Capítulo 29.

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Pov Windie.

Una trompeta. Mi perdición. Unos "toquecitos" suaves en mi puerta. También mi perdición. Ignoro los golpes en la puerta, para ver si así se va la persona detrás de ella. Pero para mi mala suerte no para y sigue haciendo ruido sin apenas parar.
Cada vez me voy enfadando más. Hasta que al final me harto y me levanto de la cama. Me dirigo hacia la puerta y cuando me encuentro delante de ella la abro.

- Déjame dormir - le dije, secamente a Adam entrecerrando los ojos.

- No, hoy hay clases. Y te dejaste el móvil ayer en el comedor, la alarma me ha despertado y como buena persona que soy - se señaló a si mismo con el dedo índice - he decidio despertarte para que no llegues tarde a clase - se da la vuelta y empieza a bajar las escaleras - ¡De nada, por cierto no hay de qué! - grita.

- Mierda - murmuré en voz baja.

Me empecé a vestir, por la noche me ducharia, después de entrenar a los demás.

Bajé las escaleras hasta el primer piso, me preparé un café y decidí desayunar en la isla que hay en la cocina en vez de en el salón como hago usualmente todas las mañanas. Termino de tomarme el café, voy a mi cuarto, cogo la mochila y me voy a clase sin esperar a nada ni a nadie.

***

Dejo la mochila en el suelo justo en el espacio que deja el sofá y una mesa pequeña de cristal, a la altura del sofá. Me desplomo en el mullido mueble, literalmente. Un momento... ¿desde cuándo tenemos una mesa pequeña de cristal al lado del sofá en el salón?  Si os soy sincera, ahora mismo me da igual todo. Me incorporo y empiezo a hacer los deberes.

Los terminé en dos horas.

Para cuando me di cuenta ya eran las cuatro de la tarde y lo único que me he llevado a la boca a sido una Magdalena con virutas de chocolate.

Me fui a la cocina y abrí la nevera. Cogí un taper transparente y me lo puse en un plato, lo metí al microondas y me comí las lentejas allí mismo, como en el desayuno.

Empezaron a llegar los chicos y las chicas de clase. Adam nos dijo que teníamos que estar listos a las seis, y ya eran las seis menos cuarto y yo seguía con ropa cotidiana. Subí las escaleras y entré en mi habitación. Allí me puse un sujetador deportivo, una camiseta de tirantes color azul y unas mallas negras junto con mis deportivas.

Me bajé los cascos y los conecté al móvil. En la puerta estaban casi todos. Cuando ya estuvieron todos listos empezamos a correr, algunos hablaban entre ellos y otros tenían puestos los cascos como yo. Me quité un casco como suelo hacer de costumbre y me adelanté hasta estar en la primera fila junto con Adam que estaba gritando a todo dios que se le cruzara de por medio.

- Vamos, vamos... Venga Windie corre - me gritó a mi.

- Estoy a tu lado idiota, corro a la misma velocidad que tú - le respondo.

- Sí, lo que tú digas.

Desde entonces no paró de gritarme. Y desde entonces estoy enfadada.

Odiaba ir a correr con Adam. No dejaba de gritar. Y siempre se ganaba las miradas de las féminas. Y eso me molestaba. Y mucho. Demasiado. ¿Por qué me molesta tanto? Ya ni siquiera se en que estoy pensando.

Dejamos de correr y descansamos durante un minuto. Dirijo mi mirada a Alberto que respira como Darth Vader y suda como si se hubiese metido en una sauna durante horas.

- Vamos a empezar por algo sencillo chicos, venga... - empezó diciendo Adam indicando lo que teníamos que a hacer a continuación. Abdominales, flexiones, bourpies... De todo.

LA FRATERNIDAD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora