Capítulo 37. Nada.

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Gian entra con Carter en la habitación de seguro con fines de decirme que estoy bien, sonreírme y tiempo después, hacerme la pregunta que ha retenido todo este tiempo en sus adentros. Por mi parte sólo me dedico a mirar inexpresiva la pared, viendo cómo los días pasan y yo me demacro a cada segundo.

La mano de Gian toma la mía, la cual está helada y pálida, parte de mi color ha vuelto a mi rostro llegando muy a penas a mis hinchados párpados, nariz y labios, mas mis mejillas aún se encuentran perdidas en el color cadavérico que aún poseo en mi piel. Carter me observa desde la puerta con una forzada sonrisa con un aire de tristeza y pena al verme al borde de un colapso con la depresión que se ha instalado en mi corazón palpitante y débil.

Me dedico a verlos en silencio y mostrar mayor expresión que no sea la de sentirme en la nada, nada, no tengo nada, no siento nada, no soy nada.

—Al fin despiertas pequeña Mia. No sabes el susto que me diste, pero me alegra saber que están bien —giro mi vista hacia Gian para fruncir el ceño en silencio— Dijeron que el bebé está bien, pero que necesitas comer algo para que se desarrolle sin complicaciones en un futuro.

—Nunca dije que iba a tenerlo Gian —declaro seca y por alguna razón, asustada.

Gian suspira agachando su cabeza mientras pasa una mano por su cabello hasta dar a su nuca y chasquear la lengua como si ya se esperara esa respuesta, lo que sólo me confunde más de la cuenta.

—Sabía que lo dirías. Pero no será tan fácil que te deshagas de él —frunzo aún más el ceño llegando a molesta— Tiene derecho a vivir y no sería justo que lo lastimaras.

—No eres quién para obligarme a tenerlo. No eres tú el que soportará tener una desagradable barriga deformando tu cuerpo y consumiendo tu vida, no eres tú el que soportará la deshonra y el desprecio de la sociedad al salir a las calles —respondo sintiendo las lágrimas subir, las cuales reprimo presionando mis labios, los cuales comienzan a temblar.

—No por eso vas a cometer una locura Mia. Pero no discutiré este tema ahora contigo, prefiero esperar a que te recuperes y luego me explicarás porqué hiciste esto —aparto la mirada consiguiendo tragarme mis propias lágrimas.

—Me alegra verla rebosante de salud y vida señorita Mia —escucho a Carter saludar formal— Tengo que regresar a casa de sus padres para llevarle las novedades. Con su permiso —el castaño da una reverencia antes de salir de la habitación y alejarse por el corredor.

Gian y yo nos quedamos en un largo silencio en el cual tanto el castaño como yo evitamos cualquier roce e incluso mirada entre nosotros, hasta que el castaño decide fijar esos ojos penetrantes en mí y hacer la ya predecible cuestión.

—¿Por qué lo hiciste Mia? —indaga casi en un murmuro con voz ronca a punto de quebrarse.

—¿No es obvio? —replico seca regresando a sentir las lágrimas arder en mis ojos una vez más— ¡Quiero morir, no quiero hacer esto! ¡No quiero ser madre, no quiero vivir en el exilio, no quiero, no puedo vivir sin Nate! —sollozo desesperada mientras mi respiración comienza a entrecortarse— ¡No quiero ser más llamada una cualquiera! ¡No quiero que nadie más me señale al caminar por la calle! ¡No quiero ser más la chica que traiciona sin remordimiento alguno a quienes la aman! ¡Ya no quiero más! —cuando menos lo pienso, Gian me abraza de manera fraternal y cuidando de no abrir mis heridas mientras susurra un «Shhh pequeña, estoy aquí, no eres una vergüenza para mí, sabes que no eres nada de eso».

—Yo te quiero Mia, y sabes que no te voy a abandonar ahora ni nunca. Tienes un hombro sobre el cual llorar, y ese es el mío, soy tu hermano y como tu hermano no voy a dejarte jamás, eres la niña de mis ojos y eso nada lo cambiará —en pocos segundos estabilizo mi respiración cuando me acuna en su pecho y me aferro a su camiseta.

BrokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora