvil y se dirigió a la puerta de entrada.
-¡Papá, joder, que te estoy hablando! - era la primera vez en mucho tiempo que no gritaba de esa manera.
Mi padre se dio media vuelta y me miró seriamente, desafiándome.
-Si te vas, quiero que estés aquí a las tres de la tarde para cuidar a Sophie como su padre que eres ¿vale? Quiero que te comportes como el padre que eras antes, como el padre que se merece tener Sophie.
Siguió sin decir nada, cogió las llaves, abrió la puerta y cerró de un portazo. Me estremecí al oírlo y Sophie igual que vino corriendo hasta a mí.
-¿Qué le pasa a papá? - preguntó mientras se agarraba a una de mis piernas.
-Nada cariño, está triste, es solo eso.
-¿Porque echa de menos a mamá? - Asentí con la cabeza para que mi voz no se rompiera al hablar. - Yo también la echo de menos.
Me agaché y la cogí en brazos para abrazarla.
-Todos la echamos de menos - susurré mientras acariciaba su pelo - Y ahora señorita toca hacer la cama.
Fuimos a su cuarto, pusimos música y comenzamos a hacer la cama mientras bailábamos y se nos quitaba de la cabeza todos los problemas. El verano estaba empezando y tenía que ir pensando en cómo le iba a decir a Sophie que no podríamos irnos de vacaciones.
Le puse una película en la tele y se sentó en el sofá tranquila mientras yo seguía investigando sobre las pensiones correspondientes por la muerte de un padre o madre. Y llegué a la misma conclusión que siempre: había algo raro en la muerte de mi madre para que no nos correspondiera ninguna pensión.
Marco me llamó a eso de las dos de la tarde.
-¿Al final se ha quemado la casa o no? - preguntó haciendo que me riera.
-No, está todo controlado - sería mejor quitarle hierro al asunto. - ¿Has hablado con Carla?
-Sí, me ha dicho que nos vemos a las 20:30 en casa de Sergio, que prefiere no salir por el centro y que luego duerme contigo porque Sergio tiene mañana que ir a Valdebebas.
-Genial - abrí uno de los armarios que había en la cocina para sacar el plato de Sophie y un vaso cayó al suelo haciéndome saltar del susto - ¡Joder! - grité de forma automática.
-¿Estás bien Emma? - preguntó al instante Marco alterado. En ese mismo momento apareció Sophie y vio su vaso de Frozen hecha mil añicos en el suelo.
-¡No! - gritó empezando a llorar. Marco seguía al otro lado del teléfono.
-Joder, Emma ¿qué pasa? - volvió a preguntar Marco cada vez más alterado.
Esa taza nunca está ahí guardada, mi padre no había sido capaz ni de colocar bien los cacharros que habían usado la noche anterior para cenar.
-¿Por qué papá no puede hacer nada bien? - dijo Sophie mientras lloraba.
-Marco, no ha pasado nada, un vaso que se ha caído y Sophie se ha asustado, luego te llamo ¿vale? - contesté rápidamente agachándome para recoger los trozos de cristal.
-Vale, no te preocupes, cualquier cosa me llamas. Luego nos vemos - le colgué en seguida porque me estaba empezando a agobiar.
Estaba recogiendo los trozos cuando me di cuenta de mi hermana andaba descalza.
-Cariño, vuelve al salón a ver si te vas a cortar ¿vale? - ella asintió con la cabeza y se dio media vuelta mientras intentaba dejar de llorar. Esta casa era un auténtico caos.
Recogí los trozos más grandes con la mano y, obviamente, me acabé cortando. Fui corriendo al baño, me lavé la herida con agua y jabón y me puse un apósito lo mejor que pude. Volví a la cocina y me encontré a Sophie con la escoba en un intento de ayudarme a recoger los trozos de cristal que quedaban.
-Me he puesto las zapatillas para no cortarme - morí de amor en ese momento. La cogí, la senté en la mesa y terminé de recoger todo.
-Te prometo que mañana te compro otro vaso igual ¿vale? - asintió no muy convencida. - ¿Qué te pasa, cariño?
-No quiero quedarme sola con papá.
-¿Por qué?
-Porque me aburro, no quiere jugar conmigo, se tira todo el día leyendo. - Acaricié su mejilla y le recogí un mechón que se le había salido de la coleta.
-Ya lo sé, cielo, pero esto será por poco tiempo. Necesitamos el dinero.
-Yo de mayor quiero ser rica - solté una carcajada y la bajé de la mesa. Salió disparada al salón para seguir viendo la película.
Miré el teléfono y recordé la manera en la que le había colgado. No llevábamos ni 24 horas juntos y ya empezaba a pensar que lo nuestro no llegaría muy lejos.
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Mentiras. // Marco Asensio //
FanfictionDos personas; Una misma amistad; Un mismo destino. ¿Hasta qué punto estás dispuesto a mentir para que te quieran? Emma lo tiene muy claro, ¿y tú?