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—Estaré aquí afuera, esperándote...—Natasha le sonrió a Peter de manera dulce y acarició su mejilla con sus nudillos.—no tienes porqué tener miedo.

—Pero...—Peter jugó con sus dedos, nervioso.—¿por qué no puedes quedarte conmigo?

—Lo siento cariño, pero ésta es una sesión de terapia privada...—suspiró.—pero recuerda, que no tienes porqué tener miedo. Puedes decirle cualquier cosa a la psiquiatra y no te meterás en problemas. Lo prometo.—tomó la cara de Peter entre sus manos y le besó la frente.—recuerda: es una cosa buena que te diagnostiquen con disforia. De esa forma podremos empezar de manera adecuada tu transición. Y si la señora Maximoff te hace una pregunta que te incomode, no tienes que contestar si no quieres.

Peter asintió.

—¿Segura que no puedes venir conmigo?

—Segura. No te preocupes, solo durará una hora, y no me iré a ningún lado.

La puerta de la oficina se abrió y una mujer de rizos castaños y piel bronceada salió, y miró a Peter y a Nat con una cálida sonrisa.

—Peter Romanoff?

Natasha le sonrió a Peter para tranquilizarlo. Peter tomó aire y entró a la oficina de la psiquiatra, quien cerró la puerta después de que él entrara. Natasha suspiró y se sentó en un sillón afuera de la oficina, y sacó un libro de su bolso para ponerse a leer mientras que esperaba.

Peter se sentó en un sofá en frente de la señora Maximoff y vio unos rompecabezas encima de la mesa de centro, la mujer acomodó sus lentes y tomó una libreta y una pluma.

—¿Cómo te sientes hoy, Peter?—Preguntó ella con una sonrisa.

—Pues... bien? Supongo.—se encogió de hombros.

—Creo que no nos presentamos apropiadamente la última vez que nos vimos—dijo sin borrar su sonrisa.—Soy Magda Maximoff. Puedes llamarme "Magda", no me gusta que me llamen señora.

—¿De acuerdo?—Peter rió ligeramente, no muy seguro de cómo responder.

—¿Por qué no empiezas diciéndome algo sobre ti? Ya sabes, solo si quieres...—se aclaró la garganta.—también puedes jugar con los rompecabezas.

Peter se encogió de hombros, para luego levantarse del sofá y arrodillarse en frente de la mesa. Empezó a formar el rompecabezas el cual poco a poco se convirtió en la imagen de un perro dálmata.

—Me gustan las arañas.—dijo de repente sorprendiendo a Magda.

—¿En serio? Eso es interesante. Aunque no es inusual el que los niños de tu edad estén interesados en cosas un tanto raras. Mi hijo tiene tu edad y es todo un problemático. Dime, Peter, ¿por qué te gustan las arañas?

—Admito que dan un poco de miedo, especialmente las que son venenosas, pero creo que son un poco cool. Tal vez hasta un poco incomprendidas. Todos les tienen miedo y las matan inmediatamente al verlas. Aunque tampoco quisiera que una me mordiera. Una amiga mía me dijo que le encantan los gatos negros porque piensa que son incomprendidos, y le parece cruel que todos piensen que son de mala suerte.

—¿Una amiga tuya? ¿Del orfanato?

Peter se estremeció y de repente dejó de concentrarse en el rompecabezas—éste con la imagen de un arcoíris.—, sin darse cuenta había mencionado a Felicia.

Su Felicia...

—Sí... del orfanato...—se aclaró la garganta.—pero no la he visto desde que me adoptaron.

Son Of The Widow [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora