XLVI

429 29 3
                                        

Taylor

En algo tenía razón Elizabeth, no podía aprovecharme de Scarlett sólo para vengarme de mi hermana.
Talvez lo mejor era dejar las cosas en el pasado, no podría decirle a Carly que su madre no era su madre, que todo era mentira. Ella era la más inocente en todo esto y podría ser la más afectada.

La noche de mi escape fue interrumpida por la llamada de mi padre, sonaba preocupado y molesto, logré convencerlo de que me quedaría con un amigo, que el siguiente día volvería a casa. Era real, sólo necesitaba un tiempo lejos de todos ellos.

—¿Cómo te sientes?

Vincent se sentó junto a mí en su sofá, cerré el libro que leía y puse mi atención en él.

—Aún estoy molesta

Al irse Betty, le conté un poco de lo que había sucedido con mi hermana, omitiendo algunas otras; y lo que recordar todo, implicaba.

—¿Qué piensas hacer?

—Fingir. Voy a fingir que no he recordado todo

—¿Vas a mantener la cabeza fría?

—Eso espero

Nos miramos en silencio. Hasta que algo vino a mi mente.

—Vincent ¿Tú sabes en qué cementerio está Emma?

No respondió al instante, parecía calcularme.

—¿Quieres ir? Podría llevarte mañana

—Perfecto. Ahora si me disculpas voy a dormir, por favor vete a tu habitación, déjame descansar en éste cómodo sofá

—Jaja te dije que podías quedarte en mi cama y yo aquí

—No, gracias. No quiero molestar

—Puedes dormir conmigo

—Tu momento yaoi lo tendrás con alguien más, no conmigo, cariño. Ya vete

Me miró sin entender y se fue, por fin.

*

En la lápida se podía leer:

Emma J. Hawk

1994 - 2019

Me senté frente a la lápida y suspiré.

—Lo siento, Emma. No debías ser víctima de todo éste lío. Lo lamento, no me lo perdonaré jamás

Reflexioné un momento.

—Esto no se quedará así. Mi hermana pagará por tu muerte

Me levanté de prisa, había un sentimiento extraño en mí, enojo, ira, odio, no podía definirlo.

Llegué con Vincent, me ofreció un cigarrillo y lo acepté.

—¿Algún otro lugar donde quieres que te lleve antes de ir a tu casa?

—Sí

Dejé escapar el humo del cigarrillo.

—Llévame con mi psicólogo

*

John Rawling era un tipo de unos treinta y tantos, calvo y con barba, usaba anteojos cuando leía y siempre tenía su despacho pulcramente limpio y perfectamente ordenado, ni los psicólogos se libraban de las obsesiones compulsivas.

Cuando entré me miró por sobre sus anteojos.

—¿Sucede algo? Nuestra última cita apenas fue ayer

The Gryffin's SinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora