41. Verdades.

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Emma.

Llegué hasta la puerta de entrada y confirmé mis sospechas. Mi abuela por parte de madre estaba desafiando con la mirada a mi padre que parecía que había envejecido 10 años en a penas 10 segundos. 

-¿Abuela? - dije perpleja para que mi padre supiera que ya no había vuelta atrás y que todo lo que estaba pasando debían desvelarlo. - ¿Qué estás haciendo aquí?

-¿No te ha contado nada tu padre? Qué raro - dijo con un tono irónico que había comenzado a odiar desde que me fui a EEUU. 

-Laura, creo que deberías irte, no es un buen momento - dijo mi padre casi en un susurro. 

-No, me quedo, porque voy a poner todas las cartas encima de la mesa y tu hija va a estar delante - entró sin pedir permiso, orgullosa, con la cabeza bien alta como ella bien sabía. 

Se sentó elegantemente en una de las sillas de la mesa del salón y esperó pacientemente a que nosotros también lo hiciéramos. El pulso de mi padre comenzó a temblar y casi no era capaz de articular una frase coherente. 

-¿Se lo cuentas tú o se lo cuento yo? - preguntó mi abuela a mi padre, este al no dar respuesta, mi abuela cogió carrerilla para su discurso. - Hace exactamente un mes tu padre llamó desesperado a mi puerta porque no tenía nada con qué alimentaros. Hasta entonces pensaba que a Sophie no le faltaba de nada, a fin y al cabo mi hija os dejó una buena herencia. 

-¿Cómo herencia? - dije perpleja ante las palabras de mi abuela. 

-Laura, no sigas - le advirtió mi padre. 

-Tu padre se gastó toda la herencia que os dejó vuestra madre en estos meses de verano. 

-¿Cómo? - pregunté al punto de perder los nervios. 

-En el juego - contestó mi abuela mirando fijamente a mi padre. Tenía las manos apoyadas encima de la mesa convertidas en puños y con la mirada fija en el suelo porque no se atrevía si quiera a mirarte. - Le di un mes exacto para que dejara el juego y se pusiera a buscar trabajo, además, le di el dinero suficiente como para que pudierais tener de todo, y sobre todo Sophie ahora que acababa de comenzar el curso. 

-No lo entiendo papá - le miré decepcionada - Marco te dio un trabajo casi en bandeja, solo tenías que entregar el currículum. 

-Nunca lo hice - confesó - Hubo un momento en el que el juego me iba bien, en el que era realmente bueno y pensaba que nunca necesitaría más. 

-¿Es por eso qué comenzaste a comprarle cosas a Sophie, a llevártela a comer y demás? ¿Porque habías ganado algunas partidas de más y tenías dinero? Y después ¿qué? ¿A vivir de tu propia hija que se estaba matando a trabajar? - empecé a alzar la voz pero recordé que Sophie estaba en la habitación recién dormida. 

-Lo importante es que le di un mes para encontrar trabajo y dejar el juego, sino lo hacía pediría la custodia de Sophie y llamaría a los servicios sociales para que viera que las condiciones de Sophie no eran las necesarias para una niña de 7 años. 

Me quedé blanca, el corazón dejó de latirme un segundo, para comenzar después mucho más rápido. 

-No puedes quitarme a Sophie - dije suplicando. 

-Le prometí a mi hija que cuidaría de vosotras, sobre todo de Sophie. 

-¿Y dónde has estado estos tres años? ¿Dónde has estado cuando Sophie lloraba por las noches o cuando se levantaba pensando que mamá seguía viva? - dije con desprecio. 

-¿Alguna vez te has preguntado por qué no recibís la ayuda del Estado correspondiente por la muerte de un pariente directo?

-Sí, a principios de verano descubrí que nos correspondía una ayuda y que no ha llegado nunca, pero no tuve la oportunidad de preguntarle a mi padre - miré a mi abuela, porque sabía que mi padre estaba demasiado avergonzado para si quiera mirarme. 

Mi abuela cogió aire y pensó cuáles eran las palabras necesarias para decirme lo que iba a decirme. 

-Nunca llegaron a encontrar el cuerpo de tu madre. 

No. Cualquier cosa menos eso. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué tantas mentiras en estos años? Mi madre estaba muerta, mi padre hizo el reconocimiento del cuerpo y había pruebas de su ADN en la sangre que quedó en el coche casi carbonizado. Empecé a negar con la cabeza, se me estaba viniendo el mundo encima. 

-Eso no es posible - susurré. - Papá, dile que es mentira, dile que tú identificaste el cuerpo. 

Mi padre me miró con lágrimas en los ojos y negó con la cabeza. 

-¿Entonces mamá está viva? - mi abuela se encogió de hombres. - ¿Eso qué cojones significa? No podéis decirme que no se encontró el cuerpo y quedaros callados. 

-He estado estos tres años buscando cualquier pista que me llevara hasta ella, o al menos hasta su cuerpo. - Hizo una pausa y noté cómo mi corazón estaba a punto de salirse del pecho, tenía que tranquilizarme o me daría un ataque de ansiedad - Tu madre tenía algunas cuentas pendientes.

-No - dije rotundamente negando con la cabeza. 

-No fue un accidente casual. 

-Cállate abuela - una lágrima cayó por mi mejilla. 

-Estaba todo planeado, tarde o temprano iba a suceder. 

-Ni se te ocurra seguir - la amenacé llevándome las manos a la cara. 

-No fue tu culpa cariño, esa noche iba a salir de casa por unas cosas o por otras, la tenían entre la espada y la pared. 

-No, mamá, no - sollocé. - Ella era buena, no tenía cuentas pendientes con nadie. 

Me levanté de la silla y comencé a hiperventilar. 

-Cariño, tu madre sigue siendo buena, simplemente vio una cosa que no debió ver. 

-¡Qué te calles! - grité perdiendo los nervios. Sentía una presión muy grande en el pecho, no podía soportarlo, no quería revivir el paso y mucho menos todo lo que pasó aquel día. 

-Emma, cielo - mi abuela se levantó de la silla y vino hacia mí  para tranquilizarme pero yo me alejé. 

-¿Y tú, qué? - le pregunté a mi padre que seguía sin mirarme - Todos estos años los sabías ¿y no has sido capaz de decirme nada? - ni me miró, ni me dirigió la palabra. 

No podía estar más en esa casa, sentía que cada vez se hacía más pequeña. Cogí mi chaqueta y las llaves del coche, necesitaba escapar, necesitaba respirar. 

-No puedes irte a ninguna parte así Emma, escúchame primero, aún quedan muchas cosas por saber - me dijo mi abuela poniéndose en frente de la puerta de entrada. 

-Llegas aquí, te quieres llevar a Sophie y pones mi mundo patas arriba. ¿Qué hago? ¿Me quedo sentada escuchando cómo me habéis mentido estos 3 años? Lo siento, pero no, no puedo escuchar nada más sobre mamá. - Quería llorar, tenía la necesidad de desahogarme, pero era tal la frustración que ni si quiera podía. 

-Toma - me tendió un papel. - Mi número de teléfono, llámame un día de esta semana y hablamos tranquilamente. Tienes que saber todo y este es el momento. 

Cogí el papel, se apartó de la puerta y salí de allí dando un portazo. Bajé las escaleras corriendo, de dos en dos, quería salir a la calle, que me diera el aire y cuando abrí la puerta había empezado a llover. Miré al cielo, pensé en mi madre, en todos los momentos felices con ella y con mi hermana, cuando éramos las tres contra el mundo. 

Me arrodillé y sentí cómo el nudo de mi pecho se hacía cada vez más grande, no lo aguantaría, no lo soportaría. Necesitaba respirar y sabía quién era mi oxígeno en ese momento. 

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Siento muchísimo la tardanza. He estado de exámenes y de viajes, pero he vuelto para empezar a descubrir toda la verdad.

Espero que os haya gustado, os leo en comentarios!

Mentiras. // Marco Asensio //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora