Capítulo 7. Estática.

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—Adagio, con gracia Mia, Cameron, desliza tus manos por su cintura como si estuvieras tocando la seda misma, hazlo con pasión, con lujuria y deseo, como si te fuera irresistible ante tus ojos el tocar su cuerpo

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—Adagio, con gracia Mia, Cameron, desliza tus manos por su cintura como si estuvieras tocando la seda misma, hazlo con pasión, con lujuria y deseo, como si te fuera irresistible ante tus ojos el tocar su cuerpo. Siente su aroma delicioso y pasional impregnarse en tu piel y haz que se note que deleita tus fosas nasales ese aroma dulce y antojable que despierta su ser—solicita la instructora mientras Cameron sostiene mi cintura antes de elevarme en el aire con un adagio.

—Grand Jeté, alto—nos detiene Jenna cuando la instructora le da una señal en su mano llena de impaciencia—Quiero que hagas más alto ese Grand Jeté Mia, arquea más la espalda y mantén tus pies en punta hasta que toques el suelo ¿Entendido?—asiento tragando con fuerza—Bien, volvamos a comenzar.

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Respiro hondo con mis ojos cerrados y mi pie derecho flexionado en un battement sur le cou-de-pied sosteniéndome del pomo de la puerta, saco hacia adelante mi pie para regresarlo a su posición inicial en tres conteos. Me preparo abriendo mis brazos así como mis ojos antes de tomar impulso y hacer un aéreo frontal.

O caer en el intento

Mi espalda choca con el viejo y polvoso suelo de madera desgastada, me retuerzo en el suelo de dolor cerrando mis ojos con fuerza ante el golpe que recibo en todo mi cuerpo.

—Mierda—musito en lo bajo.

—¿Mamá?—escucho a Tedd llamarme—¿Qué te sucedió mamá?—indaga con inocencia.

Mierda otra vez

Me levanto lo más rápido que puedo del suelo con cierta dificultad por el dolor antes de sostener mi espalda y mirar a los ojos a mi hijo, que está parado frente a mí con una mirada cargada de preocupación mientras carga en sus brazos su conejo de peluche.

—Nada mi amor—me apresuro a responder forzando una sonrisa—Sólo estoy jugando como una torpe niña.

—¿Estás bien?—inquiere al tiempo que acomodo su pijama.

—Sí Teddie, vete a dormir cariño, ya es muy tarde para que estés despierto—acaricio su mejilla con ternura.

—Pero quiero dormir contigo hoy mami—responde con dulzura—¿Puedo quedarme a dormir contigo?—a pesar de tener apenas tres años —recién cumplidos— mi pequeño Tedd es muy inteligente.

—Está bien cariño, ven—cargo en mis brazos al niño llenando de besos su cuello y rostro escuchándolo reír con las cosquillas.

Entro a mi habitación para dejar sobre la cama con suavidad al niño entregándole en sus manos el peluche, para acto seguido cobijarlo y acariciar su mejilla.

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