—Desearía poder explicarte muchas cosas ahora, pero no tengo tiempo...
—¿Qué cosas? —murmuro viéndole a los ojos, por imperecederos segundos los conecta con los míos destilando desesperación y angustia, mientras se mueve inquieto mirando a ambos lados.
—Demasiadas como para que puedas comprenderlas ahora. Sólo quiero que me perdones, que sepas y que entiendas... —responde agitado tomándome de los brazos como si sufriera de un ataque de pánico.
—¿Que entienda qué cosa? —flaqueo con voz débil a un hilo de comenzar a llorar.
Sus labios permanecen entreabiertos y sus ojos fijos sobre los míos, en ningún momento los separa cuando abre y cierra la mandíbula buscando encontrar la suficiente voz y las justas palabras para responder a mi angustiada interrogante.
—Porqué lo hice... —finalmente es capaz de responder cuando mis lágrimas salen y se marcha de mi vista desapareciendo en la cegadora luz nívea que me hace caer de rodillas al suelo alzando una mano al frente con el dolor que golpea mis ojos.
—¡Por favor regresa! —proclamo a todo pulmón viendo la silueta de esa voz perderse con el resplandor.
Al mirar mis manos me encuentro con grandes chorros de sangre bañándolas sin razón aparente, caigo redonda contra el polvoso suelo mientras arrastro mis piernas con un grito escapándose de mi garganta y mi espalda choca contra la pared. El líquido carmesí que ahora tiñe mis manos, se acompaña muy pronto del ensordecedor berrido de lo que parece ser un bebé obligándome a llevar las manos a mi cabeza con sentir como si una lanza me atravesara el cráneo.
Un pitido acalambra mi cerebro y un punzante dolor carcome mi carne de poco en poco. Lentamente mis ojos se van cerrando hasta que pierdo de poco en poco las fuerzas y un último suspiro se me escapa de los labios.
«Eres una vergüenza...
Como hija no vales nada...
Puedes llegar a quererlo, Mia...
No tiene la culpa de nada...
¡Es tu hijo!
¡Yo nunca asumí su responsabilidad!
Te despreciamos
Ya no eres más una hidalgo...»
«¡Cualquiera! Ofrecida, desubicada, zorra —resonó en ecos igual que una tormenta aquel despectivo término— zorra...»
Tedd.
Abro mis ojos de golpe sintiendo mi pecho subir y bajar con presión como si se me dificultara respirar con normalidad. Inconscientemente, he llevado una mano hasta mi ahora semi plano vientre, una mano se encuentra acariciando mi antebrazo con calidez y dulzura, al desviar la mirada hacia la izquierda, me encuentro a Gian mirándome dulce bajo una sonrisa de labios cerrados que busca ser amable.
Y Viviann se encuentra sentada en una silla junto a la puerta con algo que no sé exactamente cómo llamarle en brazos.
—Buenos días pequeña. Al fin despiertas —me sonríe el castaño mientras encapsula mi mano en la suya para darle un corto beso en el dorso— Dijeron que el bebé está bien, está completamente sano, ya pronto nos iremos a casa.
—Mira... —mi mirada va hacia Viviann, quien me sonríe tierna antes de levantarse y caminar hacia mí con esa cosa en brazos— Te permitieron cargarlo. Es un varón —cuando la castaña pretende entregármelo, me echo hacia un lado como si le temiera a muerte.
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Broken
Aktuelle Literatur[HISTORIA DESTACADA DEL MES DE JULIO EN EL PERFIL OFICIAL DE @FicciónGeneral_ES 1-1-7-19] Tras quedar embarazada y desamparada en una ciudad nueva, Mia afronta los fantasmas de su pasado mientras sale adelante por su hijo de cuatro años, con la ayud...