Capítulo 6. La ira en mis venas.

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Subo a mi habitación en donde me cambio el uniforme para dejarlo sobre la cesta y que en un santiamén aparezcan las sirvientas recogiendo y limpiando a mi alrededor

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Subo a mi habitación en donde me cambio el uniforme para dejarlo sobre la cesta y que en un santiamén aparezcan las sirvientas recogiendo y limpiando a mi alrededor. Me dejo caer en mi cama exhausta mirando al techo con los brazos abiertos. Cierro mis ojos dejando salir una honda respiración antes de escuchar a una de las sirvientas dirigirse a mi persona.

—Señorita Mia, su madre quiere que esté vestida para esta noche con el vestuario que le dejamos en su armario. Necesito que se disponga a arreglarse para esta noche cuanto antes—abro los ojos para mirar a Lola, la humilde sirvienta que espera mi acción.

—¿En dónde están mis padres?—inquiero directa.

—Salieron a comprarle nueva vestimenta a la hija de los Zedrick—trago con fuerza el nudo en mi garganta que comienza a formarse.

—¿Otra vez Jessica?—aparto la mirada de regreso al techo—Largo, quiero estar sola un minuto—ordeno.

—Pero señorita, yo...—no le permito completar la frase.

—¡Que te largues he dicho!—las mucamas salen de la recámara dejándome sola cuando alzo la voz.

Arrojo el cojín a mi lado en dirección a la pared antes de encogerme en posición fetal contra la cama abrazando una almohada a mi izquierda. Desde que nació esa niña mis padres han acostumbrado a tratarla como a su hija, siempre cuidándola y dándole regalos, a mí no me escuchan, pero como ella les obedece en todo sin problemas, para ellos es un regalo caído del cielo.

Escucho la puerta abrirse y de nuevo decido gritar que deseo estar sola.

—¡Largo! ¡No quiero que nadie esté aquí!—me acurruco sollozando por lo bajo.

—Bueno que conste, yo sí te traigo tus paletas ultra fresosas de caramelo—levanto la cabeza de la cama en cuanto escucho esa voz.

Gian

—¡Gian!—me levanto a toda prisa para abrazarlo.

—Hey, basta, vas a hacerme caer—se burla mientras acaricia mi cabello, me separo de él para mirarlo y dejarle en claro que no estoy de humor para bromas—Veo que no estás del todo contenta pequeña Mia, ¿Consideraste la fiesta que te dije?

—No creo poder o querer ir Gian, tengo mucho para esta semana—respondo regresando a mi cama para abrazarme a la almohada estando en una bata de satín azul oscuro.

—Anímate preciosa, ese chico siempre ofrece las mejores fiestas—niego cerrando mis ojos.

Siento la cama hundirse bajo el peso de Gian a mi lado, el muchacho se acurruca hasta quedar lo suficientemente cerca para sentir su respiración.

—Anda hermanita, di que sí—me suplica, cuando abro los ojos me lo encuentro mirándome acosadoramente con sus pupilas dilatadas estando a escasos centímetros.

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