60. Papá.

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Emma

-Puedes hacerlo, Marco. - Le miré fijamente a los ojos, le di un beso y me incorporé dejando espacio suficiente para que se incorporara. Era la hora de la verdad, después de mes y medio daría sus primeros pasos sin muletas, solo con la ayuda de las barras que habíamos instalado en una de las habitaciones superiores. 

Me miró inseguro, como un niño que tiene miedo de volver a caerse. 

-Confío en ti - le susurré. 

Suspiró, apoyó las manos en las barras y se incorporó comenzando a apoyar el peso poco a poco en su rodilla buena para a continuación distribuirlo a la operada. Todo su cuerpo temblaba, me acerqué y acaricié sus brazos con suavidad. 

-Despacio, cariño - su rostro se iba relajando conforme apoyaba el peso en las dos piernas pero se contrajo abriendo los ojos de golpe. 

-No puedo, joder, me duele - se sentó frustrado mientras escondía su cara entre sus manos. 

No era la derrota de la guerra, sino de la otra batalla. Y tenía que meterme en su cabeza para cambiar el chip y ganar. No había elección, ganaríamos sí o sí. Me llevé las manos a la cabeza moviendo mi pelo de un lado al otro exasperada. 

-Tiene que doler Marco, tienes que aguantar medio minuto así, recuerda lo que te dijo el médico ayer. Puedes hacerlo, joder, confía en ti como yo lo hago. 

Me miró fijamente, no iba a tirar la toalla, pero muchas veces me veía tentada a hacerlo. Nunca llegué a imaginar que Marco sería una persona tan pesimista. 

Volvió a apoyar todo su peso en sus brazos, repitió la misma acción de antes, pero no se rindió, siguió aguantando las pequeñas punzadas de dolor que sentía como si fueran mías. Empecé a contar mentalmente, sonriendo de orgullo y queriéndome lanzar a sus brazos. 

-Cuatro...tres...dos...uno - se dejó caer de nuevo sobre la silla y sonrió de satisfacción. 

Me acerqué a él, atrapé su cara entre mis manos y le besé. 

-Gracias por no rendirte conmigo, de verdad. 

Arrugué mi nariz mientras la rozaba con la suya, era nuestra forma de hablar. Este mes y medio había servido para pasar mucho más tiempo juntos y conocernos, en todos los sentidos. 

-Entro a trabajar a las dos cariño, te he dejado la comida en el horno, solo tienes que calentarla. Esta noche vienen a cenar Sergio y Carla, llegaré a tiempo para preparar la cena.

-Podemos pedir cualquier cosa, llevas demasiado tiempo haciéndome la comida y la cena, estoy empezando a sentirme mal. 

Me miró con esos precioso ojos que dejan sin aliento. Un brillo intenso se habían apropiado de ellos y era fruto de lo orgulloso que estaba por lo que acababa de hacer. 

-Me parece bien, pero nada de pizza que te conozco. 

Me sacó la lengua antes de que me dirigiera a la habitación del al lado para cambiarme. Desde la lesión me fui a vivir con Marco ya que su padre y su hermano tenían que estar yendo y viniendo a Mallorca porque tenían muchas cosas pendientes en la isla. Mi abuela fue la primera que me animó hacerlo y Sophie la siguió, estaba contentísima en la nueva casa y se había convertido en el ojito derecho de mi abuela. 

Eso sí, me obligó a ir a por ella al menos una vez a la semana para quedarse a dormir con Marco y conmigo, pensaba que con el paso de las semanas Marco se acabaría cansando, pero al contrario, es él quien me obliga a traer a Sophie a casa todos los fines de semana. 

Hace que la casa rebose de energía y carcajadas. Mientras tanto, una vez superados todos los exámenes del primer cuatrimestre he empezado las clases del segundo con más ganas que nunca, a pesar de ser a distancia estoy consiguiendo coger una rutina compaginando el trabajo y la recuperación de Marco. Tengo que llevarle todos los días a Valdebebas, donde han adaptado una pequeña sala para que pueda estudiar mientras Marco está en rehabilitación. 

La verdad que me he vuelto muy querido por allí y cuando Marco se recupere echaré mucho de menos andar por sus pasillos y bromear con todos los jugadores. 

-Ten cuidado, cariño, nos vemos luego - Marco me acompañó hasta la puerta de entrada y me dio un beso de despedida. 

Sabía lo que le había costado ser dependiente de mí. Es muy jodido pasar de hacer todo tu sola a tener que depender de otras personas para absolutamente todo, incluso los primeros días tuvimos que adaptar el plato de ducha para que pudiera hacerlo de manera autónoma. 

Los primeros días fueron los peores, pero nos hicieron mucho más fuertes. Conduje hasta el parking donde siempre solía dejar el coche para ir a la cafetería. Cuando salí de él, mi móvil comenzó a sonar y sonreí como una tonta al ver el nombre de mi novio reflejado en la pantalla. Sabía lo que iba a preguntarme. 

-Con que pongas el horno a 150 y solo la parte de arriba será suficiente, tardará unos diez minutos más o menos. - Escuché una carcajada al otro lado de la línea. 

-Creo que a veces eres demasiado listilla. ¿Has llegado bien?

-Sí, estoy a cinco minutos de la cafetería. - Escuché un pitido al otro lado de la línea y vi que mi abuela me estaba llamando. - Me está llamando mi abuela cariño, tengo que dejarte. 

-Te quiero, cielo. 

Colgué su llamada y cogí la de mi abuela, muchas veces me daban ganas de dejar el teléfono a casa y estar desconectada varios días de él. Comenzaba a estar un poco saturada. 

-Hola, Emma. ¿Has entrado ya a trabajar?

-No, entro en quince minutos. ¿Por qué?

-No te asustes ¿vale? - al escuchar esas palabras mi corazón aumentó sus latidos. - Estoy en el hospital con Sophie. Está bien, simplemente se ha caído jugando en el colegio y se ha dado un golpe en la ceja. Le están poniendo puntos. 

Me paré de súbito en mitad de la acera. Nada podía ir bien nunca, joder. 

-Me pasaré a verla después de trabajar. ¿Pero seguro que ha sido solo un golpe? - pregunté dudosa. 

-Sí, cielo, los médicos dicen que está perfectamente, ha sido solo la herida de la ceja - intentaba tranquilizarme. 

-Está bien, ya sabes que si se pone muy pesada le dices que pasaré la noche con ella ¿si?

-Sii, no te preocupes. Te esperaremos sobre las ocho y media. 

-Os quiero. 

Siempre que pasaba algo Sophie necesitaba estar a mi lado, tenía algún especie de trauma después de la muerte de mamá y aún no lo había superado. Pero no podía culparla porque a mí me pasaba lo mismo. Me estaba costando demasiado estar tantos días alejada de ella y Marco se daba cuenta día sí y día también. 

Puse un mensaje a Marco informándole del cambio de planes y cuando levanté la cabeza del móvil, mi padre estaba apoyado junto a la puerta de entrada de la cafetería. Mi corazón dio un vuelco. 

Definitivamente, nada podía salir bien. 

Mentiras. // Marco Asensio //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora