42. No estás sola.

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Marco.

Sonó el telefonillo de casa repetidas veces y me levanté sobresaltado. ¿Qué había pasado? Miré el reloj y eran la una de la mañana. Me quedé un rato esperando porque no estaba seguro si había escuchado el telefonillo de verdad o simplemente era un sueño. Volvió a sonar y me levanté rápidamente, una broma no podía ser, sino no habría sonado con tanto ímpetu. 

Miré por la cámara que tenía al lado de la puerta y vi a una Emma completamente empapada con la cabeza apoyada en la puerta de hierro. 

-Joder - abrí rápidamente la puerta del jardín y salí disparado con una chaqueta entre mis brazos. Yo también me mojé, pero no era absolutamente nada comparado con cómo estaba ella. La puse la chaqueta rápidamente y la conduje hasta dentro de la casa. - ¿Qué pasa, cariño? ¿Qué haces aquí? 

Cerré la puerta de casa y nos quedamos en medio del pasillo. No tenía expresión en la cara, estaba pálida y con los labios cuarteados. 

-Ey, cariño - le toqué la mejilla y alcé su precioso rostro, nos miramos directamente - ¿Te ha hecho daño alguien? - examiné su cara y no vi rastro de ninguna herida. No sabía lo que había pasado y mi corazón comenzaba a latir rápido. 

-Me han mentido - su labio tembló. 

-¿Quién te ha mentido? - seguí acariciando su mejilla porque sabía que la tranquilizaba. 

-Mi padre y mi...abuela. Ha venido al poco de irte tú y... - hizo una pausa haciéndose la dura para no llorar. - Todo se ha ido a la mierda Marco. 

Y explotó, su respiración se aceleró y comenzó a llorar sin control. Se refugió entre mis brazos y fuimos directos al sofá, nos sentamos y dejé que llorara, porque sabía que lo necesitaba, que había venido hasta mí para poder desahogarse. 

Nos quedamos sentados en el sofá hasta que empecé a notar que su respiración se relajaba y que el agua comenzaba a calar tanto sus huesos como mi ropa. 

-¿Por qué no te das una ducha de agua caliente y te cambias? - pregunté mientras acariciaba su pelo. Asintió con la cabeza, se separó de mí y esperó a que yo fuera con ella. 

La conduje de la mano hasta la planta de arriba, la dejé en el baño y busqué unos pantalones y sudadera mía lo suficientemente calentitos, no es que hiciera frío, pero ella estaba tiritando. Dejé que se duchara tranquila mientras preparaba una tila en la cocina, sabía que no aguantaba el té, pero esto le ayudaría a relajarse si no lo había hecho ya. 

A los 10 minutos bajó las escaleras secándose el pelo con la toalla y con mi ropa puesta. Se sentó en uno de los taburetes, le puse delante la tila y quedé de pie a su lado, observándola. 

-Siento haberme presentado así de la nada - dejó la toalla a un lado de la mesa y agarró la taza con ambas manos para calentárselas. - No sé ni por donde empezar - me miró con los ojos brillantes una vez más. 

-Si no te ves con fuerzas, me lo puedes contar mañana, Emma - me acerqué más a ella y le di un beso en la frente. - Tienes mala cara. 

Suspiró y entrelazó una de mis manos con la suya. 

-Mi padre nunca llegó a echar el currículum en las obras del Bernabéu. 

-¿Cómo? - sabía que algo raro había cuando lo que me habían dicho a mi no cuadraba para nada con lo que él me había comentado horas antes en la comida. 

-Es que, no se por dónde empezar, de verdad - me miró dolorida, con angustia y desesperación, no podía verla así, no lo soportaba. - Mi abuela ha venido a vernos, pero no pacíficamente, después de tres años se ha dignado a venir a casa. Me ha contado todo lo que mi padre me ha ocultado durante tres largos años. 

Tuve que hacer un gran esfuerzo para concentrarme en todas las cosas que me iba a desvelar. 

-Se conoce que mi madre cuando murió nos dejó una herencia que desconocía hasta hace unas horas. Y mi padre cuando lo despidieron en vez de decirme que había una herencia y ayudarnos de esa manera, la empezó a invertir en el juego pensando que ganaría, pero no. Perdía más de lo que ganaba, y mientras él se iba tardes enteras a jugar yo pensaba que estaba echando curriculums y yo me mataba a trabajar. ¿Lo ves normal? 

Podía ver que tenía una mezcla de sentimientos en su interior, rabia, tristeza y sobre todo desesperación porque aún no me había contado lo que más la dañaba. 

-Hace un mes fue a casa de mi abuela para pedirle ayuda y dinero, y fue cuando mi abuela se enteró de todo. Le dio un mes para encontrar un trabajo y poder mantenernos a nosotras, pero si no lo encontraba, pediría la custodia de Sophie llamando a servicios sociales. 

Se llevó las dos manos a la cara y yo me quedé petrificado. No podían llevarse a Sophie, ella y Emma eran uña y carne, ninguna de las dos lo soportaría, ni si quiera yo. 

-No puede hacer eso. 

-Sí, lo puede hacer, no le van a dar la custodia a un padre que es adicto al juego y a una hermana que trabaja a tiempo completo para poder mantener a Sophie. Mientras que mi abuela lo tiene todo, una casa preciosa, puede dar la mejor educación a Sophie y suficiente dinero como para tener un armario con toda la ropa que una niña de 7 años puede necesitar y querer. 

Aparté sus manos de su rostro para que me mirara a la cara. 

-No sé lo que vamos a hacer, pero te aseguro que no vamos a dejar que te quiten a Sophie ¿vale? Llegaremos a un acuerdo. 

-Aún hay más - abrí mis ojos como platos, me estaba empezando a agobiar hasta yo de toda la información que me estaba dando. - Mi abuela no se ha presentado todos estos años a casa porque estaba investigando sobre la muerte de mi madre. 

-¿Qué tenía que investigar?

-Que nunca se encontró su cuerpo y por eso no nos dan la ayuda económica correspondiente a mi hermana y a mí - no hablé, no dije nada porque todo se quedaba corto después de esto. - Joder, Marco, tres años de mi vida pensando que la muerte de mi madre había sido por mi culpa, y resulta que ni siquiera han encontrado el cuerpo y que todo fue un ajuste de cuentas. 

Se levantó cabreada del asiento y comenzó a andar por la cocina de un lado a otro controlando su respiración. 

-¿Un ajuste de cuentas? Eso es imposible, habrían quedado las pruebas de eso si hubiera sido un asesinato. 

-No lo sé, me he ido de casa porque no aguantaba más, no podía soportar todo lo que me habían desvelado. - Sacó un papel del bolsillo de la sudadera. - Mi abuela me ha dado esto, es su teléfono para cuando esté tranquila me cuente toda la historia. 

Nos miramos unos segundos y me recordó a la primera vez que nos pasó esto. Siempre habíamos tenido una conexión especial que no había logrado entender hasta ahora. Cuando nos mirábamos el mundo se paraba, dejaba de existir para dar paso a nuestro cariño y amor. 

-No estás sola en esto, lo sabes ¿verdad? - asintió con la cabeza y se lanzó directamente a mis brazos. - Vamos a solucionar todo, te lo prometo - le susurré mientras la abrazaba fuertemente. 

Nos fuimos a la cama y no me quedé tranquilo hasta que la respiración de Emma fue tranquila y pausada. Seguí acariciándole el pelo hasta que yo también caí rendido en los brazos de Morfeo. 

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¡FELIZ NAVIDAD! Muchas gracias por seguir leyendo la historia 💕😘

Mentiras. // Marco Asensio //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora