29. Desconexión.

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Emma.

Dos semanas habían bastado para darme cuenta de que Marco era adictivo. Cuánto más hablaba con él por whatsapp, más quería, cuántos más besos me daba, más quería. Era mi droga y la que me estaba manteniendo a flote sin que él lo supiera.

Entré en el pequeño cuarto que tenía la cafetería como vestuario. Me cambié lo más rápido que pude, Marco estaba esperándome en el coche. Habíamos quedado para comer. Teníamos que sacar tiempo de debajo de las rocas, bueno, más bien yo que él. Trabajaba por las mañana en la cafetería y por las tardes dando clases de lunes a viernes y los findes casi siempre me tocaba hacer turno extra.

Marco, sin embargo, tenía unas vacaciones que debía de estar aprovechando yéndose a cualquier parte del mundo, pero ha preferido quedarse sufriendo el calor de Madrid.

Salí de la cafetería sin mirar atrás centrada en el coche blanco con luces intermitentes. Abrí la puerta del copiloto y me metí dentro rápidamente.

-Hola - dije un segundo antes de lanzarme a sus labios.

-Si me recibes así, vendré a buscarte todos los días - me reí ante su comentario y me puse el cinturón.

-¿Dónde vamos?

-Es una sorpresa, tú simplemente relájate y disfruta de tus tres horas libres.

-Pero solo me queda una semana de dar clases a los niños, en julio se van todos de vacaciones - me alegraba pero en el fondo me daba vértigo. Mi padre seguía sin encontrar trabajo y cada vez se hacía más difícil la convivencia entre él y Sophie, aunque fueran padre e hija.

Marco condujo hasta un lugar lejos del centro de Madrid, a unos 20-30 kilómetros al norte. Salimos de la civilización y nos adentramos en el campo. Aire limpio, lo necesitaba. Avanzó unos 10 kilómetros más hasta que paró en un parking en medio del bosque.

-No me irás a secuestrar ¿verdad?

Marco apagó el motor con una sonrisa por mi broma.

-Mira que eres tonta, tú solamente baja del coche y sígueme.

Abrió el maletero sacó dos mochilas, una me la dio a mí con una norma.

-Ni se te ocurra abrirla - asentí con la cabeza y me dio la mano.

Caminamos unos metros hasta que pude ver una preciosa piscina natural en medio del bosque. Había bancos, merenderos, unos baños y el típico quiosco de helados. Era precioso.

-Me encanta - dije parándome frente al paisaje que tenía delante de mí.

-¿Por qué no te cambias y nos pegamos un baño? - la miré extrañada, no tenía bañador - Ahora sí que puedes mirar la mochila.

Marco hacía eso continuamente, parecía que me leía el pensamiento. Abrí la mochila y vi unas chanclas, una toalla y un bañador que reconocí a la perfección, era de Carla.

-No sé que harías sin Carla - le dije a Marco.

-Venga, menos hablar y ve a cambiarte que me muero de ganas por probar el agua - él ya había empezado a quitarse la camiseta en dirección al vestuario.

Cuando salí vi a Marco de pie frente a la piscina haciendo una foto al paisaje. Dejé las cosas junto a la toalla y me puse a su lado.

-Esto es precioso - le dije mientras apoyaba mi cabeza en su hombro.

-No más que tú - los colores se extendieron por mis mejillas, no estaba acostumbrada a sus piropos. - Llevo más de dos semanas diciéndote cosas bonitas y todavía te sonrojas, es que eres preciosa.

Cogió mi cara con sus manos y me besó.

Fue a dejar el móvil junto a las cosas y nos metimos de cabeza al agua. Estaba helada.

-Joder, qué frío - dijo Marco nadando hacia mí.

-Anda ven aquí - abrí los brazos y se refugió entre ellos. Rodeé su cadera con mis piernas y le besé la mejilla. - Gracias.

-Necesitabas esto ¿verdad? - asentí con la cabeza apretando los labios y él me abrazó más fuerte.

-Necesitaba un momento de desconexión - le miré a los ojos - Te necesitaba a ti Marco, tú eres mi desconexión.

Selló sus labios con los míos a la vez que nos sumergíamos. Poco a poco nuestros sentimientos iban aumentando, iban floreciendo hasta el punto de empezar a sentir la necesidad de decirle "Te quiero", o de gritarlo a los cuatro vientos.

Pero me daba miedo. Habíamos acordado de ir poco a poco, sin prisas y de disfrutar el momento, no había ninguna necesidad de que el mundo se enterara de nuestra historia. Lo que no sabíamos era que la paz nos iba a durar poco.

....

A las cuatro en punto me dejó en la puerta del niño al que iba a darle clase. Nos costó demasiado despegarnos el uno y el otro, pero nos prometimos que nos veríamos al día siguiente por la noche, habíamos quedado para cenar con Carla y Sergio. Carla, sin embargo, todavía no se había decidido sobre denunciar a su padre, y yo, sin embargo, tampoco había plantado cara a mi padre y le había dicho lo de la pensión.

Me había puesto un límite de tiempo y acababa hoy. Así que llegué a casa en torno a las 9 cuando Sophie estaba muerta de hambre en el sofá.

-¿Y papá? - pregunté nada más entrar por la puerta.

-Lleva una hora hablando por teléfono en la habitación - mi hermano vino hacia a mí con un puchero en los labios - Tengo mucha hambre.

Ni si quiera me cambié de ropa, fui directa a la cocina con Sophie detrás mía, siguiendo todos mis movimientos hasta que la senté encima de la mesa de la cocina. 

-Emma - dejé de batir el huevo con el que le iba a hacer una tortilla - No quiero estar todos los días con papá ¿por qué no trabaja él y tú te quedas?

Sonreí con tristeza. 

-Cariño, papá no tiene trabajo y tardará un tiempo en encontrarlo.

-¿Y vamos hacer algo guay este fin de semana? - cómo le decía yo que trabajaba el sábado y el domingo por la mañana, esto cada vez se estaba volviendo más complicado. 

-Podemos...ir al cine el sábado por la tarde - le propuse a lo que ella comenzó a dar palmaditas con sus manos. 

-¿Y podemos decírselo a Marco para que venga con nosotras?

Me quedé pensando. Eso significaba que tendríamos que ir a un lugar público donde todo el mundo le conocía y en seguida comenzaría a salir en las redes sociales como "la novia de Marco Asensio". 

-Tiene cosas que hacer cariño, pero otro día quedamos con él ¿vale? - ella asintió con la cabeza no muy convencida.

Era demasiado pronto para que lo nuestro comenzara a hacerse público. Sophie cenó y yo me fui a la cama en seguida sin ni siquiera saludar a mi padre que seguía encerrado en la habitación. Tenía la sensación de que cada vez se iban complicando más las cosas. 

Mentiras. // Marco Asensio //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora