46. Segunda Familia.

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Emma.

Sophie aún seguía demasiado nerviosa porque había sido incapaz de dormirse en el coche, cuando la mayoría de las veces cae rendida nada más salir del garaje. No había tenido oportunidad de llamar a Marco para avisarle de que íbamos para allá y que actuara de la manera más normal posible para así tranquilizar a Sophie.

Aparqué lo más cerca que pude de su casa, saqué lo que me había dado tiempo a coger y Sophie nada más tocar el suelo me pidió que la llevara en brazos. Asentí con la cabeza a pesar de que los brazos me temblaron cuando solo llevaba con ella un par de minutos. Había varias luces encendidas en la casa de Marco y me pareció extraño ver su coche en la calle. ¿Tendría invitados? No me lo pensé dos veces y llamé al telefonillo.

-¿Emma? - preguntó y abrió automáticamente. Salió corriendo hacia mí, como hace dos noches cuando descubrí toda la verdad sobre mi padre, con cara de preocupación. - ¿Qué ha pasado?

Sophie lo miró con un puchero y comenzó a llorar. Sinceramente, mucho había tardado porque en cuanto salimos de casa pensaba que se echaría a llorar en el coche, pero aguantó.

-Tranquila, cariño - le besé la cabeza y Marco nos apretujó entre sus brazos.

-Está mi padre en casa, ha venido de sorpresa - me susurró Marco al oído antes de separarnos.

-No queremos molestar entonces. - Me sentí mal, porque sabía perfectamente lo mucho que le hacían falta a Marco las visitas de su padre.

-Ni se te ocurra pensar que molestáis ¿vale? - acarició mi mejilla y luego el pelo de Sophie. Me cogió de la mano y entramos a su casa.

Su padre nos estaba esperando justo en la entrada con una sonrisa cariñosa. Marco cerró la puerta detrás de él y yo bajé a Sophie al suelo para poder descolgarme la bolsa de deporte que llevaba y dejarla junto a la maletita de mi hermana.

Según tocó el suelo se agarró a mi pierna fuertemente, cuando tomaba esa actitud había que tener toda la paciencia del mundo y saber tratarla. Actuaba así los primeros meses después de la muerte de mi madre cuando iba a dejarla al cole, rara vez hacía caso a alguien que no fuera yo.

-Enana - Marco se agachó y la dio varios toquecitos en el hombro. Ella lo miró insegura - ¿Quieres que te presente a mi papá?

-¿Tu papá es bueno? - Marco asintió con la cabeza y abrió los brazos dejándola vía libre para que pudiera subirse a sus brazos.

Para mi sorpresa, no lo dudó, se echó, literalmente, encima de él y dejó que la presentara. Gilberto era un amor de hombre y se ganó a mi hermana desde el minuto uno. Para empezar le sacó un caramelo de su oreja y con eso ganó 10 puntos extras. Y no hablemos de cuándo sacaron el tema del fútbol.

Mi hermana salió corriendo hacia el salón cuando vio cómo Rome jugaba con una pequeña pelota de fútbol. Al juego de mi hermana se unieron Marco y Gilberto. Mi hermana rió y sus carcajadas inundaban toda la casa y a mí me reconfortaba. Estaba tranquila sabiendo que por unos minutos, se había olvidado de lo que quiera que haya sucedido esta tarde.

Marco me miró, me guiñó un ojo y me hizo un gesto con la cabeza invitándome a entrar al juego. Me levanté del sofá y eso fue lo que hice. Jugar y olvidarme del resto de cosas. Hicimos dos equipos y obviamente mi hermana eligió ir con Marco, menudo pareja se había juntado.

-¡Marco que estoy sola, pásamela! - gritó entusiasmada mientras hacía aspavientos con las manos. Éste no lo dudó y se la pasó haciendo que metiera gol. - ¡GOOOOOL!

Fue corriendo hacia él y celebraron el gol como locos. Yo, sin embargo, me quedé embobada mirándolos hasta que Gilberto puso un brazo sobre mis hombros.

-Emma, tienes una hermana maravillosa y quiero que sepas, que somos tu segunda familia para lo bueno y para lo malo. - Sus palabras desprendieron cariño, dulzura y comprensión. Había tenido la suerte de encontrar a Marco, pero también a su familia que era pura humildad. - Cualquier cosa que necesites, ya sabes dónde estamos ¿de acuerdo?

Asentí con la cabeza con miedo a hablar, porque las emociones estaban a flor de piel y si abría la boca en ese momento las lágrimas caerían sin disimulo por mis mejillas.

-Uy, parece que por aquí alguien tiene sueño - me di la vuelta al escuchar las palabras de Marco y vi cómo a mi hermana se le abría la boca de par en par.

-Sí, ya va siendo hora de irse a la cama cariño - subimos al primer piso acompañadas por Marco.

-Esta es vuestra habitación - abrió la puerta y una cama de matrimonio apareció ante nuestros ojos, era sencilla, con un escritorio y un armario.

-¿Puedo "mimir" con Marco? - me preguntó la pequeña mirándome con ojitos de pena.

-No, cariño, Marco tiene que descansar que mañana entrena y dentro de unos días tiene partido. Pero duermo yo contigo ¿vale?- al parecer se conformó con eso porque entró en la habitación y no dijo nada.

-Te espero abajo - Marco me dio un beso y desapareció por el pasillo.

Ambas nos pusimos el pijama, nos lavamos los dientes y leímos un pequeño cuento antes de que mi hermana se metiera en la cama. Cayó rendida antes de que saliera por la puerta con cuidado sin hacer ningún ruido.

Me apoyé un momento en la pared para intentar recuperar la poca compostura que me quedaba. Estaban siendo demasiadas emociones, demasiada información inconexas y muchos problemas por resolver.

Bajé las escaleras y me dirigí a la cocina directamente donde Marco y su padre me esperaban sentados en los taburetes.

-¿Ha conseguido dormirse? - me preguntó Gilberto preocupado.

-Ha caído rendida, no ha vuelto a recordar nada.

-¿Qué ha pasado, Emma? - Marco estiró la mano en mi dirección y yo se la cogí para abrazarle fuertemente. Me separé de él varios segundos más tarde y me apoyé en una de las encimeras para mirarles a la cara.

-Mi padre ha perdido completamente la cabeza. Se está metiendo de lleno en la boca del lobo y nos está arrastrando a nosotras. - Empecé a contarles cómo habían sucedido las cosas, desde que llegué a casa hasta que salí con Sophie de allí. - No podemos volver, y si lo hacemos, no puedo dejar sola a Sophie ni un segundo, esa gente sabe dónde vivimos y si mi padre debe dinero a alguien...

No pude terminar la frase porque las consecuencias podrían ser infinitas. Marco y su padre se acercaron a mí, y ambos me abrazaron. En este momento los sentía más familia que la mía propia.

-Podéis quedaros aquí todo el tiempo que necesitéis - me dijo Marco con dulzura.

-Y os ayudaremos en todo lo que podamos ¿vale? No estáis solas - me aseguró Gilberto.

Hace unos años no me hubiera dejado ayudar por nadie, me hubiera buscado la vida para sobrevivir con mi hermana. Pero estaba cansada, y lo más importante, me había dado cuenta de que no estaba sola, de que tenía a una segunda familia en mi vida y era lo mejor que me había pasado en mucho tiempo.

Mentiras. // Marco Asensio //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora