64. Pesadilla.

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Emma. 

La ducha ayudó bastante a relajarme, y la compañía de mis amigos también. Me dieron ganas de volver a llorar cuando vi que Carla había traído comida china de mi restaurante favorito. Estuvimos hablando de tonterías que me sacaron alguna pequeña sonrisa, e incluso hicimos noche de películas. Decidimos hacer maratón de Harry Potter, y a mitad de la tercera película Carla y Sergio se había quedado dormidos en uno de los colchones que habíamos llevado al salón. 

En el otro estábamos Marco y yo viendo la película, pero yo no podía prestar atención a lo que estaba ocurriendo, mi mente estaba muy lejos de allí. Solo podía recordar el rostro de mi padre una y otra vez. ¿Había hecho bien en firmar esos dichosos papeles?

-Para, por favor - la voz de Marco me sacó de mis pensamientos. 

-¿Qué? - había veces que me conocía mejor que yo. 

-Emma, has hecho lo mejor para ti y para Sophie.

-¿Cómo estás tan seguro? 

-Porque si no hubieras estado completamente segura, no lo habrías hecho. Siempre piensas las cosas antes de hacerlas, por eso no le firmaste los papeles a mediodía cuando te esperaba en la cafetería ¿verdad?

Asentí con la cabeza, tenía razón. 

-¿No crees que soy mala persona por haberme desvinculado completamente de mi padre? 

-Cariño, eres la persona con el corazón más grande que he conocido. Has cuidado de tu hermana en los peores momentos, has protegido a Carla hasta el final, estás aquí conmigo cuidándome. Siempre antepones el bienestar de los demás al tuyo. Has solucionado un problema que estaba acabando contigo - acarició una de mis mejillas y cerré los ojos dejándome llevar. - No te merecías lo que ha pasado, y has salvado a Sophie de las deudas de tu padre, eso no tiene precio. 

Escondí mi cara en su cuellos y le abracé fuertemente. Tener a Marco a mi lado era como tener un tesoro, no lo dejaría ir jamás. 

-¿Cómo está tu rodilla? Has estado demasiado tiempo de pie. 

-¿Ves? Siempre preocupándote por los demás. - Nos acomodamos el uno en el otro, su brazo izquierdo me atraía hacia él mientras yo apoyaba mi cabeza en su pecho. - Ha dejado de dolerme hace rato. 

-Te pondrás bien. 

-Y tú estarás ahí para verlo - depositó un beso en mi cabeza y comencé a relajarme. 

-Te quiero muchísimo, Marco. 

-Yo también cariño, no te lo puedes ni imaginar. 

Me acurruqué más contra él. Su mano acariciaba mi espalda de arriba a abajo, llevándome poco a poco a un sueño profundo. 

No sé qué hora era cuando me desperté. Carla y Sergio seguían durmiendo plácidamente, y Marco aún descansaba abrazándome. Me aparté con cuidado de él y subí al piso de arriba, tenía la boca seca y una pequeña capa de sudor cubría mi frente. Necesitaba beber agua. 

Entré al baño cerrado la puerta detrás de mí. Miré mi reloj, eran las cuatro de la mañana, a penas había dormido tres horas seguidas. Pero al menos habían sido ininterrumpidas y en un sueño profundo. 

Me miré al espejo, no reconocía aquella chica que estaba viendo. Estaba más pálida de lo normal, incluso un poco más delgada y con unas ojeras que me llegaban hasta los tobillos. Marco tenía razón, debía pensar en mí un poco más, mimarme y dejar que me cuidaran. Abrí el grifo, llené mis manos de agua, cerré los ojos y dejé que el frío calmara mis miedos. 

"Todo se ha acabado, Emma. Es hora de empezar tu nueva vida." 

Mi conciencia tenía razón, tenía que ver esto como una nueva oportunidad. Con los ojos aún cerrados tanteé con la mano el mueble de mi derecha para alcanzar una toalla. La acaricié con mis dedos y me la llevé a la cara. Cuando la retiré y miré al espejo no tuve tiempo de gritar. 

Mi padre me tapó la boca con una mano y me sacó del baño empujándome hasta una de las habitaciones. Cerró la puerta detrás de él y bloqueó la puerta. Mi corazón se paró. En la cama estaban sentados los otros tres hombres que habían acompañado a mí padre horas antes. 

-No - miré directamente a mi padre. - Por favor - le supliqué. 

Me acerqué a él y quería saber si de verdad estaba dispuesto a esto, si vendería a su propia hija. 

-Te lo he dicho antes, será rápido. 

-Eres un hijo de puta - apreté mis dientes con rabia y comencé a pegarle en el pecho. - Si de verdad me quisieras, no lo consentirías. 

Uno de los hombres se levantó y caminó hacia mí. 

-Papá, si alguna vez te he importado déjame salir de aquí, por favor - las lágrimas comenzaban a correr por mis mejillas, lucharía con uñas y dientes pero sabía que tenía las de perder. 

Mi padre asintió con la cabeza y supe lo que significaba. Les estaba dando permiso a algo de lo que él no tenía poder. Empecé a mirar por toda la habitación, no había ninguna vía de escape. Ni si quiera la ventana que estaba justo detrás de los tres hombres. 

-Por favor - era lo único que podía decir. 

Me fui alejando de los hombres hasta que mi espalda tocó la pared, no había vuelta atrás. 

-¡Socorro! - los demás tenían que estar abajo, aún dormidos, deberían escuchar mis gritos y los golpes que estaba comenzando a dar a la pared para hacer más ruido. 

-No te oirán, les hemos dejado bien dormidos - sonrió mi padre con malicia. 

-No, no, no, no - empecé a hiperventilar, quería escapar de allí, cerrar los ojos y que todo fuera una pesadilla. 

Entonces mi cabeza reaccionó. Todo esto no podía ser verdad, mi padre no sabía dónde vivía Marco ni que yo estaba viviendo allí. Era imposible que nos hubiera seguida. Así que todo aquello no era más que una horrible pesadilla. 

-¡Emma! ¡Despierta! - escuché la voz de Marco, mi mirada seguía buscándole en aquella habitación, los hombres no paraban de acercarse y a mí cada vez me costaba más respirar. 

Menos mal que los sueños suelen acabar en su punto álgido. Abrí los ojos y me incorporé rápidamente. 

-Eh, cariño, estoy aquí. Era solo un sueño - Marco cogió mi cara para mirarle a los ojos. - Todo está bien. 

-Joder - fue lo único que dije antes de volver a tumbarme y conseguir tranquilizar mi respiración. 

Miré el reloj, eran las seis de la mañana, aún podríamos dormir unas cuentas horas más, pero no me creía capaz de volver a cerrar los ojos, aunque Marco estuviera a mi lado. 

Mentiras. // Marco Asensio //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora