Epílogo.

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❝No importaba lo que yo hiciera, jamás me volverías a ver de la misma forma❞.

Un año después

Los pétalos de las azucenas caían ya en Portsmouth, el tiempo se congelaba en un halo cuyo hermoso fulgor colorido entraba por tu ventana cada mañana, las calles eran de un azul diamante con los cristales del hielo invernal. Las praderas se llenaban de niños corriendo por aquellos páramos. Los primeros silbidos congelados del viento ya se hacían presentes semanas atrás.

Mi Tedd parecía no crecer, parecía quedar siempre con la imagen de un niño, tierno cual bebé y maduro como un adulto. Los copos de cristal nevados ya caían en las calles y se acumulaban en tu ropa. Caminos escamosos de agua helada corretean por los cauces y algodones gigantes de espuma blanca cubren el pavimento.

Muchas cajas repletas de fuegos artificiales y decoraciones para las fiestas de año nuevo relucen en los puestos de ventas en tiendas o de humildes vendedores. Algunos niños con sus padres se acercan para comprar sus provisiones a lanzar en fin de año a las puertas de las doce de la noche para anunciar la llegada del año nuevo.

La bruma gris y densa ahora ha desaparecido dejando únicamente una capa oblicua de nubes azules que bañan la ciudad en una luz congelada producto del invierno. Las decoraciones navideñas cuelgan ya en las casas de los habitantes de esta ciudad, las luces de colores y los carteles de bienvenida en sus puertas le dan color a la ciudad neblinosa pero tenue.

Era la ciudad gris más hermosa de todas.

Simplemente podías sentir su esplendor con tan sólo aspirar el aroma de los dulces navideños y podías sentir el aire calar tus adentros con cada inspiración que dabas y sentías tus sentidos agudizarse cuando notabas cómo el hielo se afilaba en filosas estalactitas que cuelgan como cuchillas azules y brillantes como espejos con diamantes colgando de las ramas de los árboles.

Todo era tan hermoso

Gian y Viviann se encargaron de decorar la casa para las navidades. Pese a que no pudimos tener gran cosa, al menos unas cuantas luces iluminan la sala principal y otros adornos decoran las mesas. El regalo que Tedd pidió fueron simplemente más libros para leer. Lo que, le fascinó no solo a Gian, —quien se detenía a pensar en la economía—, sino para mí, ya que sólo con ese simple deseo me demostró que no va a rendirse.

Y que tiene un corazón gigante

Mi vida comenzaba a tener más sentido ahora, la agonía de aquellos días en que todo parecía dar vueltas había culminado al fin, y encontré entonces, la salida de aquella fosa sin fondo que me consumía en la oscuridad de un salón de baile.

Un sonoro silbido seguido de un disparo capta mi atención cuando alzo la mirada al cielo y se disparan cientos de luces rojas con verdes y amarillas en el firmamento. Y otro, otro más y muchos dragones artificiales se disparan en el cielo negro pero alegre al faltar solamente cinco minutos para las doce. Gian fue con Tedd y Viviann hasta el puente para mirar desde allá los fuegos artificiales ya que cuando éstos reflejan contra el agua pareciera un espejo frío y mágico.

Las luces de los fuegos artificiales parecen danzar sobre el agua originando ondas tan grandes que son capaces de rozar la orilla. Chispas mágicas se disparan como lluvias de diamantes, rubíes, esmeraldas y zafiros entre los suaves rocíos de la bahía. Por aquí en este viejo parque nada parece interesante. Simplemente disfruto del espectáculo con una sonrisa mientras deslizo las manos dentro de mi saco y abrigo mi cabeza del frío con el gorro de lana gris.

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