Capítulo 3. Adrenalina.

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Las personas a mi alrededor charlan entre sí animadamente de distintas cosas

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Las personas a mi alrededor charlan entre sí animadamente de distintas cosas. Entre ellas las escuelas más prestigiosas para educar a sus hijos así como sus universidades para los que ya están por entrar en la adultez, algunos otros conversan sobre las innumerables razones por las cuales ellos jamás cambiarían sus vidas.

Cuando yo deseo poder hacerlo

—Deja de jugar con tu brazalete Mia, pensarán mal de nosotros si te ven con esa conducta tan corriente—la estricta y severa voz de mi madre hace que alce la vista en su dirección y detenga mis acciones.

—¿Qué sería lo peor que pensarían de ti? ¿Que lo robamos y ahora no sé disimularlo?—su mirada seria sobre mí me hace tragar con fuerza, mas no apartar la vista de la suya.

—Silencio o estarás castigada y no asistirás a esa competencia—amenaza como si me importase un poco.

—Haz lo que quieras con esa competencia, el baile nunca me ha gustado, eso es lo que a ti te gusta y ahora quieres que haga—su respiración se torna agitada con cada palabra que sale de mi boca, así como su mandíbula se tensa a medida que pasa el tiempo.

—Cuando lleguemos a la casa, pedirás disculpas—permanezco en silencio mientras trago con fuerza—Y ahora harás lo que yo diga.

—¿Cómo ha sido la educación de su hija, señora Hidalgo?—la voz del señor Hamilton induce a que ambas nos volteemos a verlo, y entonces mi madre sonríe falsamente antes de contestar.

—Excelente señor Hamilton, mi hija Mia ha demostrado tener las matices de una chica buena. Apta para nuestro futuro y... la reputación de nuestra familia—el señor de pocos cabellos blancos y bigote espeso asiente con una sonrisa antes de girarse hacia a mí. 

—Imagino que amas bailar, así como tu madre—trago con fuerza mientras guardo silencio sintiendo la vil y autoritaria mirada de mi madre sobre mí, obligándome a responder sólo con su mirada.

—Es algo nuevo para mí, pero que no me desagrada del todo—mi respuesta causa que se tense mas no hace nada más que sobarme el brazo izquierdo con su mano mientras le sonríe al empresario que asiente curioso con lentitud.

—Espero que no esté refiriéndose a locas ideas que los adolescentes de hoy en día tienen, sobre que pueden ser lo que ellos deseen—el señor ríe a carcajadas de su propio chiste junto a mi madre y su esposa.

—Supongo que sus padres pensaban lo mismo—respondo sin temor alguno a las represalias de ese comentario. La risa del señor disminuye hasta quedar en una forzada sonrisa de labios cerrados, mientras que mi madre está por clavarme el adorno que ocupa el rol como centro de mesa, justo en el ojo.

Terminada la cena algunos adultos disponen a quedarse en el salón platicando con sus copas de champaña. Estando en las escaleras que dan a la segunda planta de la casa cerámica en mármol. Al igual que el resto de la casa, con azulejos del mismo tipo y con postes pintados de blanco, es como la recreación de un castillo bien conceptuado, sólo que no hay princesas y su rey es un egocéntrico que solamente piensa en su dinero.

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