21. Soluciones.

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Emma.

Después de estar varias horas dando vueltas en la cama sin parar de pensar me levanté para ir preparando el desayuno. Primero fui a ver a Sophie que seguía dormida en la misma posición que anoche, los calmantes que la habían dado debían de haber sido muy fuertes. Cuando entré en la cocina mi padre estaba terminando de recoger su taza de café.

-Buenos días, cariño.

-Buenos días, papá, ¿Ya te vas?

-Sí, quiero ir pronto para informarme de todo lo mejor posible - se secó las manos tras haber fregado y me miró seriamente - ¿Cómo está Carla?

-Ya sabes, lo de otras veces, pero esta vez el padre se ha pasado un poco de la raya, supongo que se quedará un par de días más. ¿Puede?

-Por supuesto, ya sabes que nuestra casa es su casa.

Abracé a mi padre y le acompañé hasta la puerta. Los problemas tenían que resolverse uno a uno, así que empezaríamos por llamar a mi jefa y ver si puede hacer algo por mí. Y así fue cómo solucioné el primer problema de todos, trabajaría entre semana por las mañanas y algunos fines de semana, aquellos que me tocaran. Ganaría lo suficiente como para poder sobrevivir sumándolo a las clases de los niños que daría por las tardes durante junio y julio.

Iba a ser un verano diferente y esperaba con todas mis fuerzas que Sophie no lo sufriera tanto como yo. Ahora que mi padre estaba en paro sería él quién tendría que cuidar de ella mientras yo estoy fuera, esa sería la parte difícil: decírselo a Sophie.

-Buenos días - me giré y vi a Carla apoyada en la puerta. -Lo siento, pero he escuchado la conversación con tu jefa, ¿por qué vas a trabajar la mayor parte de los días?

-Esa es la parte que no te conté ayer - nos sentamos las dos, nos servimos una taza de café y comencé a relatarle todo lo que había pasado el día anterior, incluido la comida con Marco y lo bien que se había portado con nosotras.

-¿Sophie está bien? - preguntó preocupada.

-Sí, fue solo un susto y creo que el hecho de que Marco estuviera con nosotras hizo que se calmara más rápido.

-Ese chico es un cielo - reconoció mi amiga.

-Es que, de verdad, no te puedes imaginar cómo se comportó, no se separó de mí, bueno, de Sophie y de mí - quise corregir antes de que mi amiga notara cómo se subía el rubor por mis mejillas.

-Espera espera, eso que estoy notando en tu mirada me suena. Creo que se llama - se llevó un dedo a la barbilla haciendo el gesto de pensar y yo me reí - Ah, sí, se llama amor.

Bebí un trago de mi café para que no se me viera la sonrisa de tonta que tenía cuando hablaba con Marco.

-No digas tonterías.

-Él siente lo mismo, así que no hay de qué avergonzarse.

-¿¡Qué!? - grité más que hablé y fue ese acto el que me delató.

-Estáis formando algo muy bonito los dos, conociéndoos poco a poco y se nota a leguas que hay complicidad entre los dos - negué con la cabeza.

-Son imaginaciones tuyas - ella no dijo nada porque sabía lo que había entre nosotros, además que jugaba con ventaja porque conocía mis sentimientos, pero también los de Marco.

Esa mañana Carla me ayudó con la casa, estuvimos limpiando, haciendo la comida y jugando con Sophie a la que ya se le había pasado el dolor de cabeza y tenía más ganas de lo normal de chillar.

-Por cierto, Carla, ¿has hablado con Sergio? - su sonrisa se borró automáticamente y negó con la cabeza - ¿Por qué?

-Porque no sabe cómo es realmente mi padre, no le he contado absolutamente nada, Emma.

-¿Nada de nada? - ella negó con la cabeza y en el fondo lo comprendí. No es nada fácil aceptar tener un padre como el de Carla y mucho menos recordar todo el daño que ha sufrido por su culpa. - Carla, cielo, creo que es hora de que le cuentes tu historia. Te quiere de verdad y estoy segura de que te ayudará.

-Luego le llamaré para quedar con él - no lo dijo muy convencida, pero sabía que en el fondo quería hacerlo, quería apoyarse en él.

Y así fue, se marchó de casa en torno a las cuatro de la tarde cuando mi hermana estaba viendo una película tranquila y mi padre devorando el último libro de su trilogía favorita. Y yo me fui con ella hasta mitad de camino, tenía que ir a dar clases particulares.

Antes de entrar en la primera casa mi teléfono comenzó a sonar y recé porque no fuera mi padre. Cuando se reflejó en la pantalla quién era no dudé en cogerlo.

-Hola - dije con la voz emocionada.

-Ey, hola, ¿qué tal todo? ¿Cómo está Sophie? - madre mía, es que no podía ser más mono porque no podía.

-Muchísimo mejor, está deseando que llegue el sábado para verte jugar - Marco soltó una carcajada al otro lado del teléfono.

-Si marco algún gol, os lo dedicaré, ya pensaré en algo original.

-No hace falta, suficiente has hecho ya.

-¿Y si os propongo un plan para el lunes que viene? Carla está totalmente invitada - hice memoria de qué pasaba el lunes y no sabía a qué se refería.

-Sorpréndeme.

-Tengo tres entradas libres para el partido de España-Suecia el lunes a las 9 - me paré en seco y me llevé una mano a la boca. ¿Lo estaba diciendo de verdad? - ¿Emma? ¿Sigues ahí?

-Sí sí, perdón - suspiré mientras intentaba no ponerme nerviosa - Madre mía, Marco, esto es demasiado, no has dejado de hacer cosas por nosotras, me siento hasta mal.

-Ni se te ocurra decir eso - dijo seriamente - Nadie me obliga a hacerlo, quiero y nada más. Mándame tu dirección porfa y te envío las entradas, se las iba a enviar a Carla, pero ya me ha dicho que está contigo durante unos días. ¿Tan fuerte ha sido?

Marco sabía de lo que estaba hablando, muchas veces en vez de dormir en mi casa ha dormido en la de Marco, y seguramente él sabe mucho más que yo porque llevan prácticamente toda la vida juntos.

-¿Te lo ha contado?

-No a fondo, pero por su tono de voz puedo imaginarme que está a punto de mandarlo todo a la mierda - escuché cómo alguien decía algo al otro lado del teléfono - Joder, te tengo que dejar Emma. ¿Podemos hablar luego? - su voz sonó preocupada al otro lado del teléfono.

-Sí, sí, no te preocupes. La cuidaré, te lo prometo.

-No esperaba menos de ti - nos quedamos callados unos segundos. - El entrenador nos reclama, que te sea leve la tarde trabajando. Esta noche hablamos.

-Pásalo bien y gracias.

Qué mal llevaba eso de despedirme de él por teléfono porque siempre sentía que nos faltaba algo. O que nos quedábamos con la palabra en la boca después de colgar. Llegué al portal del primer niño al que tenía que dar clase y llamé al telefonillo. Recé para que la tarde se me pasara lo más rápido posible.

Mentiras. // Marco Asensio //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora